Al comprador potencial, al aficionado o al curioso sencillamente, este librito puede pasarle desapercibido o ser directamente desdeñado en una rápida ecuación que relacione, errónea y apresuradamente, calidad y extensión. En tiempos de libros al peso un mini-volumen como este Hecho en Europa que hace de la síntesis su mayor virtud quizás parezca un pescadilla y en un mar de cetáceos. La realidad es que resulta una obra más que recomendable, especialmente para el lector (espectador) que desee un mapa útil y manejable con el que moverse en el ingobernable territorio del cinema bis, en esas dos décadas (el marco cronológico se concreta entre 1960 y 1979) y esos cuatro países que protagonizaron la edad de oro de las coproducciones: Italia, Francia, Alemania y España, dejando la presencia de Inglaterra muy reducida, quizás para una segunda ocasión o bien debido a la “especificidad” de su cinematografía de género y a su escasísima participación en este sistema de financiación, rodaje y distribución.
Auspiciado por el Ayunta
Lee Van Cleef martirizando a Marilú Tolo en la coproducción italoalemana de 1968 Commandos (Armando Crispino)
Nino Ortea abre fuego con el capítulo más comprometido, “Visión Global”. Obligatoriamente superficial por razones de espacio que impiden la contemplación del sinnúmero de variables que alumbraron está época de prodigios y desfachatez acierta a engastar los movimientos culturales, las estrategias comerciales, la decadencia del modelo hollywoodiense y dos factores tan determinares como fueron el azar y la oportunidad.
George Hilto en Tempo di massacro (Lucio Fulci, 1966)
En el segundo Antonio José Navarro entra de lleno en el spaghetti-western con su intensidad habitual deteniéndose en las marcas personales del mismo. Sus personajes anti-heroicos, su nueva amoralidad, la violencia extendiéndose por todos los rincones de metraje e historias, su estética de la mitología bárbara, la estilización enloquecida de su modelo americano…. Brillante y enjundioso, un resumen potente del que es, seguramente, el género más importante (por producción y duración en el tiempo) de entre los surgidos en la época. Por desgracia se acoge en exclusiva al eurowestern post-Leone, quedando relegadas la interesantes aportaciones previas del cine español (Joaquín Romero-Marchent, principalmente) o del alemán a través de los entrañables Winnetou y Old Shaterhand creados por Karl May y que aparecerán en un apartado posterior centrado en las adaptaciones de novelas.
“Por algunos tanques menos” es la cabecera que usa Carlos Aguilar en el primero de sus textos, muy interesante por cuanto se centra en el poco estudiado género bélico nacido al calor comercial del atronador éxito de los Doce del patíbulo (Robert Aldrich, 1966). Quizás sea el autor que más cómodo se encuentra en el formato gracias a su bien entrenado músculo en las distancias cortas y a su prosa exacta y afilada. Define con precisión y repasa sin miramientos las entretelas de un sub-género necio y monocorde como pocos que cuenta con escasísimas aportac
Pablo Fernández abre el apartado dedicado al Fantástico con un recorrido por las variantes británicas, italiana y española que se detiene en títulos señeros y remarca sus características fundamentales con mucho acierto. Perjudicado por la falta de espacia el artículo resulta una tanto esquemático pero clarificador, al preocuparse por contextualizar los movimientos en su propio marco sociopolítico. La ciencia ficción es vista por Pablo Herranz pasando por Italia, Francia, Inglaterra y España y da como resultado uno de lo capítulos de más interesantes, debido a lo escasamente tratado del género. Nuevamente queda claro como los diferentes países y sus contextos (sensibilidades estéticas, posibilidades técnico-económicas,…) determinan los distintos enfoques sobre la materia. Parcial, sin duda (encima se quedan fuera las atractivas escuelas del Este) pero meritorio como prospección.
