Lo aprendido por el veinteañero Witney de Busby Berkeley (casi una técnica de stop motion) y la experiencia del veterano English cristaliza en doce capítulos, una exhalación, que conmueven más por su precisión y su espíritu inarredrable que por su ingenuidad, nada infantil en todo caso.
Aquella vieja diatriba entre dinamismo y reflexión, un cine donde se ejecutan automatismos según estímulos y reacciones vs un cine acompasado a los distintos tiempos del pensamiento, que no es tanto la del primitivismo frente a la modernidad (si fuese así, Keaton sería el paradigma de lo antiguo y en realidad no hay cineasta más inmarchitable), sino más bien la de la eficacia frente al énfasis, queda absolutamente diluida cuando se halla un ejemplar tan puro como "King of the Royal Mounted", que no quiere ser otra cosa que elocuente.
El pasado, el futuro incluso, la trascendencia de los acontecimientos vividos (estamos en los prolegómenos de una guerra en Europa cuando se publica el comic y ya en la antesala de la entrada de Estados Unidos en la contienda cuando se estrena el film), la propia integridad personal de King, su padre y los chicos, no ocupan un lugar predominante en el plano.
Habrá quien sólo vea entonces pueril patriotismo y sacrificio orgulloso en horas propicias para alinearse frente a la amenaza de una hipotética invasión, pero no parece que planificando para veinte días el rodaje de más de 200 minutos, con 130000 dólares y con el aval de tantos trabajos anteriores y en particular la exitosa, no precisamente "comprometida" e igualmente encantadora "Drums of Fu Manchu" a English y Witney les ocupara otra cosa que la, esta vez sí, ancestral cuestión de crear la ilusión de que veinticuatro fotos fijas encadenadas en un segundo parece que se mueven.