Todo nuestro mundo de relación, si pretende coherencia, se ha de regir por la reciprocidad de las acciones. Esta postura no está “naturalmente dada” en el comportamiento sino que se considera como algo en crecimiento, algo que debe ser aprendido. Es conocida esta conducta como “la Regla de Oro”. Dicha conducta se educa y perfecciona a lo largo del tiempo y de la experiencia en el mundo de relación.