Apícultura: una cuestión de aptitud

Por Manuel Somavilla

Presentación:


Apicultor español en Brasil, sucesor de una familia de apicultores tradicionales que realizaban la apicultura por amor al arte. Gracias a ellos tuve mis primeras experiencias.
Posteriormente, muchos años después tuve varios colmenares en distintas zonas de Valderredible, Cantabria, España.
El último de ellos aun existe en Ruijas.

Introducción:


Inicio aquí una serie de capítulos en los que quiero compartir con todos vosotros mis conocimientos prácticos, la teoría es para los científicos y estudiosos, sobre ese arte que, para mi, representa la apicultura.
Practicantes o no, pero todos amantes de la apicultura, hallaréis en los siguientes capítulos de este blog http://apismielera.blogspot.com.br/, una útil guía en la que consultar la manera de actuar, basada ésta en mi propia experiencia, ante cualquiera de las distintas situaciones que os podrán sorprender en alguna de vuestros contactos con estos laboriosos himenópteros. Ya sea en vuestro propio apiario o en vuestra casa, Aptitud Apícola, ansia de cultura o por simple curiosidad .
Todos los episodios aquí relatados y las enseñanzas de las que os haré partícipes a lo largo de esta edición, se encontrarán localizadas en España, en el valle de Valderredible en la provincia de Cantabria.
Mis primeros contactos con el mundo de las abejas los tuve fui adquiriendo, año tras año, a finales de las vacaciones de verano, concretamente el día 2 de septiembre, en la fiesta de San Antolín, patrón del pueblo de Ruijas.
Mi tío Acindino, sacerdote de ese pueblo y de otros muchos del valle, celebraba ese día una reunión familiar en su casa, la Casa del Cura, aprovechando que el día de la fiesta de San Antolín, para realizar la eucaristía, se juntaban todos los párrocos de Valderredible y mi tío les invitaba a comer. y al que acudíamos toda la familia para celebrar esa señalada fecha.
Aún me emociona recordar aquél aroma a miel que transpiraba la “Casa del Cura”.
Esos trozos de panal que nos regalaba a una chiquillada de sobrinos que, mientras maravillados, recorríamos a hurtadillas las diferentes estancias de aquella casa casi sagrada, y sorprendidos descubríamos en el piso superior aquella pequeña habitación llena de cientos de esbeltos botes perfectamente alineados y embotados con el dorado elemento. Recalco la esbelta forma de los botes por que actualmente, en aras de un mejor y más cómodo aprovechamiento de su dulce contenido, se presentan más enanos y rechonchos.Recuerdo el hecho, como si fuese ahora, de que todos los años el tío Acindino nos regalaba algún bote lleno de esa miel, casi sólida, y del color tostado de los caramelos de toffee.A decir verdad, además del recuerdo del color de esa miel y su aroma fuerte y ácido, el único conocimiento que puedo recordar es el haber aprendido a no tener miedo a este simpático insecto que circulaba libremente por la glorieta y soportales de la casa de la casa, procedentes del jardín repleto de aromáticas flores y alguna que otra colmena de madera blanca. Si nos acercábamos al pozo a sacar agua por medio de la cuerda que pendía de la polea, las abejas se encontraban refrescándose tranquilamente en los pequeños charcos de agua que se formaban al derramar el líquido elemento el tambalearse balde que recién había subido. Y nadie era picado y nadie las molestaba.
Era un tiempo, finales de los años 60 y principios de los 70, echando la vista atrás, en que daba la impresión que el hombre aun, ya al día siguiente sí, no hubiera iniciado su propia autodestrucción.
Tras estas primeras experiencias apícolas, si es que podemos llamar así a esos iniciáticos devanéos infantiles, más de 20 años de alejamiento hasta que a partir de 1993 retomé esos contactos con la apicultura de forma más comprometida. Esta vez de la mano de mi otro maestro y familiar, mi tío Ursicino.
Es desde este año 93 cuando se puede decir que comienzo a tener una amplia historia apícola a mis espaldas lo suficientemente contrastada y es de ella que me dispongo a transmitiros todos mis modestos conocimientos.
El planeta tierra, ecosistema y hogar de una humanidad siempre ávida de progreso, más sofisticada y avanzada día a día, parece olvidar cuáles son sus orígenes.
Como pésimos estudiantes hemos olvidado esa primigenia y arcaica idiosincrasia que la evolución humana, en una especie de tuning genético, siguiendo las pautas de la evolución biológica, se encargó de limar, ajustar y perfilar para que, desde la especie Homo y pasando por los Neardenthales y Australopithecus, pudiésemos medrar hasta llegar al actual Homo Sapiens actual.
Desde que hace 5 o 7 millones de años se separaron las líneas evolutivas del ser humano y del chimpancé, los cambios genéticos a los que fue sometido ese primer e ignorado Homo de la cadena, tanto a nivel físico como a nivel mental, completaron un minucioso trabajo que además de otorgar unas aptitudes físicas excelentes, también posibilitaron posteriormente, o quizá antes o al mismo tiempo, el progreso intelectual. Nadie puede asegurar a ciencia cierta quién fue antes si el huevo o la gallina, aunque quizá podamos deducir que ambas aptitudes fueron evolucionando progresivamente y a la par una de otra.
El sofisticado tuning cerebral, lobotomía evolutiva, colocó al ser humano en lo más alto de la cadena predatoria y definitivamente lo diferenció de cualquier otra especie animal.
También le permitió, en los albores de nuestra evolución, hacerse con el cetro de aquél primer y paradisíaco reino salvaje.
Y si al principio me he referido al olvido de nuestros orígenes, a esos orígenes que nos llevaron, por lógica evolución, a ser los reyes del mambo, estoy aludiendo a que parece que hemos perdido nuestro norte. Quiera la inteligencia humana, guiada y comandada por la solidaridad, sea una pérdida casual de la razón.
Que solo sea una amnesia momentánea y pasajera.
Por que ese estatus nos lo dieron virtudes como nuestra solidaridad, nuestra capacidad de acordar, el poder de colaborar, de pactar, de perdonar, de ayudar, de cuidar, de amar.Amor por el prójimo y por todo aquello que sin ser nuestro, nos pertenece a cada uno de nosotros.
Me refiero a nuestra capacidad del ser humano por proteger, y es ahora, cuando muchos lugares del planeta pasan hambre, mientras los casquetes polares se derriten, el agujero de ozono aumenta por momentos, nuestras estaciones climáticas fluctúan y abandonan fechas, antaño predeterminadas, cuando vivimos en un mundo en el que todos usamos de todo, abusamos de todas sus maravillas y esquilmamos otras.
Y en este momento de indefinición mundial a todos los niveles, una ecología en desamparo total y con el cambio climático en ciernes, peligrosas crisis políticas en países clave y protestas sociales aquí y allá.Injusticias económicas donde quiera que mires, ruin y agresiva presión de los lobbys editoriales con holdings económicos cada vez más ávidos de poder y poderes que se corrompen en aras a una pretendida y siempre mal entendida justicia religiosa.
Y seguro que me olvido de muchos temas como: las armas nucleares en Corea del Norte y los casos de espionaje a gran escala en/de Estados Unidos; la falta de libertad en Cuba o Venezuela entre otros; derechos humanos pisoteados en Afganistán, Pakistán, China; las crisis diplomáticas en varios países y los casos de corrupción como el del señor, por no llamarle chorizo, Bárcenas;...
Es ahora, en el preciso instante en que el planeta se desertiza, cuando alocados y desgraciados pirómanos organizan tremendos desastres ambientales, en el que las descomunales lluvias anegan países, enormes tsunamis destruyen costas enteras y aniquilan pueblos enteros, es ahora, más que en ninguna otra época geológica del pasado, cuando necesitamos fomentar una gran actividad olvidada por los gobiernos.
Una actividad que está al alcance de todos y, en su debida escala, es realizable por todos.
Es hora de aprovechar por que aun estamos a tiempo.
Albert Einstein ya previno a la humanidad: “si la abeja desapareciera de la superficie del globo, el hombre no tendría más que cuatro años para vivir. No más polinización, no más hierba, no más flores, no más animales, no más hombres”.
Probablemente, yo no lo sé, es posible que esto no sucediese al pie de la letra, como nos juraría y perjuraría cualquier indecente capitalista, de cualquier parte del mundo, solo interesado en sus propios beneficios, aduciendo que hoy en día estamos muy avanzados.
Y en algo si que estamos avanzados, sí, y es en lo que se refiere a la destrucción del planeta, claro, y si Albert Einstein predijo que no es sostenible seguir abusando de éste de esta manera, sus razones tendría y algún dato fidedigno tendría, que él sí que estaba avanzado.
El curso que vengo a proponer, seguramente debería tornarse una actividad lectiva, ¿y por qué no?, una asignatura escolar, que debería llamarse, se me ocurre:
  • APTITUD APÍCOLA: En apicultura, la aptitud es indispensable.
  • FILOSOFÍA APÍCOLA: La apicultura es una filosofía de vida.
  • APICULTURA ARTÍSTICA: La apicultura es un arte.

