Otros modelos femeninos los encuentra en las vecinas de su bloque de piso, particularmente en la sensual Nettie, que determinará su gimnástica y superficial concepción de la sexualidad. En las memorias habla también de los hombres de su vida (marido y amantes), del hijo que abortó y de su paso por el psiquiatra.
La vida de Gornick y de sus cercanos está plagada de decepciones, en parte porque concibe todo como relaciones de poder. Con distintas intensidades, experimenta el peso de la sangre, de la cultura de judío inmigrante, las llamadas del placer, la fuerza de la vocación hacia la expresión escrita, y, por encima de todo eso, el imperativo que siente de vivir en todo momento la propia vida. La autora expresa muy bien, y en poco espacio, todas las líneas de fuerza entre las que se desenvuelven sus días. Su experiencia de ensayista y crítica le hace analizar en profundidad estas motivaciones, y su habilidad como escritora le permiten siempre contarlas bien, sin renunciar a veces a un lenguaje grueso.