Que no extrañe si las revoluciones populares en países musulmanes se convierten en absolutismos religiosos, además de agresivamente misioneros y proselitistas.
Sólo habrá democracia si se proclama el derecho a apostatar del islam y de difundir otras creencias, como la cristiana, u otras ideologías.
Será la prueba de la libertad en tierras de una religión que controla al minuto la vida individual. Un culto coercitivo para la organización social, la comida, familia, las horas del rezo.
Crea un control mental y físico tan exhaustivo y contemplativo que genera la pobreza secular de los lugares que domina.
La democracia no es así: es la forma de vida elegida por cada uno sin imposiciones divinas, sintetizada en los Derechos del Hombre y en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (DD.HH).
La Declaración Islámica (DD.HI) elaborada por la Conferencia Islámica en El Cairo, 1990, al contrario, impone desde el punto (A) la obediencia a Alá y a sus leyes, la sharia.
La libertad de pensamiento es un pilar de las democracias que se conquistó en Occidente tras siglos de opresión católica o protestante, Torquemada o Calvino, y tras numerosas guerras religiosas.
Las libertades nacen del liberalismo inglés –siglos XVII y XVIII-- y de las posteriores revoluciones Americana y Francesa.
Los masones fueron el motor de la Ilustración, la democratización, la libertad y la definición de los DD.HH. Debe reconocérseles un papel histórico que no se detecta ahora, quizás porque son incapaces de influir en el mundo islámico.
Veremos qué libertades aparecen en Oriente Medio. No es para ser optimista: el Corán, los Hadizes, la Sharia y los DD.HI impedirán la apostasía y la libertad ideológica que crean riqueza y democracia.
Ataturk impuso el laicismo en Turquía, pero casi un siglo después vuelven lentamente las leyes de Alá: a saber cuánto durará allí la democracia.
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SALAS. Cuando tenga dificultad para leer los textos, y aunque hoy no ocurra, pinche en sus dibujos para verlos ampliados.
Y por España, el juez Ruz sigue con el caso Faisán. Como se contaba en la crónica de ayer, este juez ecologista ha conseguido conservar el ave que Garzón y el Ministerio del Interior querían erradicar.