Aquellos 'horribles' años 80

Publicado el 19 noviembre 2010 por Jimalegrias


Retomamos esta nuestra gran aventura a través de los visillos del tiempo (la tercera después de http://elbazardejim.blogspot.com/2009/10/aquellos-horribles-anos-80-i.html yhttp://elbazardejim.blogspot.com/2009/12/aquellos-horribles-anos-80ii.html) , consistente en exhumar los restos, exponiéndolos públicamente, todavía humeantes, de toda aquella inabarcable producción material, moral, mediática, filosófica, etcétera, que fueron los años 80 del siglo XX después de Cristo en el planeta tierra.

Esta saga amenaza ya en convertirse en serial sideral e interminable (los famosos continuará) del tipo de 'La saga de los Porreta' o 'Santa Bárbara', pero la verdad es que está hecho con todo el cariño del mundo y, también, con algo de conocimiento de causa, pues todos los que vivimos/sufrimos/disfrutamos o sorteamos transversalmente aquella década de cardados imposibles, castellanos sin calcetines y 'busque, compare y si encuentra algo mejor cómprelo' quedamos marcados para siempre con la impronta de todo un universo de abundancia material, una súbita y festiva eclosión de luz, música y colores chillones, que se había abierto delante de nuestras narices por primera vez, ya que las generaciones que nos habían precedido habían tenido que sobrevivir en los estrechos márgenes de la escasez más berlanguiana de aquella España del No-Do del franquismo.
Pero ahora os tengo que dar una noticia buena y una mala... ¿cuál preferís primero?¿¿...?? ¿La mala? Bien. Pues la mala es que en los ochenta eráis tan jóvenes y estábais tan llenos de energía e ilusión que llegasteis a pensar que nunca jamás ibais a dejar de serlo, a cambiar, a crecer, pero ya veis, el tiempo hizo tic-tac-tic-tac y ahora sois esos y esas del espejo, con menos pelo y más arrugas, canas y kilos encima.

Pero la noticia buena es que vosotros, adolescentes-púberes-jóvenes ochenteros, pudisteis asistir en vivo y en directo al espectáculo maravilloso e irrepetible de:
- LA MARICONERA:

La mariconera era un pequeño bolso de mano masculino muy cool en los ochenta que, como su propio nombre popular indica, no es que se considerase demasiado varonil o de 'macho ibérico'.

El tipo de hombre hortera con mariconera en la mano de aquellos locos años viene a ser del perfil de un Cachuli o un Pedro Ruíz, que parecen transplantados directamente de los 80 en pleno siglo XXI: pantalones de tergal subidos hasta el pecho, náuticos sin calcetines, camisas Hilfiger con Jersey al hombro, rostro ceñudo, cubata en terraza de moda y veraneo en Mallorca con alguna lumi rubia... ¿qué llevaba en esos bolsitos un hombre ochentero? Pues no me preguntéis porque no tengo ni idea, pues nunca pude ver una de aquellas maravillosas creaciones del ingenio humano por dentro.
Supongo que algunas llaves en el llavero del Banco Central, una cartera, dos preservativos caducados y algunos palillos para hurgarse los paluegos. O sea, las cuatro únicas cosas que un buen macho ibérico necesitaría para pasar tres meses en una isla.

Tal como llegó, pasó. Una moda fugaz que, en cambio, dejó huella y marco tendencia (recordad las chabacanas riñoneras noventeras).

- LA YOGURTERA:

Fue uno de los electrodomésticos estrella de los ochenta, junto con la heladera aquélla para hacer los polos con un poco de agua y unos polvos de colores. Toda familia de clase media-baja, media-media, media-alta, tenía en su hogar una yogurtera. La gente la pedía en las comuniones, bautizos, bodas, cumpleaños... todo el mundo quería una yogurtera pues la vecina tenía una marca Braun que hacía yogures para toda la familia sin apenas esfuerzo y así, decían, te ahorras de paso dinero en la tienda, el economato o en el Spar.

