Una interesante costumbre que tenían las gentes de España hace siglos era la contraposición entre aquelarre y mascarada, eran fiestas populares de aldea en especial en el norte de la península.
En el aquelarre las mujeres se van del pueblo, salen al monte para hacer corro en un lugar alejado, si había grandes cavidades se utilizaban para estar ellas más recogidas; la condición indispensable solía ser ir vestidas de negro o colores muy oscuros y con la cara y manos bien lavadas. Era una celebración femenina a la cual no podían asistir los hombres, ni de niños siquiera. En España fueron prohibidas y perseguidas por la Iglesia Católica Romana al no poder “asistir” sacerdote alguno, por tanto se consideró algo pagano y castigado por la Inquisición, incluso con penas de muerte.Las mujeres se quedaron sin su antigua celebración primaveral de comunión con la naturaleza una vez al año.
En la mascarada los hombres los hombres salen a las afueras de la aldea o pueblo para disfrazarse y tiznarse la cara, vestidos con sábanas blancas o algo similar, aullando y haciendo el ganso bajan a la plaza o lugar más amplio de la localidad donde estarán cantando y bailando hasta caer rendidos, para demostrar que son los amos del lugar.Los hombres sí conservaron su fiesta de virilidad y dominio de lo civilizado: las localidades donde vivían. Se conservan diversas variantes de la mascarada, con ropajes de animales y cosas así, pero en nuestros días todo ha quedado reducido a bochornosos carnavales desprovistos de todo sentido ancestral, tan solo es algo lúdico sin mayor interés.Daniel Paniagua Díez