Como todos los lunes contamos con Mireia Long para que nos hable de temas relacionados con la crianza y la educación de nuestros hijos que pueden cambiar nuestra vida a mejor.
Licenciada en Geografía e Historia, profesora, conferenciante, madre homeschooler. Ha trabajado además como periodista, publicista y actriz. Autora de los libros: “Una nueva maternidad” y “Una nueva paternidad”.
Hoy continúa con el tema que empezó la semana pasada en su post ¿Por qué perdemos el control y gritamos a nuestros hijos? y nos da pautas para dejar de gritar.
Aprendiendo a dejar de gritar
Me comprometía la semana pasada a daros algunos consejos para conseguir eliminar los gritos y poder comunicaros mejor con vuestros hijos.
La primera es convencernos de que igual que no le gritamos a nuestras parejas o amigos cuando nos exasperan sois capaces de no hacerlo con los niños y tomar esa determinación.
Realmente el primer paso indispensable es tomar esa decisión, igual que sois personas que no pegáis a vuestros hijos, vais a ser personas que no gritan cuando están exasperadas o cansadas.
El primer paso indispensable para dejar de gritar a nuestros hijos es tomar esa decisión
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Los gritos son violencia, agresividad, falta de respeto y causan daño. No os digo que tomar la decisión vaya a eliminarlos pero es un primer paso en vuestro cambio de hábitos.
Reconoced que no queréis tener esos métodos de comunicación es indispensable.
Pensad en cualquier costumbre o adicción, nadie puede dejarla si no es por propia voluntad, convencimiento y un compromiso personal muy potente.
Esa es la primera exigencia que debéis haceros.
Si vais a usar excusas de primeras es que, posiblemente, aunque no os guste dañar a vuestros hijos, no queréis cambiar. Aceptemos nuestras limitaciones, nuestra mochila, nuestros errores y que no vamos a ser perfectos, pero dejemos de escudarnos en que no vamos a poder, porque así, tenedlo claro, nunca podréis. Tomad la decisión firme.
Os aconsejo también pensar en las razones por las que les gritáis, vuestra infancia y como os sentíais de mal cuando os gritaban (y no queréis que los niños se sientan así), que analicéis las situaciones que os superan y trabajar para simplificarlas (la hora de dormir, los deberes, que se peleen…).
Trabajad sobre esta cuestión: razones por las que gritáis, momentos en los que suele haber problemas que conducen a que gritéis y razones por las que no queréis seguir haciéndolo.
Este proceso es personal. Debéis escribirlo y reflexionar sobre ello. No lo toméis como algo que yo puedo hacer por vosotros aunque esté dispuesta a ayudaros. Pero una cosa os digo, este trabajo que hacéis ahora, doloroso, fructificará. Es posible dejar de gritar o, al menos, evitarlo en la mayoría de las situaciones en las que ahora lo estáis haciendo.
Las razones para dejar de gritarles es un argumento muy poderoso. Tenedlas siempre presentes y una forma de mantenernos motivados es visualizarlas cada día.
Podéis hacer vuestra propia lista pero os propongo poner este cartel en vuestro armario con las razones por las que no queréis gritar: les hace daño, estropea la comunicación, enseña malos hábitos, os aleja de ellos, os hace sentir fatal y mirarlo cada mañana para que el día comience con un mensaje claro. Esto, al principio, es importante pues estamos cambiando un hábito, quizá, muy arraigado.
Reconoced los síntomas de la ira y acostumbraos a respirar hondo y apartaos mentalmente de la situación para tratar de empatizar con el niño.
Reconoce los síntomas de la ira y apártate mentalmente de la situación para poder empatizar
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Podéis incluir en vuestras rutinas vitales ejercicios que os ayuden al autocontrol: meditación, relajaciones, deporte. Cuando estéis con los niños estad con atención plena, nada de teléfonos, charlas con otros, estad atentos y disponibles, hablándoles despacio y a su altura, y recordando que los niños no asimilan las instrucciones y normas la primera y que tienen mucha menos experiencia que nosotros.
La paciencia y la observación son fundamentales.
La cuestión es saber parar a tiempo, antes de no poder más, relajaros y entonces atender el conflicto, pensando la relación que de verdad queréis tener con vuestros hijos ahora y cuando sean adolescentes y a lo largo de toda vuestra vida.