Aprendiendo a convivir

Por Sandra @sandraferrerv
Ayer, la mañana de sábado, la dedicamos, como no, a hacer recados varios. Comprar la verdura para toda la semana, ir a la recurrida tienda "de los 20 duros" (no sé por qué seguimos llamándola así porque todo vale muchísimo más dinero - será nostalgia de cuando las cosas eran baratas), y otras cosas que no vienen al caso. La cuestión es que el tiempo que anduvimos arriba y abajo lo pasamos con nuestros hijos.
No acabo de entender a esos padres que, por sistema, dejan a sus hijos a cargo de terceros (a menudo sufridos abuelos que también tienen que hacer sus recados o simplemente quieren descansar - recordemos que hay abuelos que no están jubilados). No digo que situaciones especiales como ir al médico o a una entrevista de trabajo tengamos que requerir la ayuda de otros. Pero para las cuestiones del día a día, sinceramente no lo entiendo.
Es cierto que ir con ellos es más pesado. Sí. Que Pequeña Foquita quiera llevar el carro de la compra cuando aún no se aguanta ni ella misma como aquel que dice, o que Bebé Gigante quiera meter todo lo que hay en las neveras en el cesto por sistema puede llegar a agotar. Pero así es la vida. Hemos escogido ser padres, para lo bueno y para lo malo. Aun recuerdo la respuesta de una comadrona a una mamá asustada pocos días antes de parir cuando le preguntó: ¿Cuando nazca mi bebé, dónde lo ponemos? Pues contigo, cariño. A partir de entonces, siempre estará contigo. (No lo invento, así tal cual sucedió).
El hecho de hacerlos partícipes de la vida diaria de la familia también es una manera de enseñarles. Si nunca van a una tienda a comprar, no sabrán que no hay que correr ni coger las cosas a lo loco; si nunca van a misa, no sabrán que han de estar callados; si nunca hacen las cosas, no las aprenderán. Como dice Bebé Gigante: ¿Cómo se aprende? PRACTICANDO.
Pues eso, la vida es una enseñanza diaria. No sólo han de aprender el abecedario o a sumar y restar, que también. Han de aprender a convivir, a estar en el mundo. Recogidos en casa de los abuelos mientras los padres hacen los recados tranquilamente no aprenderán que en la vida hay momentos para saltar y hacer el salvaje y momentos para estar callados y esperar.