«Aprender a volar», de Alberto García-Salido

Por Guillermo Guillermo Lorén González @GuillermoLorn

«No hay prisa cuando el camino te pone el punto y final… () … Le está pidiendo a la memoria que se haga dueña de todos los recuerdos, que no escape ninguno… () … Perder y dejar atrás lo que no aporta es una forma de victoria…»

Reseña escrita por Maudy Ventosa.

Cubierta de: ‘Aprender a volar’

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Cubierta de: ‘Aprender a volar’

Aprender a volar es el último libro del pediatra intensivista y escritor Alberto García-Salido, publicado por Ediciones B. Un libro en el que agradece a sus pacientes y familiares el permitirle acompañarles en la dura travesía que supone una enfermedad grave que, por desgracia y muchas veces, va desde la incertidumbre hasta la desesperación, desde la rabia hasta el sosiego, desde el miedo hasta el dolor profundo… pasando, a menudo, por la esperanza, la amargura, la confusión, la indignación, la sorpresa, el temor, el desconsuelo… y la enorme pena que conlleva un final prematuro e injusto. Vértigo y desamparo.

Escrito en tercera persona, con capítulos cortos e intensos, el autor recorre tres momentos importantes de la vida de Luis, un adolescente que tenía tantos sueños como tienen los jóvenes a su edad, que jugaba al futbol porque su padre quería que fuera el mejor delantero de todos los tiempos y que de repente, cae al suelo, inconsciente, durante un partido. Su historia nos estremece y nos emociona porque en ella vemos reflejadas muchas historias; muchas vidas truncadas por una enfermedad terrible que no conoce la edad de aquellos en los que anida como una serpiente cruel que aprieta hasta arrancar el último hálito de vida de algunos en los que se ha enroscado y se ha hecho fuerte; es la historia del viaje sin retorno que emprende nuestro protagonista, tras obtener una promesa de Diego, el otro joven que tenía un brillante futuro como médico, que quería honrar la memoria de su padre; es el camino que recorren dos amigos cuyo futuro es incierto. Uno se juega su futuro profesional, está sacrificando su profesión en favor de otro al que apenas le queda vida; el otro nos da una lección importante: cómo disfrutar y atrapar los pocos momentos que le quedan por vivir, porque sabe que su travesía no tiene retorno. Está seguro de que ese viaje no es un error; ya ha decidido marcharse antes de marcharse.

El lenguaje de Alberto es pura poesía. Te hace detenerte y reflexionar sobre lo que tenemos y no valoramos porque es lo cotidiano, sobre nuestros deseos y anhelos sin estrenar y, sobre lo que nunca conseguiremos cuando el futuro se rompe de repente y sabes que te quedas sin tiempo. Duele la soledad con la que se presenta de vez en cuando lo terrible.

El autor describe el infierno de las familias después del impacto que provoca la noticia del diagnóstico de la enfermedad de un hijo; que anticipa el dolor que se acaba de desatar en torno a su vida hasta ahora normal; ve el miedo en sus ojos cuando el médico abre la pueta de la habitación antes de  que intuyan siquiera las noticias que porta. El día que te cambia la vida es una foto que sale mal, y después de ella no hay más que manchas negras. En el caso de que el paciente sea adolescente, las cosas son más complicadas, porque hacen preguntas y son conscientes de que se acaban sus posibilidades. Luis, nuestro protagonista, necesita estar solo, porque sabe que el silencio esel lugar en el que nos encontramos… es para los perdidos una respuesta, el único lugar donde queda espacio para encontrar el rostro que nos reconoce en el espejo… () … el silencio que lo envuelve todo y le quita la máscara a la verdad.