Tomás Fernández Valentí penca con el que seguramente es la sección más extravagante y el cine más birrioso de todo el volumen, repasando el legado de los hijos (y sobrinos y primos) tontos de Tarzán en un apartado descacharrante que el autor afronta con su habitual claridad expositiva y una tonelada de sentido del humor. Contra pronóstico logra uno de los capítulos más jugosos del libro partiendo del peor material posible. No está tan lucido en cambio en su siguiente cometido, la primera entrada de las tres dedicados al euro-thriller, donde entrega un trabajo irregular (como excusa hay que reconocer que el empeño era titánico) no especialmente inspirado al hablar de Francia y especialmente del caso italiano (poco estudiado todavía) o el
Heinz Drache, hombre bueno del krimi
inglés, sorprendentemente pobre y obviando la corajuda escuela gangsteril de finales de los 70. Aunque se entona notablemente al reivindicar el krimi alemán -por cierto, una cinematografía popular emergente como queda apuntado a lo largo de todo el libro- y al detenerse en el tristemente olvidado caso español. Invisible y ninguneado por sistema, pese a fogonazos de vitalidad dignos de revisar.
El burbujeante y descaradamente camp spionistico encuentra en Carlos Aguilar a su mejor valedor, redondeando un trabajo de desbroce que se centra, primero en las características de estos pseudo-bonds y se lanza después a un ágil conteo que descarta memeces e ilumina logros olvidados, como los trabajos del excelente Sergio Sollima con el agente 3s3, los delirios autoconscientes de Jesús Franco o, incluso, cintas de rara personalidad como el Assassination (1967) de Emilio Miraglia, más cerca de la sordidez que del encanto internacional.
Giorgio Ardisson: Agente 3S3
El giallo cierra el círculo con una nueva aportación de Freixas y Bass, atemperando su habitual sintaxis juguetona para desentraña las coordenadas de un género italiano por antonomasia, perverso (la belleza del acto de matar) y ambiguo por naturaleza (la importancia del punto de vista) que además enlazan con el clima sociopolítico
El cuarteto de cierre se aleja del estricto género, del análisis de movimientos para centrarse en la confluencias/influencias con/de factores capitales a la evolución de los mismo, ingredientes de un potaje multirrefrencial, inconscientemente post-moderno. Carlos Aguilar firma uno de los mejores textos del libro bajo el título de “Casi se ve, casi se toca”, rendido canto a las diosas de un celuloide imposible, sirenas de turbador erotismo, malsano atractivo y fundamental importancia en el éxito del invento. Fascinación de cine de barrio y corporeización de un imaginario ideal irrepetible. ¿Mis favorita? Barbara Steele, Marisa Mell, Soledad Miranda, Marilu Tolo, Florinda Bolkan, Edwige Fenech, Rosalba Neri…
Javier G. Romero avanza por esta misma (u otra muy parecida) senda para desentrañar las relaciones entre el lenguaje del cómic y sus contrapartida cinematográfica en base a las adaptaciones que se emprendieron en los 60 y 70, de las que salió un montón de morralla, algunos títulos divertidísimos y una obra maestra como el Diabolik (1968) de Mario Bava, precisamente aquella que superaba sus orígenes por los cuatro costados al tiempo que integraba con fluidez y estilo el lenguaje y el ritmo propios de la viñeta. Una relación tormentosa que se mueve entre la hibridación, el malentendido, la mímesis y la condescendencia, dando cuenta de que las diferencias profundas son más determinantes que los parentescos superficiales. Despedida y cierre con un recuerdo a las capitales bandas sonoras de la época, razón insoslayable de la tremenda potencia comercial del cine de género de la época y en muchas ocasiones tan por encima de los filmes a los que pertenecían que los hacían parecer hasta buenos. Ángel García Romero repasa por países la evolución musical europea (nueva atención destacada a las aportaciones alemanas y sanción para la pobreza española) aunque Morricone se imponga como figura esencial, atravesando fronteras, géneros y estilos, en definitiva creando una sincrética sonoridad nueva, rabiosamente diferente, absolutamente arrebatadora, símbolo perfecto de un cine y una época.