Por Lola Cebolla
Cuando me sentía deprimida, acorralada por las circunstancias, o simplemente insatisfecha con la realidad que me envolvía, imaginaba y creaba formas, métodos para cambiar lo que me rodeaba. Un derroche de energía invertido en comprender, razonar y solucionar todo lo que debía modificar para mejorar la situación.
Muy productiva en la mayoría de las ocasiones, donde la lucha insaciable marca los caminos a elegir frente a todas las trampas que encontraba.
Un día, la lucha cesa, finalmente la armonía y la paz llegan a tu vida. Consigues descansar y simplemente disfrutar de todo lo que has invertido, ya no son necesarias todas las energías que derrochabas por cambiar la situación, y sólo puedes contemplar que realmente has construido algo que merece la pena. La vida te ha robado, te ha desprendido de tantas cosas que apreciabas, y sin embargo te compensa ahora con algo mucho mejor.
No me cansaré de repetir, que por un lado se pierde y por otro se gana. Que cuando pierdes, hay que buscar las razones por las que llegamos hasta ese punto, qué debemos cambiar. Nuestros errores. Sin recapacitar sobre ellos, es imposible poder reaccionar. Culpar al otro u otros nunca nos acerca a la solución de los problemas, muy por el contrario, nos distancia y hace reincidentes.
Por muy extraño que parezca son nuestras decisiones las que nos envuelven en los conflictos, siempre, detrás de ellos estamos únicamente nosotros mismos.
Animo a todos a que observen qué pueden cambiar para mejorar lo que la vida les ofrece, qué deberíamos hacer para que sea posible y buscar la forma de llegar ahí… No sirven sueños inalcanzables, todo se construye ladrillo a ladrillo, con su capa de cemento en medio. Si nos equivocamos y alguno falla, debe cambiarse por otro, aunque ello nos cueste derribar casi todo lo que hemos construido… No importa, rehacer después de aprender es bien más sencillo, y al final compensa.
La experiencia del fracaso, nos hace más sabios, no unos incapaces. La capacidad no es directamente proporcional a la perfección. Sólo se alcanza algún grado de ella a través del aprendizaje, y de los errores se aprende más que de los aciertos, estos nunca se olvidan, por ello es importante ser conscientes de ellos.
Cuantos más detectemos, más sencillo se hace el camino. Un buen maestro no es el que consigue que todos sean perfectos, sino aquel que detecta los fallos, y los premia con soluciones viables, haciendo del aprendizaje algo sencillo y no frustrante. En la vida somos nuestros propios maestros, rodeados de pequeños maestrillos, que nos rodean y nos muestran qué debemos corregir.
Y apreciar la humildad, reconocer las equivocaciones, premiar el fracaso de los valientes que se atrevieron a entrar donde nadie lo hizo antes, es una tarea importante que debemos aprender.
Para innovar y prosperar, se necesita de ellos, de los fracasados insistentes, tenaces, esforzados, luchadores, respetuosos y humildes. Para alcanzar las metas, sean cuales sean, en todos los aspectos, son necesarias en nuestras vidas todas estas características. Esa debe ser nuestra lucha, convertirnos en uno de ellos.