Extraído del que espero sea mi próximo libro.
Piensa en la última vez que te enfadaste por algo que hizo otra persona.
¿Ya? Recuérdalo, repásalo y cuando estés convenido de que tu enfado se debe a lo que hizo, sigue leyendo.
Plantéate algunas cuestiones:
- ¿Habría sido igual si lo hubiera hecho otra persona?
- Invéntate un contexto en el que eres tú quien hace eso. ¿Te enfadarías contigo por hacerlo? ¿Sería justo que se enfadaran otros?
- Eso que hizo ¿molestó o habría molestado igual a todas las personas?
Ante lo que es un mismo hecho, reaccionamos de forma diferente porque, desde que tomas conciencia de eso que sucede hasta que te enfadas, se producen una serie de pensamientos en tu mente. Muchas veces son pensamientos inmediatos y de los que no te das cuenta, son tan rápidos que no reparas en que no te disgusta lo que ha hecho la otra persona, te enfadas por cómo interpretas lo que está sucediendo.
Si, cuando finalmente llega, descubres que ha estado asistiendo a gente en un accidente, justo al lado del cine y no podía avisar porque ha entregado su teléfono para que pudieran comunicarse con los servicios de emergencias ¿seguirías enfadado con él? ¿Y si una de las víctimas fuera un querido familiar tuyo?
Al enterarte de esto, tal vez ya no estuvieras enfadado con él sino contigo por no confiar en él desde el principio o por no haberle preguntado. De nuevo estarías disgustado, no por lo sucedido, sino por lo que interpretas de lo sucedido.
No son los hechos lo que provocan tu enfado, sino tu interpretación de los hechos y, por lo tanto, puedes gestionar mejor ese estado de ánimo cuando tomas conciencia de qué pensamientos se (des)encadenan desde que observas lo sucedido hasta que te enfadas.
Cuando observamos algo, no registramos todo, nuestra mente filtra lo que considera relevante y si estás esperando en la puerta del cine, puede que el jaleo que se oía en la otra calle no fuera relevante. Ahí comienza la serie de interpretaciones desde el hecho hasta el enfado, porque nunca sabes todo lo que ha sucedido ni lo que hay en las mentes de las personas involucradas.
Con lo que conocemos de los hechos, nuestra mente recupera de la memoria convicciones personales, por ejemplo que llegar tarde es una falta de respeto o de compromiso. Lo enriquece con suposiciones tales como que a la otra persona no le importa estar llegando tarde o que prefiere estar haciendo otra cosa. Entonces la mente va llegando a conclusiones del estilo de que tu amigo no te respeta. No te enfadas porque llega tarde, te enfadas porque no te respeta y esto último, es una conclusión personal que no tiene por qué ser cierta.
Muchas veces el enfado es proporcional al tiempo que tenemos para pensar en ello porque es tu mente la que te enfada, no el hecho.
Nadie se enfada porque otra persona llegue tarde o por su carácter; ni porque te griten o porque desordenen tus cosas. Te enfadas por lo que interpretas al observar eso. Por lo tanto, está en tu mano reaccionar desde el enfado o desde el control a lo que sucede.
Puedes desarrollar la capacidad de detectar esta escalada de pensamientos y, con la práctica, decidir en cada caso si quieres dejarte llevar o tomar tú el control de tus suposiciones.
¿Quieres probar? Necesitarás una buena dosis de autocrítica para hacerlo, si quieres probar, te sugiero estos pasos:
- Piensa en la última vez que te enfadaste con alguien.
- Enuncia el enfado en términos: “me enfadé porque él/ella hizo…”
- Identifica las suposiciones, todo aquello que estás dando por cierto pero para lo que realmente no tienes pruebas: lo que él/ella pensaba, sus motivos, lo que imaginas por otras veces, etc…
- Identifica tus interpretaciones sobre los hechos y las suposiciones.
- Identifica tus convicciones, esas afirmaciones indiscutibles como “llegar tarde es una falta de respeto”, “hablarme así es de maleducados”, “no se puede ir así por la vida”, “debería haber avisado”, etc.
- Ahora piensa en qué está realmente fundamentado y qué otros pensamientos podrías tener igualmente válidos que rompieran esa escalera de interpretaciones.
Si te has quedado en el segundo paso, es posible que te falte capacidad de análisis, observación y autocrítica. De ser así, te animo a compartir el ejemplo y yo te ayudaré a encontrar los pensamientos que has ido concatenando.
Una vez que desarrollas esta capacidad, es decisión tuya buscar pensamientos más útiles que te permitan actuar de forma que tú gestiones la situación y tus emociones, no al contrario.
Últimos artículos:
Aprende a controlar tu enfado.
La flexibilidad, clave en la comunicación con los hijos.
A los jóvenes, dos hostias a tiempo.
Educa a tus hijos para la vida
Gracias por compartir en las redes sociales y por comentar. Me ayuda a dar más visibilidad a mi trabajo.