Generalmente cuando conocemos a nuevas personas tendemos a estar a la expectativa hasta que, con determinadas acciones, nos convencemos de que estamos en terreno seguro y podemos bajar la guardia desmontando nuestro ancestral sistema de paralización-huida-lucha.
Una vez llegado el punto de comodidad donde nos permitimos conocer a alguien y dejamos que esa persona nos conozca es porque hay ciertas características que nos han hecho conectar, como, por ejemplo, el tener gustos o intereses parecidos, compartir el mismo tipo de trabajo, tener conocidos en común y otra serie de rasgos que nos hacen entrar en un área de intimidad.
Cuando valoramos una personalidad psicópata es posible descubrir en ellos estas habilidades que los hacen identificar con rapidez esos elementos que te hacen vulnerable y, como se dice en el lenguaje común, bajar la guardia. De estos elementos precisamente son de los que se aprovechan para hacerte entrar en esa espiral destructiva de dominación donde percibes que solo de él obtendrás lo que buscas.
Pero, ¿qué te diría si esas mismas habilidades las puedes tener a tu disposición para poder lidiar con distintas situaciones de la vida en las que te pueden ser extremadamente útiles?
Cuando nos encontramos en una cita de negocios, queremos preparar una sorpresa a nuestra pareja o salir de un ciclo vicioso que no nos deja avanzar en nuestro trabajo, dichas técnicas van a resultar de gran ayuda, siempre teniendo en cuanta que, el impacto sería completamente neutral para la persona en la que se estén aplicando y, si contamos con el componente más esencial que define al ser humano sano, la empatía.
Pues en su libro Aprendiendo de los Psicópatas, César Landaeta nos brinda una serie de estrategias que nos pueden servir para hacerle frente a cierto tipo de situaciones y lidiar con personas que muchas veces no tienen los mejores sentimientos hacia tu persona.
Comenzando con la premisa de que autocensurarse no sirve de nada, nos invita a poner nuestros límites un poco más allá y ser capaces de ver que no siempre dar una respuesta merecida o expresar tu punto de vista, aunque discrepe con el del compañero, te hace mala persona, simple y sencillamente porque somos capaces de tener en cuenta las consecuencias de nuestros actos y porque la repercusión no siempre tiene que llegar a ser catastrófica sino educativa en muchos casos.
Aplicar este tipo de estrategias cuando es necesario y midiendo las consecuencias puede ofrecerte buenos resultados en el ambiente profesional, o incluso, con las parejas a la hora de llevar a término un conflicto o preparar una sorpresa.
Controlando herramientas como el lenguaje corporal y escrito, la expresión de tus sentimientos y el saber interpretar lo que la otra persona necesita de ti tienes un equipamiento extremadamente poderoso.
¿Cómo y cuándo utilizarlo? Aquí te animamos a descubrirlo.