Ese título que se resistía, esa portada lacrimógena que me exasperó, esos textos descartados que hacían decaer nuestro ánimo, esas desesperadas llamadas que nos ponían de los nervios acordándonos peyorativamente de nuestras respectivas madres. Perderme con el coche yendo a tu casa y los pliegos que no terminan de encajar. El orden de las imágenes, tío, el orden de las imágenes. Granada, Salamanca, Cádiz, Córdoba, Weymouth. El lomo que desapareció. Ese prólogo que nos enamoró. Ese prólogo que se resistía. Las faltas de ortografía, habidas y por haber. Tenían que ser veinte y menos más que lo fueron, porque casi nos sale un tríptico en lugar de un libro.
Hemos hecho molinos, juguetonas, freezes y vueltas de cabeza (o por lo menos lo hemos intentando). Cumpleaños, borracheras, exhibiciones, Afro, Booga, Hiper, Hijar y demás Soul gilipolleces que si no fuera por las fotografías apenas las recuerdo. Hemos crecido y cambiado (unos más que otros), hemos madurado como la fruta, aunque algunos sigan estando verdes. Por encima de todo esto que te describo, hemos estado tú y yo y una idea rondando por nuestra cabeza. Esa idea está ahora en casi 200 diferentes estanterías, diferentes hogares y diferentes propietarios, ojos que miran y leen, manos que sostienen y señalan. Nuestros nombres separados por apenas dos milímetros y nuestro esfuerzo conjunto por fin están pillando polvo entre Dan Brown, Cervantes, Cocina alpujarreña para tontos y la revista ¡Hola! Y es que poco nos ha importado la opinión de la gente, poco el beneficio que sacaríamos cuando nuestra meta fue “el arte por el arte”.
Ahora lo tengo entre mis manos y me parece casi un sueño (a veces una pesadilla). Lo abro y se libera ese aroma a nuevo (repriman los chascarrillos), leo y observo, comparo, anoto, suspiro. Veo como se derrama su interior y no puedo dejar de sentirme identificado. Me siento orgulloso de nosotros por lo que hemos hecho aunque apenas tenga eco fuera de nuestro círculo. No puedo asegurártelo pero de esos 200 libritos, alguno debe sobrevivir por encima de nosotros y espero que dentro de 100 años el tataranieto de alguien lo sostenga por primera vez en sus manos, lea nuestros nombres y diga “¿Pero qué mierda es esto?, a ver lo que hay escrito…”
Mi historia tiene muchos lugares de paso pero tu capítulo ya está escrito con tinta imborrable.
A trabajar, juden!