Henri Cartier-Bresson
Hasta la fecha habréis leído más de una vez en anteriores posts estos dos términos y aunque haya podido hacer alguna aclaración, nunca nos hemos parado a hablar de ellos. Todos los que tengáis un pie metido en fotografía estaréis de acuerdo en que son dos factores cruciales a controlar en nuestra cámara reflex cuando trabajemos en modo manual. Con lo cual, voy a intentar explicarlo de manera más simple posible para que los que estáis iniciándoos en este mundillo podáis situaros. Una vez tengáis controlados estos dos parámetros, lo dominareis todo (fotográficamente hablando, claro está).
Las cartas sobre la mesa. Para poder entender ambos términos, antes es necesarios que sepamos lo básico acerca de cómo funciona nuestra cámara para capturar imágenes. Lo principal es saber que la base del mundo fotográfico es la luz; una vez la luz penetra a través de nuestro objetivo y alcanza el interior de nuestra cámara, esta se proyecta sobre un sensor situado en el cuerpo (estructura principal de la cámara) formando una imagen que quedará grabada para posteriormente ser interpretada y guardada en nuestro equipo.
De uno en uno. Empecemos por la apertura de diafragma (también podréis ver que algunos sitios pondrá diafragma o apertura, pero se refiere a lo mismo); la apertura determina la cantidad de luz que pasa a través del objetivo. La apertura usa el valor f/ como medida, y los pasos como unidades. Físicamente la podemos ver si colocamos el objetivo sin ninguna de las dos tapas a contraluz, lograremos observar algo así:
¡Ojo que quema! Si bien resulta fácil explicarlo, hay que tener en cuenta que en la práctica otro gallo canta; y es que, si abrimos demasiado el diafragma nuestra imagen aparecerá completamente blanca o bien con zonas demasiado sobreexpuestas (demasiada luz, también llamadas “quemadas”) y si lo abrimos escasamente conseguiremos una toma completamente negra o con zonas subexpuestas (muy oscuras por escasez de luz). Para ello debemos saber controlar nuestro segundo parámetro de hoy: la velocidad de obturación.
Segundo plato, por favor. Pasamos a la velocidad de obturación (también veréis solo velocidad o velocidad de disparo). Su definición más general es la siguiente: tiempo que el obturador se mantiene apartado permitiendo el paso de luz a través de la apertura. La velocidad esta regulada por dicha pieza (obturador) que podremos encontrar en nuestros objetivos y suelen ser metálicos o bien, de plástico.
Esta pieza la situamos entre el objetivo y el sensor de nuestro cuerpo, y es el responsable de dejar pasar la luz hasta el susodicho sensor en la frecuencia que nosotros indiquemos (modo manual) o en la que la cámara crea conveniente (modo automático). También actúa de protector, actuando de “tapa” para así no dejar expuesto el sensor a la luz entrante. La velocidad se mide en fracciones de segundo o segundos ( 1/4, 1/100, 1/2000, 2 seg o 2”).
En nuestro día a día. Si acostumbráis a leer blogs relacionados con la fotografía, veréis que casi siempre se compara como actúan la apertura y la velocidad con un grifo. ¿Por qué un grifo? Pues porque es simple, lo conocemos bien y puede ayudarnos a entender ambos términos mejor de lo que creemos. Digamos que la apertura es la tubería encargada de regular el caudal de agua, cuanto más ancha sea más agua pasará y a la inversa (en nuestro caso sustituimos agua por luz). En el caso de la velocidad, así como nosotros mantenemos las manillas del grifo abiertas según la cantidad de agua que deseemos, el obturador hará lo mismo en base al tiempo que indiquemos o estime. Mayor tiempo manilla abierta, más luz y a la inversa.
¿Y todo esto para que? La finalidad de saber manejar correctamente la apertura de diafragma y la velocidad de obturación es la de controlar la relación cantidad-tiempo de luz que entra hasta nuestro sensor. Tal y como mencionábamos antes, demasiada apertura y demasiado tiempo de entrada de luz equivalen a una imagen sobreexpuesta y a menos que nuestra inspiración artística de ese instante lo requiera, no es una fotografía bien ajustada y lo mismo pasa si somos tacaños y no dejamos entrar suficiente luz. Lo mismo pasará cuando a pesar de abrir mucho el diafragma, no damos suficiente velocidad de obturación.
Nuestro Ying-Yang de bosillo. El equilibrio siempre dependerá de el entorno, situación, sujeto… que vayamos a fotografiar. Pero para tener de “chuleta” aunque eso si, es MUY general:
- Mayor apertura (menor f/) + velocidad rápida (menos tiempo) = foto equilibrada.
- Menor apertura (mayor f/) + velocidad lenta (más tiempo) = foto equilibrada.
- Menor apertura (mayor f/) + velocidad rápida (menos tiempo) = menos luz
- Mayor apertura (menor f/) + velocidad lenta (más tiempo) = más luz
Dicho así, suena fácil… ¿verdad? Bien, pues si os habéis quedado con estos conceptos básicos solo os queda practicarlos hasta la saciedad. Cuando descubráis que se os da mejor de lo que pensabais el modo manual os llevareis una grata sorpresa con los resultados y me atrevo a decir más… ¡lo disfrutareis mucho más!
Espero que las explicaciones hayan sido coherentes y fáciles de entender, en caso contrario estaré encantada de echaros una mano o escuchar alguna proposición o corrección a través de vuestros comentarios. Os animo muy sinceramente a intentar trabajar los dos términos que hemos visto en este post, es cuando realmente le sacamos partido a nuestras reflex. Seguiré preparando algunas entradas relacionadas con términos de este tipo en base a los mensajes recibidos, para cualquier otra propuesta dejadmelo escrito en algún comentario, e-mail, o a través de la recién estrenada página de Facebook de CLICK! A la que ya podéis acceder a través de icono “F” de la parte superior derecha del Blog. Por otra parte lamento la escasez de imágenes de ejemplo, pero mi cámara ha decidido darse unas vacaciones dando algunos problemillas que espero solucionar pronto.
Pero vosotros podéis seguir mientras tanto haciendo CLICK! por mi.
Foto y textos originales de Caroline A.N.