Autor: Guillermo Moreno
Portada: Roberto Cruz
Publicado en: Febrero 2017
¿Que secretos oculta la Corona de la Soberania? ¿Será la clave para la salvación de Atlantis... o para su condena??!!!
Resumen de lo publicado: Mientras Mera consigue detener a duras penas el avance de los Auritas en las fronteras del reino, las otras crisis que enfrenta Atlantis aún siguen amenazándoles. Aquaman y el Amo del Océano aún continúan en Skartaris tras localizar el místico objeto conocido como la Corona de la Sobernía y Tempest se yergue como la última línea de defensa de Poseidones frente al asedio al que es sometida.
Skartaris
La villa, en tan poco tiempo, había cambiado. Los estragos de la batalla que mantuviesen cuando Orm y Orin aparecieron eran cosa del pasado; a Aquaman le asombró cual dedicados y laboriosos eran los nativos. Orm por su parte no pudo más que asombrarse y en el fondo de su mente elucubrar que ¿De qué serian capaces estos skartarianos bajo el liderazgo adecuado? “debería buscar una forma de volver, una vez superado todo esto” pensó. Este tren se hizo frecuente y sonoro, hasta que recordó algo que había dejado de lado ¿Qué pasara con quien use la corona? Su mirada se dirigió directamente a la bolsa.
—En ella Orm, hijo mío, se encuentra la esencia del mismo Océano— le dijo en su momento la consorte de Poseidón a través de los labios de su amante— no me refiero únicamente a la masa de agua, sino a la entidad, a la sustancia tras ellas. A una voluntad tan antigua como el principio de los tiempos. Una entidad solida, compacta e inconmensurable.
Recordó que en aquel momento desestimó la advertencia de la Diosa. Ahora, con el objeto en su haber, su mente no pudo viajar al momento en el que las advertencias fueron planeadas. “¿Qué efecto tendrá corona sobre quien se la coloque?” hasta ese momento solo había pensado que el portador recibiría un poder inimaginable, pero ahora caía en cuenta de algo “¿Qué será de la voluntad del portador?” “¿Océano lo obliterará o por el contrario se dejara controlar?” la respuesta más obvia era no. Se puso en los zapatos del titán. Él en su lugar saldría de esa prisión aplastando todo a su paso y buscando venganza. No pudo evitar sonreír frente a aquella imagen, lo hizo hasta que cayó en cuenta de que el trío de bienhechores lo miraban raro. “Si Arthur, tu hermano tiene varios tornillos sueltos” moderó su actitud o Arthur deduciría que él estaba planeando una triquiñuela, no le hacía falta ser Sherlock Holmes para llegar a ese tipo de conclusiones.
Centró su atención en la conservación que Aquaman y Travis Morgan tenían, pero sus pensamientos se volvían circulares. La idea de usar la corona le asustaba por varias razones: una de ella es que tenía un reino propio, pequeño pero suyo. Otra es que había alguien que dependía de él ¿De verdad amaba a aquella sirena? Sí, bueno… al menos sentía algo, lo suficientemente fuerte y coherente para preocuparse por ella. Y luego sentía miedo de perderse en aquel poder. La idea de perder el control era lo que más le asustaba; pero más que eso la perspectiva de Orin alcanzando una cuota de poder tan alta, le espantaba más. “Con mi suerte, y la de él, seguro termina domeñando todo ese poder” la idea del rubicundo señor del atlántico transformado en una divinidad le daba repelús. “Si tengo suerte enloquece e inunda todo el mundo de los respira aires”
—A pesar de todo, no puedo negar que ha sido un placer viajar con ustedes y haberles ayudado— Travis Morgan le tendió la mano a Orm, este se asombró por aquel gesto que lo sacó bruscamente de sus ensoñaciones. Mecánicamente estrecho las manos del otro hombre.
—Igualmente— replicó mecánicamente— espero que la próxima vez que nuestros caminos se crucen sea por una causa favorable.