Pero la verdad es que aquellos yogures caseros eran aburridamente insípidos, 'desaboríos' y más inexpresivos (gastronómicamente hablando) que el careto de Penélope Cruz, que ya es decir.
Fue en ese momento cuando comenzamos a apreciar y tener consciencia del valor añadido y la riqueza que trae aparejada la química industrial en forma de acidulantes, conservantes, edulcorantes, E-25, E-14, etcétera. Lo natural perdía terreno con respecto a lo adulterado en los laboratorios. La comida sintética ganaba por puntos y las madres volvieron a las tiendas de las Pilares y las Mari Carmen a comprar Danones y Flanbys, que además traían cromos amarillos de Belfy y Lillibit y de David el Gnomo antes de convertirse en árbol.
- LA ROPA DE CUERO:

Tremenda moda aquella de la ropa de cuero, que parecía que veníamos tod@s de algún club masoquista o gayer de los que frecuentaba Al Pacino en su 'A la Caza'. Pantalones de cuero, cazadoras de cuero vacunas con cremalleras por todos los lados, corbatines estrechos de cuero, botas de cuero... durante los ochenta millones de vacas y terneros fueron sacrificados para tenernos a todos bien acharolados y enfundados en todo tipo de procesos de curtido.
Un paraíso para fetichistas fueron los ochenta.

- LOS SUPOSITORIOS:

Tu madre te decía que te bajases el pijama, te dieses la vuelta y pensases en algo bonito mientras te introducía por el recto arriba una de aquellas diminutas balitas de glicerina.

Varias cosas:

a) Era un trabajo de madres. Nunca un padre ponía un supositorio, no entiendo bien por qué.

b) Siempre lo metían por el lado equivocado, el de la punta más afilada, cuando hay que introducirlo por el lado romo, para que no se saliese.

c) Al final se había puesto tan de moda lo de los supositorios que te los ponían hasta para curar un catarro o si te oían que tosías dos veces ya estaba tu madre detrás con el supositorio en la mano. Yo creo que hasta les gustaba.

d) los sexólogos afirman que el punto G masculino está dentro del ano, al lado de la próstata. El llamado punto P. Quizá esto de los supositorios haya sido, inconscientemente, una de nuestras primeras tomas de contacto con el universo de la sexualidad humana adulta.

e) A partir de determinada edad ya se los ponía, o lo intentaba, uno mismo, aunque requiriese un poco de flexibilidad y esfuerzo indecoroso en el intento. Con treinta años como que no os veo dejándoos poner uno por vuestro novio, madre o abuela.
- BRUCE LEE:

Un icono de los ochenta. 'Kárate a muerte en Bangkok', 'Juego con la muerte', ' Operación Dragón'. La hostia en verso; el Cine de karatecas chinos voladores y artes marciales nos aceleraba la testosterona a los varones de tal modo que salíamos de los Multicines a las calles dando patadas voladoras y golpes mortales dobles de Jeet Kune Do.

Y Bruce era lo máximo, pues le había ganado a Chuck Norris en un anfiteatro romano y además decían que se movía tan rápido que la cámara no era capaz de grabarlo y por eso tenía que ralentizar sus movimientos. ¿Quién no tenía un póster, arrancado de la Dojo del mes de febrero, del chino de San Francisco en su habitación? ¿Qué tío de barrio no se hizo unos nunchaku o no pidió unas shurikens(estrella ninja) por correo?

Y al final, al pobre Bruce parece ser que se murió de tanto entrenar, lo mataron los ninjas o está con Elvis y Jim Morrison en una isla del Caribe (o las tres cosas juntas), que hasta para esto hay diversas e interesantes teorías y propuestas marcianas.

Todavía es hoy el día en que sus fans no nos olvidamos de aquel tío enfundado en un mono amarillo que tumbó a Kareem Abdul-Jabbar en 'Juego con la muerte' y al que homenajearon en una máquina de marcianos: el Kung Fu Master.

