Chavela Vargas era grande. Grande y única. No tuvo que morir joven, como otras, para ser un ídolo. Empezó a cantar de profesional con treinta años, después de haberse bebido un tercio de su vida de bar en bar, cantando, según dicen quien la vieron, en pantalones y con su pistolón ceñido a la cintura. Siguió bebiendo gran parte de su vida hasta que lo dejó 'joven', a los 79 años, según reconoció en sus memorias, después de haberse bebido "todo el alcohol del mundo". Ella eligió mirar de frente al mundo a ritmo de rancheras y desafiante cantó a las penas del hombre y a los dolores del amor, porque el amor también duele cuando no es correspondido, como le pasó con Frida Kahlo, a quién no tuvo pelos en la lengua para reconocer que amó por ser "una de las mujeres más hermosas que vi en mi vida". Yo hubiera querido conocerte Chavela, igual que Frida, igual que Diego Rivera, 'tu hermano', igual que Sabina o Almodóvar.
El caso de Usain Bolt es distinto. Es otro tipo de ídolo. Ayer lo vi volar de nuevo. Tuvo una vida más fácil que la de Chavela, sin lugar a dudas, ya que vivió su niñez tan acomodado que según él mismo confiesa, no pensaba, siendo pequeño, en otra cosa que no fuera el deporte. Ayer voló sobre Londres y paró el crono en 9,63 seg, el segundo mejor registro de la historia y nuevo record olímpico. Pero tampoco su camino hasta aquí ha sido un camino de rosas. Bolt tiene la pierna derecha más corta que la izquierda: ¡casi centímetro y medio! El suyo es un caso de 'deportista de diseño'. Su anterior entrenador, Friz Coleman, lo hizo correr y ejercitarse hasta romperlo literalmente en Atenas 2004, y provocarle una escoliosis de la que nunca se va a librar. Después de plantearse dejarlo, fue su actual entrenador Glen Mills quién lo rehabilitó para la alta competición trabajando con su cuerpo conjuntamente con un equipo médico y rediseñando a Bolt. El resultado lo pudimos ver ayer, y siempre con esa sonrisa y ese desparpajo ante las cámaras, esas habilidades mediáticas que lo han llevado a superar en su país, en popularidad, la gigantesca figura de Bob Marley.
Ayer repartí aplausos por igual, para mi admirada y entrañable Chavela y para el gran Usain.