— ¿Te sientes mal? ¿Puedo usar mis dones para sanarte en caso de que tengas fiebre?
—No me toques con esa cosa asquerosa. ¡Te lo advierto!
—Mucho mejor, la verdad que sí— intervino Morgan— Machiste y yo seguiremos nuestro camino.
El Amo del Océano observó como aquel par se alejaban del muelle y se internaban en la villa. La verdad es que le daba igual lo que les ocurriera.
—Salgamos de este agujero— dijo, en el fondo estaba ansioso por volver a la Tierra.
—Un momento— Aquella expresión de Orin lo asombró, por su mente pasaron una serie de ideas, la principal: Me ha descubierto —Yo quisiera saber cómo funciona esta cosa— Aquaman levantó el saco.
—Supongo que te otorgará el poder sobre todo el Océano terrestre, tendrás el mismo poder que el titán.
—Eso es mucho poder— silbó con fuerza.
—Es cierto, por eso yo…
—Ni hablar
— ¡Oh vamos, Orin! ¿No te fías de mí?
— ¿Por qué debería?
—Muy astuto de tu parte. Entonces ¿La usaras tú?
—No antes de que Vulko la estudie.
—No creo que Atlantis tenga tanto tiempo. A menos que amenaces y tortures al Sabio.
—La curiosidad será suficiente acicate.
—Pero si la situación en la tierra se ha salido de los parámetros, yo la usaré.
—Eso no—. La respuesta tajante de Aquaman lo dejo descolocado, trató de replicar pero el héroe le lanzó una gélida mirada.
—Está bien… ¿Qué es una raya más para una barracuda? Tienes al reino, el poder, la fama y a la chica, ser un Dios era el paso obvio.
—Córtalo, Orm
—Cortado, Orin—soltó y puso una expresión compungida, pero en el fondo sonreía.
Atlantis
Garth seguía en posición de loto rodeado por aquel osario carbonizado. El empeño de aquel adversario no había menguado, muy por el contrario el pueblo atlante había visto renacer en ellos un furor sin nombre.
Las milicias guiadas por Vulkos salieron a darle fuego de cobertura al joven Tempest. En cuestión de segundos se presente una batalla campal, por los flancos cuya finalidad era desviar aquel maremágnum de criaturas abisales.
La movida fue efectiva, Vulko se percató de ella cuando escaneó las variables vitales del joven atlante. Tempest estaba haciendo menos esfuerzos para detener a aquellos seres, pero no tardaría en llegar a su límite. De acuerdo a las investigaciones que había revisado el sabio atlante, la magia era una energía capaz de llevar a cabo portentos, pero como energía al fin y al cabo, se transformaba en otra cosa y migraba de un lugar a otro, dejando un sitio vacio y otro lleno. En este caso quien podría queda totalmente despojado de esta energía era el joven.
—Mi señor vuelva pronto— masculló el sabio, mientras comenzaba a pensar en ¿Qué iba a hacer? No tenía en su haber un arma lo suficientemente poderosa como para borrar de un plumazo a todos esos seres. Nunca había hecho falta; y la idea de crear algo así le repugnaba, además aquello le tomaría mucho tiempo, y si había algo de lo que estaba escaso era de tiempo.
—Un grupo de aventureros ha logrado romper el flanco derecho de la horda, y ha desviado a una buena cantidad de ellos, los están alejando todo lo que pueden.
—Excelente—respondió de forma mecánica, sabía que a pesar de aquella acción el numero no menguaba— tráiganme a un sujeto vivo… es hora de hacer ciencia.
—Sí, mi señor— se percató del temor repentino que surgió en el rostro del mensajero. “se ha percatado de que he tomado una decisión drástica y demente”
Mar de los Sargazos. Fronteras con el Reino de Atlantis
—Como ordenó su majestad, la cueva ha sido sellada. Los prisioneros han sido ubicados en un valle en las cercanías. Y las naves se preparan para barrer este sector.
—Muy bien.
— ¿Volveremos a casa?
