Dicen que los niños son siempre felices porque viven en el presente. Ella, como la mayoría de los adultos, se despierta pensando en lo siguiente que tiene que hacer. Se lava los dientes pensando en lo que le deparará el día, en la ducha que ha de comprar champú, mientras desayuna ve las noticias y llega a la conclusión de que si una no está en los papeles de Panamá no es nadie. Salta al metro listando las tareas que sabe que los imprevistos, llamadas y mails le impedirán cumplir en la ofi. Y así.
Antes de que su día arranque, ya está oficialmente agotada. Porque el presente, amigos, prácticamente no existe. Solo hay espacio para la siguiente urgencia, inexorable e impostergable que ya tenía que haber sido solucionada.
Por eso, cuando esta semana asistió a una jornada de Mindfulness y taller de “Alimentación Viva” aprendió un par de cosas. La primera, que hay una tendencia llamada raw cooking, que consiste en procesar alimentos, fermentarlos, preservando todas sus propiedades. Y, claro, ella que entiende por cocinar meter unas alcachofas en el microondas y sobrevive a base de ensaladas light del Mercadona, llegó a la conclusión que, después de todo, sí que hay personas que viven el presente a juzgar por los millones de horas que tienen libres.
Aquí y ahora. En otra parte...
Sea como fuere, el Mindfulness, una disciplina que consiste en estar presente en tu vida, a cada segundo, arrasa. Hay talleres en el terreno laboral, aplicado a la alimentación e incluso para niños.
Y es ahí donde radica el secreto: Mirar, oler, saborear y deslumbrarse, descubrir, como hacen los pequeños. Sonreír y alimentar esa curiosidad como si lo viéramos todo por primera vez.
Casi consiguió estar presente en los tres minutos de la cata consciente. Tan solo hizo un par de fotos para Instagram para contarle a todo el mundo que estaba presente aquí y ahora. En otra parte…