Aquellos años idiotas…(1)

Publicado el 16 julio 2011 por Francissco

Con drogas y a lo loco.

El plan era genial y absolutamente seguro, ejem. Entraríamos en Chocolate a las tantas de la madrugada y nos  zamparíamos allí dentro una “estrella” de LSD. Aquella discoteca tenía diseño de caverna alambicada, estalactitas, mucha oscuridad y estaba llena de góticos familia del conde Drácula.

En el momento de ingerir la “cosita”, acompañándola con una sencilla Fanta, tuve una especie de presentimiento negativo, como de meterme en algo demasiado gordo. “A la media hora o así empieza a subir. Y dura muchísimo…”. Eso decía uno con cara de éxtasis y yo me temía que fuera cierto.

Obviamente, lo que ingería apenas sabía a nada, era un simple soporte de papel. Deambulamos por la discoteca de la forma habitual, saludando aquí y allá. La media hora pasó, la sala se llenaba de más  y más “vampiros” y la música se volvía más penetrante y  desquiciada. Aquel sonido me encantaba y de siempre me hacía pegar unos botes tremendos, cosa que me puse a hacer.

Pero lo que pasaba esa noche  es que me resultaba difícil bailar con unos brazos  que parecían “soltarse” a cada momento. Lo compensaba el hecho de que notaba las piernas ligerísimas y como de goma. Era algo cojonudo, porque te permitía alcanzar los  espasmos desorbitados que aquella música parecía pedirte. La sensación de los brazos pasó, el sonido me entraba hasta por las costillas y me notaba un frenesí y una comezón danzarina como nunca en mi vida, santo cielo ¿sentirían eso las tribus salvajes en trance?

“¿Nos estará subiendo ya?”. La pregunta, por lo anterior, ya tenía respuesta. Yo miraba las paredes y me daba la sensación de que las recorrían unas arañas planas y grandotas con unos colores imposibles, los mismos que se veían por todas partes. Era como estar dentro de un TV con el mando del color a tope.

De seis que éramos tan solo estábamos tres, todos con los ojos como platos y masticando chicle como posesos. A nuestro lado había un tipo altísimo, de negro y con capa que, en aquel estado me parecía Lestat el vampiro. Sostenía con aires de estrella del rock un vaso de lo que fuera. “Seguro que es sangre, jijiji”, solté yo.  Aquella simple tontería tuvo un efecto brutal, como el de una bomba hilarante: “JAJAJAJAJAJAJAJ. JAJAJAJAAJAJAJ”. Nos resultaba imposible aguantarnos la risa, era como estar poseídos. “Mira, mira, el draculín tiene un tacón roto, con razón va torcido” volví a soltar. Fuera más o menos gracioso, provocó otra explosión de risas y que nos tuviéramos que largar de allí, por el mosqueo que empezaba a mostrar el tipo.

Enseguida, alguién se preguntó donde estaban los tres que faltaban, uno de ellos una chica y aquello bastó para ponernos en marcha. Sucedían cosas raras, una de ellas es que se nos habían pasado casi cuatro horas sin darnos cuenta y no podíamos concentrarnos en la ruta de salida. Por lo demás y a diferencia del alcohol,  ni nos tambaleábamos ni farfullábamos.

Por fin, vislumbramos un portal que parecía la mismísima entrada al reino de los cielos. Que fuertecito que era aquello, cojones, ja. Sencíllamente es que estaba amaneciendo y el LSD nos lo mostraba como si fuera una epifanía divina.

Yo caminaba ingrávido, otro tenía los ojos como platos y el tercero tenía unos ataques de risa demenciales, pareciendo a ratos una hiena. Divisamos en una de las terrazas a dos de los que buscábamos. Ellos, por contra no parecían apurados por encontrar a nadie; uno estaba absorto desmontando un mechero y ella nos miraba con una sonrisa de oreja a oreja, cuyo motivo le era imposible de explicar: “Qué ¿todo bien?” a lo que ella símplemente asentía con la sonrisita. “Madre mía, como le ha subido a esta, dioss” pensé.

“Bueno, aquí van a cerrar y sería cuestión de marcharnos al Spook Factory”  dijo uno, haciendo evidentes esfuerzos para concentrarse y hablar. El del mechero levantó la cabeza y soltó: “Esto es impresionante, colega, la de ingenio e imaginación que hay en este aparato, la ossstia, tú…. A la chica le entró un ataque de risa: “Jajajajjajja, lleva así dos horas ya, joder, se ha quedado en la puta parra, jajajjaja..” Aquello nos provocó espasmos carcajeantes generales. De verle la cara al relojero flipado a mí se me aflojaban hasta las piernas.

“Venga, ya, coño, vamos al coche y al Spook, que  ahora es cuando Vicente está en la puerta y nos puede pasar”  dije con cierto pánico. El motivo es que era YO el que debía conducir…ay, ay

“Noo, que falta el Quique” dijo nuestra amiga. “¿Pero no estaba con vosotros?”  le preguntó otro. “No, lo vimos que se metia en los servicios. Hace ya bastante rato….”…

To be continued (si lo consigo)*

*Quedan anuladas las clausulas de cordura y racionalidad para todo lo relatado hasta ahora, así como para lo que seguirá en posteriores entradas y que marcará mi imagen para siempre. Juventud, divina idiotez…