—Aun no, debemos establecer un perímetro de seguridad para Atlantis. Además de reubicar a los auratis.
—Hemos identificado una serie de promontorios, que nos permitirían establecer puntos de vigilancia— replicó Rodunn.
Al cabo de unos minutos llegó un comunicado. La calma abandonó el rostro de Mera, quien con presteza tuvo que alterar sus planes.
—Dejaré esto en sus manos capitán. Poseidonis está bajo asedio, debo llegar cuanto antes.
—Déjeme acompañarla, mi Reina. Los nobles pueden hacerse cargo del perímetro…
—No— le atajó— no me fio de ellos, algo me dice que buscando fama y más poder podrían iniciar el exterminio sistemático de los aurati.
—Son un peligro
—Nadie merece ser exterminado por eso. Los hemos derrotado, eso es suficiente. Los dejaremos vivir en paz en estos terrenos. Al fin y al cabo fueron víctimas de alguien más.
—Entiendo.
—Prepararemos una serie de fortificaciones, y si todo sale a pedir de boca, en poco tiempo estableceremos a colonos en esta zona. Tal vez la cercanía de la civilización permita que los auratis cambien sus formas de ser.
—No estoy muy seguro mi reina— la pelirroja sonrió.
—Debo ponerme en marcha.
—Nada de eso, mi señora. Prepararé una nave para que la lleve. Les ordenaré que vayan a toda máquina. Usted se ha excedido, no podrá llegar por su cuenta.
Mera se preparaba para replicar, pero en ese momento cayó en cuenta que el capitán tenía razón. Ella había cargado todo el peso del conflicto, nos sabía como aquel exceso de esfuerzo estaría afectando sus dones.
—Daos prisa entonces. Nuestro pueblo no puede esperar más.
Al norte del Reino de Atlantis
El agua reverberó alejando de la zona a cualquier ser marino. Las emanaciones místicas viajaron a gran velocidad, aun más que el sonido y establecieron un puente entre ambos mundo. En cuestión de segundos la realidad se vio rasgada y de ella, como recién nacidos, surgieron Aquaman y el Amo del Océano.
A los dos hombres les dolía todo. Desde el cabello hasta la uña del pulgar del pies izquierdo. Les tomó unos segundos adaptarse al entorno, pero por encima de ello a la vibración de su universo. La primera vez había resultado ser más sencilla, Orin no entendía el porqué esta vez resultaba tan dolorosa.
—Hogar, doloroso, Hogar— barruntó Orm, mientras se estiraba para despejar su mente de tanto dolor—. Ahora ¿Qué haremos, su majestad?
—Ir a Atlantis, no es obvio. Busca uno de esos “conductos” que nos trajo hasta aquí la primera vez.
—A mi me gustaría nada un poco— replicó Orm. Aquella actitud le pareció extraña a Aquaman, quien se percató del ánimo reflexivo y flemático que había invadido a su hermano “¿Será por la corona?” se preguntó una y otra vez el Rey de los Siete Mares. “¿Le teme o ansia a su poder?” “Sin duda desea que yo baje la guardia para hacerse con la corona” cuando estuvo en Skartaris aquel objeto no le causo resquemor alguno, pero ahora le transmitía una sensación urgente. El agua alrededor de este se ha calentado un poco, y cada vez le genera más aprehensión.
—Sabes, me paree buena idea— respondió el Rey e inició la marcha. Mientras comenzó a expandir su voluntad, tratando de tocar a las criaturas marinas más cercanas. Con suerte encontraría a unas marsopas parlanchinas o a una ballena que les diese un aventón.
La estrategia de Aquaman dio resultado, pero no como él esperaba. No había marsopa o ballena. Quienes respondieron a su llamado fue una escuela de tiburones, y en pocos segundo los atlantes iba nadando tomado de la aleta dorsal de aquellas bestias. Mientras tanto, la mete de Arthur divagaba sobre los posibles efectos de la corona y la actitud de Orm.