Y esta sería una asignatura lectiva y obligatoria en preescolar, común en todos los países del mundo, igual que la religión en tiempos de Franco, aunque con el único y verdadero carácter de lograr la salvación mundial de la tierra tal y como la conocemos. Aunque tampoco estaría mal recuperar la tierra de nuestros tatarabuelos o de ese mundo virgen e impoluto que imaginamos cuando nos retrotraemos a la época de cualquiera de los Parque Jurásico o secuelas.
Haría la función de insertar un chip ecológico virtual en todos los cerebritos aun sin corromper, por eso de aprender a comportarnos con sensatez y como es debido desde bien pequeños.
Una actividad de ocio con la que podréis disfrutar todos los componentes de la familia a la vez que contribuís en hacer un planeta más ecológico.
Y no solo eso.
Además de disponer de los productos, siempre frescos, que os regalarán vuestras amigas las abejas, también podréis conocer y comprenderéis sus relaciones, menos complicadas y enrevesadas que las humanas.
Sin más preámbulos y ansioso por compartir mis experiencias y conocimientos sobre la apicultura, doy por finalizada esta Introducción de APTITUD APÍCOLA, vuestro, a partir de ahora, Manual de Apicultura.
Capítulos Editados de APTITUD APÍCOLA, tu manual de apicultura:
00 – Prólogo