Aprendices de psicólogos versus aprendices de brujos

Por Maribelium @maribelium

Supongo que mucha gente recordará aquella famosa película de Disney ("Fantasía"), en la que el aprendiz de brujo liaba una buena con unas escobas, por no saber suficientemente como manejar la magia, a pesar de tener algunas nociones de la misma.
Creo que además del divertimento que supone semejante historia, hay un trasfondo más profundo que analizar, en la historia. Y en este caso, he decidido hacer el símil del “aprendiz de brujo” con las personas que después de leer algún manual de autoayuda, hacer una terapia o unos cursillos de psicología, se consideran ya aprendices de psicólogos o mismamente psicólogos y deciden arreglar o interpretar la vida de los demás…
Por ejemplo, recuerdo en una comida, después de un congreso, que se me sentó delante uno de estos ”aprendices” y empezó a aleccionarme sobre la mente humana porque había leído un par de libros de psicología. Evidentemente, todos podemos tener nuevas cosas que aprender, y este señor podía darme alguna información desconocida para mí… Pero desgraciadamente este no fue el caso. El sujeto en cuestión se había leído un libro básico de un autor del que yo puedo haber leído unos 10 libros y pretendía darme una clase sobre el mismo, pretendiendo acaparar la conversación de toda una mesa de comensales. Fue una ardua tarea controlar la situación, pues harto difícil poner a raya a este tipo de sujetos, sin ofenderles. Así que con paciencia benedictina, opté primero por responder con educación a sus lecciones y finalmente por desviar su atención a otras temáticas más neutras. Pero el individuo hizo unos 10 intentos más de adoctrinarme, pues debía pensar que yo era de atención lábil y me volvía a recordar la cuestión, una y otra vez. Después de un rato, se debió dar cuenta de que otras personas tenían derecho a expresarse y a hablar de otras temáticas y cedió en su empeño.
En otras muchas ocasiones me he encontrado con otros “aprendices” que pretendían mostrarme las intenciones ocultas de otros, gracias a los manuales consultados, hacer diagnósticos a “ojímetro” o incluso tenían pretensión de terapeutas, pues daban consejos de andar por casa a sus amigos, para que así se resolvieran todos sus problemas (o eso anunciaban). Algunos incluso se me han ofrecido para participar en mis clases y enseñar a mis alumnos, lo que de verdad importa. Otros han venido a contarme una nueva teoría que era la verdadera y que dejaba fuera a cualquier otro autor, al que no habían leído nunca. Me pregunto como se puede corregir o mejorar una teoría de un autor al que jamás se ha leído…
Otras modalidades son decirle a la gente lo que piensa o siente, dado que según algunas teorías psicológicas, hay cuestiones inconscientes u ocultas, detrás de todas nuestras acciones o intenciones. Y esto no es lo peor, pues una cosa es pensar que alguien puede tener intenciones ocultas y otra muy diferente, pretender saber sin los conocimientos adecuados (al menos 5 años de la carrera de psicología o similar) y sin un proceso de análisis minucioso, lo que hay en el inconsciente de otro. Un análisis psíquico es algo muy serio y llevarlo a cabo supone mucho tiempo y esfuerzo. Además del análisis previo del mundo interior del terapeuta. Un análisis que no consiste en decirle al otro lo que piensa, sino en ayudarle a descubrirlo por sí mismo. Entre esto y jugar a los brujos, veo realmente muy poca diferencia. Más les valía a semejantes oráculos dedicarse a echar las cartas o a leer los posos de café… Seguramente generarían menos sufrimiento y serían más capaces de ver la realidad tal como es y no convertir el mundo en su mapa… Por hacer un paralelismo, os invito a imaginaros que vais de viaje por una carretera y que de repente pasa un burro y dice el que lleva ese mapa, supuestamente con todas las respuestas: “sigue, que el burro no está porque no viene en el mapa”.¿Resultado? Supongo que os lo podréis imaginar. Eso es precisamente lo que llegan a hacer muchos de estos “aprendices” en un mundo en el que es fácil el acceso a la información sin orden ni criterio, y donde es tentador, desde la egolatría y el narcisismo, llegar a pretender que se sabe lo que pasa en el mundo, en la realidad, en los otros, porque ya se encontró el mapa. ¡Menudo peligro! Mejor hubiera sido quedarse en la fase de jugar a las casitas de muñecas…
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