Al final, después de pensarlo mucho, decidió correr el riesgo “Es mejor que la tenga y use yo a que caiga en sus malas manos” dicho esto, acicateo a los escualos para que apresuraran el paso. Algo le decía que su ciudad no lo estaba pasando bien.
Atlantis
Garth estaba al límite. Aquella entidad no sentía remordimiento alguno por las criaturas que estaba usando, y al parecer el tiempo le importaba muy poco; pues estaba enviando oleada tras oleada de criaturas a morir. Por su parte, las acciones llevadas a cabo los milicianos tenían escaso efecto, cada grupo que era separado por los ataques repentinos y las retiradas sorpresivas, eran sustituidos por otros. Aquella era la historia sin fin.
“Ríndete o perece” era el mensaje que aquellas acciones le transmitían, pero él estaba más dispuesto a morir que a ceder frente a un ser dispuesto a arrasar con la ciudad más importante del océano atlántico. Hizo acopio de voluntad y fuerzas y fortaleció las murallas. Más vidas fueron sesgadas por su hechicería “puedes con el cargo de conciencia” aquella idea surgió en su mente al percatarse de cómo el osario aumentaba. Lo sentía a través de todos los sentidos. Pero no solo eran las vidas de las criaturas abisales las que se estaban perdiendo, pues podía sentir la sangre atlante en el agua. Aquella batalla estancada se había vuelto muy cara para el reino.
—Coloque eso allí. Perfecto. Esta pieza debe embonar con la otra. Sí, de esa forma. Mueve aquel punto unos grados más… un poco más… te has pasado…. Si, a la izquierda. No la tuya, la mía…. De acuerdo, allí. Tú, rápido conecta esa toma a la otra, sin miedo. Excelente— Vulko sacó de su bolso una serie de protectores y se lo facilitó a sus asistentes— Tu crea un perímetro libre de ciudadanos, esperemos que esto apenas los afecte. Tú, en cambio, tendrás la tarea más difícil. ¿De verdad eres el nadador más veloz? Me fiare de tus palabras— le tendió una especie de collar— colócalo con cuidado alrededor de Tempest, eso debe darle algo de protección.
Garth sintió que le colocaban algo, estaba consciente de que el adversario no contaba con aliados entre los atlantes, al menos ya no. Por lo tanto, dedujo que debía tratarse de alguna artimaña de Vulko. Una parte de él elevó una plegaria para que, sin importar lo que estuviese haciendo el sabio, aquello diese resultado. Otra parte, oró para que el hombre no lo estropeara. No más terminó su plegaria sintió como la opresión permanente contra la barrera disminuía, mientras que el olor a sangre inundaba todo a su alrededor. Fue capaz de percibir como las vidas se iban apagando una a una, y el peso sobre sus hombros disminuía.
—Eureka, lo conseguí. ¿Han visto como caen uno tras otros? Sí, ha sido un ataque sónico. Es una cuestión muy simple, todos los seres vibran a una frecuencia determinada. Un científico de la superficie escribió sobre ello hace décadas. Si uno encuentra a la velocidad que oscila un ser vivió puede hacer, por medio del entrelazamiento cuántico, que dos objetos se vinculen y comiencen a oscilar a la misma velocidad, alterando la naturaleza de ambos. En este caso, nuestros enemigos oscilaron hasta que la estabilidad atómica se deshizo. Joven, esa imagen es horrible, no volveré a comer puré de algas en toda mi vida… y vaya como me gustaba.
Lo sintió, si no había duda, lo había sentido. Aquellos seres lo habían golpeado con fuerza y deshecho su horda. El olor a sangre se hacía más intenso a medida que se acercaba al punto. La furia comenzó a crecer en el ser, no sentía nada igual desde aquella vez, que aquel trío de “dioses imberbe” le hicieron frente. Los recordaba como si hubiese sido ayer. Heraldos del caos hastiados de esperar su turno para regir en el mundo material, habían traicionado a su estirpe para unirse al orden. Con nuevas ideas y fuerzas, lograron suprimirlo a él y a sus pares. ¿Qué habrá pasado con ellos? se preguntó la entidad, recordó que no tuvieron ni las fuerzas, ni las agallas de darle muerte, en vez de eso lo pusieron a dormir.
