Este fin de semana pasado, las cofradías de Sevilla salieron a la calle a manifestarse contra el aborto y en defensa de la vida. No se atrevieron a sacar los pasos, sólo a los integrantes de las juntas de gobierno de las hermandades y algún que otro acólito. Hubiera sido demasiado ostentoso pasear a los cristos y a las vírgenes enjoyados y lastrados de lujosa pedrería en defensa de la existencia y tener que explicar por qué toda esa riqueza no de emplea en tal fin, en vez de engalanar trozos de madera policromada.
Tienen todo el derecho a hacerlo, faltaría más, en la democracia cabemos todos. La lástima es que no lo hagan con la misma pasión y empuje cuando se trata de defender la vida de las víctimas inocentes de las guerras, como las de Irak o Afganistán, o para defender la vida y el derecho a un futuro digno de los niños víctimas de la pederastía que se esconde tras las sotanas que habitan en su propia Iglesia. Se ve que para ser creyente no le hacen a uno pasar por un exigente examen de coherencia.
Hubiera estado bien un aperitivo de la Senana Santa dedicado a la defensa de las causas perdidas, de las que les conviene y de las que no también.