- LOS VENDEDORES DE ENCICLOPEDIAS:

Una tribu urbana de los ochenta más potente y numerosa que la de los heavys, rockers y punks, todos juntos. Y mucho más persuasiva, pues conseguir venderle a tus padres, que siempre andaban muy justitos de parné, cosas como la Larousse, La Enciclopedia Salvat o La Enciclopedia del Ser Humano ya es de re-traca y una cosa más milagrosa que lo de la multiplicación aquella de los panes y los peces.
Eso sí que era un trabajo: puerta por puerta cargando con las pesadas muestras cuando todavía no había muchos ascensores por la España adelante de los barrios de aluvión y los extrarradios, y todo por una mísera comisión por venta.

Tipos sudados y encorbatados que le decían a tu madre en la puerta de casa ( tu madre todavía tenía puesto el delantal mientras pelaba cebollas pero lo escuchaba como quien oye al presidente del gobierno):

- ... señora, es por el bien de su hijo, para que pueda estudiar y llegue a ser universitario y a trabajar de ingeniero en algo bueno como la Citroën sin esfuerzo... y para que sea una persona de provecho. Aquí están, en estos veinticinco volúmenes que solamente cuestan 2.300 pesetas al mes durante diez años de nada, todos los conocimientos del ser humano actualizados con fecha de este año... Mesopotamia, la llegada del hombre a la luna, los últimos avances de la medicina actual, los minerales, el mínimo común múltiplo...
- Perdone, pero tengo las albóndigas a punto de hacerse...
- Vale, pero puedo pasar y se lo explico mejor dentro... no es por mí, es por la educación de sus hijos...
- LOS PETOS VAQUEROS:

Por alguna extraña razón, se pusieron en boga en los ochenta los petos vaqueros, que vienen a ser como un pantalón vaquero pero con un bolsillo en el pecho y unos tirantes.
Una cosa hortera y pedestre donde las haya. El amigo de Peruleiro, el tontolaba del Juanín, que nunca había visto una vaca o un río en su vida, venía ahora a ser algo como un campesino de Milwaukee que vuelve de su campo de trigo después de la siega. Era más ridículo aquéllo que ver a Pavarotti vestido de buzo.
- LA BICICLETA ESTÁTICA Y LOS TENSORES:

El deporte se había puesto de moda después de todos esos films de Rocky, Conan y esos vídeos y series de gimnasios y gente sudando de Olivia Newton John y Fama. Todo cristo quería estar hipertrofiado como el carahaba del Swarzeneger en tres semanas, así que tiraban de bicicleta estática y tensores de mano mientras ponían a todo volumen cosas como 'Eye of Tiger' o 'Flashdance'.
La emoción y la iniciativa duraban más o menos cuatro días. Al quinto ya se guardaban los tensores en un cajón y la bicicleta estática se plegaba detrás de alguna puerta o se dejaba en la habitación de los trastos viejos o de la limpieza para poner ropa encima y adiós muy buenas. Pasaba a ser así una bicicleta 'estética' y las gomas de los tensores se utilizaban para anudar algo urgente cuando hacía falta.

El deporte en casa nunca tuvo mucho futuro. Le pasa lo mismo que a los yogures caseros. Falta algo, nadie sabe bien el qué, pero falta.

- EL TP:

El Teleprograma es algo que no puede faltar al hablar de la década prodigiosa. Ahí venía todo lo que un joven necesitaba para pasar la semana: la programación televisiva con sus horarios, comentarios de películas, series, dibujos animados, entrevistas a Donovan de V, a Miliki o a Eva Nasarre, etcétera. Una guía televisiva en tamaño bolsillo que se vendía como churros en los quioscos y que hacía la delicia de pequeños, grandes y medianos.