Pacientes y sanitarios conviven en un espacio con un olor que lo impregna todo. La zona de oncología de un hospital huele absolutamente a limpio. Y los médicos también llevan una bata impregnada, mucha veces, de soledad. Es la que lleva Diego desde que es residente. ¿Dónde está el límite en la relación con los pacientes? ¿Dónde debes situarte para que no te duela tanto a ti también? Porque el dolor es solitario, como muy bien sabe Luis. Como lo saben todos los niños enfermos que habitan este pabellón. Al otro lado de los ventanales está la vida que ellos no pueden tener, porque la enfermedad se la ha robado. Pero a pesar de este presente, llega un verano donde niños y adolescentes calvos, pálidos y algunos con muletas van a ver el mar acompañados por dos monitores -médicos- y una enfermera. Y hay espacio para el amor aunque soñar sea una quimera y sepan que no existe ninguna esperanza. Tienen un pasado con sueños incumplidos, un ahora sin promesas  y un futuro sin mañana; Luis ha descubierto que estar enamorado es pensar en otro cuando te despiertas, y se va de allí con un dolor que no conocía, que es nuevo para él.

Es un libro que duele por tantos y que, seguro, también fue difícil de escribir. Es un homenaje a los que se quedaron por el camino, a las familias que acompañan mientras intentan gestionar el dolor, a los sanitarios que se vuelcan en hacer más fácil lo inexplicable. Es un canto a la vida, una lección de amor y de dignidad. Es saber cerrar y volver a casa. Es saber mirar por la ventanilla mientras aun te queda camino por recorrer.

Hay que aprender a volar haciendo tratos con el vértigo, y pocas cosas dan más vértigo que una vida que termina…

PERSONAJES:

  • Luis es un adolescente de dieciséis años, alto, delgado y pálido; su padre le presionaba mucho para que fuera un buen delantero. Cuando se mira en el espejo ve a un abuelo en el cuento de un niño. Es uno de los pacientes más antiguos del hospital y sabe que la enfermedad no le ha vuelto mejor persona.
  • Diego es el nuevo residente. Dice no lo se varias veces al día. Será de los que aprenden, de los que no olvidan. Quiere ser médico desde que su abuela le dijo que la gente tiene punto y final. Oncólogo pediátrico.
  • Pedro siempre trabaja en el ejemplo, en el que todos se miran para convertirse en el médico que aspiran a ser. Tiene cincuenta años y los ojos rodeados de arrugas; el pelo cano.
  • María, la madre, piensa en esas manos que han acariciado a su hijo menos de lo que debieran. Ella es la casa, el hogar. Y Luis lo sabe.
  • Fernando, el padre, es un hombre tranquilo de rostro serio con nariz pronunciada, piel morena y muchas canas. Jugador  semiprofesional de futbol, luego entrenador. Licenciado en derecho. Se siente impotente por lo que no hizo.
  • Eva es la chica del verano en que se enamoró. Quiere estudiar Arte Dramático en la universidad.

Y todos los niños y adolescentes que están ingresados en el pabellón de oncología pediátrica; y todos los sanitarios que acompañan y cuidan a esos pacientes; y todas las familias que quieren y mantienen la esperanza cuando ya no hay esperanza… Y tantos sueños por cumplir…

Lee y disfruta un fragmento de libro.

El autor:
Alberto García-Salido (Madrid, 1981) es pediatra intensivista, doctor en Medicina, profesor universitario y escritor. Ha publicado cuatro volúmenes de relatos: El tipo que escuchaEntre cuatro paredes una sábana invisible/EquilibrioDemasiada roca solitaria (finalista al premio Setenil por mejor libro nacional de cuentos) y Lo que da miedo. Escribe en la revista cultural JotDown y, desde 2018, es colaborador del programa Más de uno, dirigido por Carlos Alsina en Onda Cero. En Twitter hace divulgación científica, sobre todo de medicina, y suma más de cien mil seguidores.

El libro:
Aprende a volar ha sido publicado por la Editorial Ediciones B. Encuadernado en rústica con solapas, tiene 304 páginas.

Para saber más:
https://twitter.com/Nopanaden