Mientras nadaba cedió ante la curiosidad y tocó la mente de su vehículo. Urano, Gea y Océano, se habían enseñoreado de la creación, el ultimo reclamo su reino. Habían engendrado entre ellos a muchos chiquillos, hasta que los nuevos imberbes se volvieron contra los viejos: Cronos y Rea, a la cabeza destronaron a los tres. “la traición se lleva en la sangre, como una mancha” grande fue su sorpresa cuando los supo que el nieto de Urano traicionó a su padre, esta vez con cuatro a la cabeza. “Así que mi vehículo es el nuevo señor de los mares” aquello le pareció delicioso al durmiente, traición tras traición, la ambición de aquellos dioses imberbe le habían devuelto el poder a la entidad primigenia pero ¿De quienes descenderían aquellos que le hacían frente? Su vehículo no le dio respuesta.
—Ya lo descubriré y se arrepentirán de ello— grito el durmiente con fuerza mientras se aproximaba a la ciudad.
Atlantis
El olor a sangre era tan fuerte que, a miles de kilómetros, Aquaman, el Amo del Océano y los escualos fueron capaces de percibirlo. Aquello, lejos de animar a los atlantes, los agobió.
—Es hora de buscar un torbellino o de mi ciudad no quedará nada— Orm lo sopeso durante un rato, y luego aceptó.
Con premura los hermanos se alejaron de los tiburones, pues temían que estos se volviesen contra ellos al enloquecer por el olor a sangre. En poco tiempo dieron con el torbellino, y saltaron sobre él.
El viaje fue ajetreado, pero mucho más rápido. Aquellos túneles de agua impulsaron a la pareja, quienes salieron frente a un promontorio cercano a la ciudad. Allí fueron testigos de una escena dantesca. Una horda de cadáveres variopintos rodeaba a la ciudad, mientras que lo que parecía ser un gigantesco pez multicolor se acercaba hecho una furia a Poseidonis.
— ¿Entonces? ¿Cuál es tu decisión, hermano?
—Yo usaré la corona— Aquaman sacó el delicado objeto de la bolsa, con premura y sin mediar palabra se colocó el objeto sobre la cabeza.
Inicialmente no sintió nada, pero el océano sí. Todo se detuvo. Vientos, corrientes. En la superficie los humanos se asombraron, el pánico abrumó a las criaturas marinas. Y algo atrajo la atención del gran pez.
Luego Aquaman sintió como un helor crecía desde el centro de su ser y subía hacia la cabeza.
— ¿QUIÉN ME HA DESPERTADO?— escuchó en su mente— ¿QUIEN HA SIDO TAN TONTO, PARA LIBERAR AL TITÁN OCÉANO DE SU PRISIÓN?.
El Monte Olimpo.
Un melancólico Zeus se encontró frente a frente con su cuñada Anfitrite.
— ¿Qué has hecho?
—Ha sido nuestro hermano, padre de todos. Ha liberado fuerzas que no podía domeñar, ilusionado por una idea tonta y ambiciosa, según la la cual los olímpicos volverían a tener peso y significado en el mundo. Como si nuestro campeón no nos hubiese enseñado lo contrario.
—Campeones— le corrigió el Cronida.
—Campeones, amontonador de nubes. Tomad vuestra egida, llamad a tu campeón, porque el hombre está a punto de perder los mares.
—No le debo nada al hombre moderno— soltó— solo me ha traído pesares
—Sin ellos, no somos nada. No seremos ni un ensueño. Ni el señor Oniro podrá hacer algo por nosotros.
—Haced como a bien tengáis, mi señora. Tenéis permiso para llamar al campeón— hizo una pausa— yo esperaré un poco más.
—Entonces partiré a Themiscyra con vuestra venia.
—Sea… la suerte está echada.
Continuará...
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