Por 30-40 ptas tenías al alcance del bolsillo(hay que recordar que era una época en la que no había internet o teletexto) toda la programación de la caja tonta.
Si te perdías luego el 'Gran Héroe Americano' o 'Planeta Imaginario' porque lo habían cambiado de franja horaria, es porque eras un rata. Y no hay más que hablar.
- EL CINE FAMILIAR Y LOS MULTICINES:

Los multicines habían eclosionado en los ochenta y se habían reproducido como por esporas. El viejo Teatro-Cine pasaba ahora a ser cinco; surgieron de la nada Multicines de Barrio para entretener al lumpen de los extrarradios y arrabales.

Y mientras el llamado Nuevo Cinema de Autor Americano (Scorsese, Coppola, Cimino, Schrader...) languidecía y vaciaba los Cines, la revolución conservadora Reaganiana volvía a reunir a toda la family en amor y compañía para disfrutar de las astracanadas simpáticas y nada controvertidas ni caústicas de Los Gremlims, Los Goonies o Los Cazafantasmas.

Todo volvía a la normalidad en los felices ochenta cinematográficos, entre ecos de Walt Disney y el infantilizado y aséptico rollo que transmitía aquel Cine para toda la familia con perro incluido.
Hasta algunas películas porno acababan en boda y los coitos decían que los realizaban para procrear.
No sé yo.
- EL MERCUROCROMO O LA MERCROMINA:

Mercurocromo, preparado farmacéutico de mercurio y alcohol usado como antiséptico. Te lo ponía tu madre en rodillas y codos cuando te caías de la bicicleta o del monopatín. Fue un producto muy popular y querido en los ochenta, emblemático, sobre todo por el 'enchastre' de color cárdeno que dejaba sobre la piel, muy a lo Mondrian. Un producto que desapareció de la noche a la mañana.
Un poco de mercurocromo y un sana sana culito de rana a tiempo y se curaba todo, hasta el asma y la sífilis.

- LA MODA "KINKI":

Los usos y costumbres kinkis que ya habían despuntado en los setenta se mantuvieron y apuntalaron en los ochenta gracias, en parte, a los medios audiovisuales. 'Yo, el Vaquilla', 'Perros Callejeros', Los Chichos, Los Chunguitos, Los Calis... pusieron de moda las peleas y navajazos en las verbenas de barrio, la nota de color de los tirones, los robos de 131 supermirafiori, el cassette al hombro, el 'déjame cinco duritos o te registro'...

Pantalones pitillo, Yumas Galaxia, estiletes, coches de choque, calimocho y porros en algún descampado y un poco de pegamento esnifado en bolsa de vez en cuando... este era el universo gravitacional del kinki de extrarradio, una subespecie de lumpen de barrio pobre que se movía en vespino robada y se hacía fuerte en las plazas, cetáreas desocupadas y descampados de la ciudad.
Ellos tenían sus sueños y esperanzas, pues querían ser como El Pirri, El Torete, El Vaquilla y empezar su carrera en correcionales después de robar algún carro, engancharse allí a la drogaína fina y salir después para dar algún palo en una sucursal bancaria y acabar tiroteados por los polis de marrón y que así Sabina, como homenaje a sus fechorías de rebelde del sistema, les escribiese una canción. Macarra de ceñido pantalón, pandillero tatuado y suburbiano...

Hoy apenas se han reciclado y despejado un poco sus estrechas miras, los que se llama el aperturismo kinki, pues escuchan también reggaeton, música 'mákina' y tienen hasta pasta que sacan de sus trapicheos para comprarse tubarros para el Opel Corsa, hacerse tatúas de su 'ja' o pillar chándales y playeros de marca.
Otro día hablaremos del Perro Pippín, del Póntelo, Pónselo, de los plumíferos Roc-Noice y de esa moda de atarse los cordones de los playeros en los tobillos.
Todo más ochentero que el Break-Dance y Tron.
Saludos de Jim y ¡¡¡a pasarlo dabuti, colegas!!!