Arcercándonos a la cocina con pequeñas tartas para toda ocasión

Por Bouquetgarni
Llegás a tu casa tarde, después de una laaaarga jornada de trabajo (y digo así laaaaaarga porque fueron 8 horas, pero con todas las cosas que soportaste y solucionaste, ya tenés bien merecida y preadjudicada una linda parcelita, con jardincito bien cuidado, "Allá Arriba"). Cansada, te debatís entre el delivery o la huelga de hambre. No recordaste pasar por el mercadito y, hasta el fin de semana, no tenés planeado ir al súper. La heladera muestra un vivir digamos espartano, digno al mismo tiempo que bien austero... Pues bien, no hay por qué morir de hambre o caer en las 4 empanadas de la pizzería más cercana. Sin desmerecer la calidad o el empeño del "repulgador matriculado" que, con celo profesional, le imprimió elegantes formas a las empanadas de siempre. ¿Probamos con pequeñas tartas?
La propuesta es realizar la masa (uno de esos días que tenés tiempo, ganas e inspiración porque la preparación es muy simple y sencilla - éxito asegurado -), entusiasmarte y preparar varios rellenos y freezarlas o prepararla a la mañana para no tentarte con cualquier cosa cuando volvés a la noche, o para la cena de la familia, o para recibir amigos el finde, o... Eso sí, si tenés un familión, no prepares esta receta en formato mini; podés realizar una señora tarta para conformar a todos. Si vivís sola (dos tartas pequeñas son una excelente opción para cenar algo delicioso, casero, simple y sano) o esperás visitas, las pequeñas tartas se imponen esta temporada.
Un detalle más: Si no tenés ganas, ánimo o paciencia para intentar hacer la masa vos misma (creeme que es fácil), podés recurrir a las masas que se compran preparadas para usarse según la conveniencia o necesidad (vienen en versiones light y hasta con semillas). En ese caso sí: manos a la obra con el o los rellenos, al menos...

Bueno, acá va la receta de la masa y una variante de relleno (si se te ocurren otras ideas ¡¡¡MEJOR!!! Probá, experimentá, sorprendete y divertite con los resultados).
En un bol, colocá 10 gramos de sal (1 cucharada al ras; nada de copetona, bien al ras), 190 centímetros cúbicos de agua tibia (ayudará a que se disuelva rápido la sal) y medio pocillo de aceite neutro. Integrá bien los líquidos y esperá a que se disuelva la sal. Entonces, añadí 250 gramos de harina leudante en tandas, mientras revolvés con tenedor o con la mano. Una vez que comenzó a tomar cuerpo, integrá los ingredientes con un cornet (si no sabés de qué te hablo: es un utensilio muy práctico para trabajar masas, parecido a una espátula de empapelar).
Espolvoreá la mesa o la superficie donde vayas a amasar con un poco de harina y comenzá a trabajar la masa con las manos hasta lograr que tome una consistencia lisa y suave. ¿Tiempo de amasado? Unos 5 minutos. Si querés y tenés tiempo para tomarte unos mates, dejá reposar la masa obtenida por unos 20 minutos, tapada con papel film. Si estás apurada, podés empezar a estirarla con palote ahí mismo.
Aplicá rocío vegetal sobre una tartera (o a los moldes para hacer pequeñas tartas), forrala con la masa obtenida y... ¡¡Voilá. Masa casera para tartas!! ¿Viste que no era taaan difícil?
Aclaración: con esos ingredientes se obtiene la masa para cubrir la base de una tartera o 10 moldes de pequeñas tratas de 8 centímetros de base. Si quisieras  hacer tartas con "tapa", duplicá la receta.

Relleno de choclo:
Herví tres choclos lindos que seleccionaste (o hiciste seleccionar cuidadosamente a tu verdulero de confianza). Si sos muuuucho más práctica y comprás el choclo congelado para no complicarte la existencia, bueno a hervir un paquete. No es necesario que les pongas nada al cocinarlos (si preferís empezar a dales sabores, un paquetito de hierbas - bouquet garni - estará bien), pero debés estar muy atenta para que sólo pierdan la firmeza propia de que estaban crudos  y nada más (¿Por qué? Si los sobrecocinás, pierden toooooodos los nutrientes). Si son de paquete, 1 minuto de cocción y listo. Retiralos del agua y separá lo granos con cuchillo. No es necesario procesarlos, simplemente con cuchillo cortá los granos y reservalos para el próximo paso. ¡¡Cuidado. No te quemes!!
Cortá en brunoise (cuadraditos pequeñitos; después de todo no estamos en la Escuela de Cocina) o en juliana (tiritas finitas), si te gusta más, una cebolla grande (puede ser morada. ¡¡¡Humm. Qué rico!!!). Te digo así porque hay hogares en los que la cebolla debe ser disimulada de maneras estrambóticas para que no se la reconozca, puesto que se encuentra en la lista de "indeseables". Fijate vos, el modo de incorporarla en la preparación para que quede sabrosa, pero si hay algún cebollafóbico que no muera en el intento... Lo mismo con un cuarto de pimiento rojo.Si por allí se escurrió un montoncito de ciboulette (aunque no sepamos muy bien cómo llegó hasta nuestra heladera), picala finita también y reservala porque le espera un futuro muuuy promisorio en nuestro plato principal (hay vegetales que nacieron con estrella; éste es uno de ellos y... también con un nombre tan distinguido "c-i-b-o-u-l-e-t-t-e", no podía ser de otra manera).
Por último, cubeteá (cortá en pequeños cubitos) un tomate redondo (si es perita, sumale un amigo para que no se sienta sólo). Yo no le saco la piel ni las semillas porque el exterior y el corazón del tomate son los que nos brindan todas sus bondades y no me gusta despreciarlas.

En una sartén, colocá una cuchara de aceite neutro (maíz o girasol) y una vez que calentó, incorporá la cebolla picada al gusto "della tua famiglia". Sazoná con sal, pimienta recién molida (yo preparo una mezcla de pimientas para darle de comer a mi molinillo que consta de granos de pimienta blanca, negra, verde, rosa y de Cayena; hay para todos los gustos: aromática y bien perfumada, sabrosa y picante), orégano y tomillo. Incorporá el pimiento rojo. Cuando los vegetales estén blandos (la cebolla se tiene que ver translúcida), incorporale el choclo que habías reservado previamente y  el tomate cubeteado con su jugo y su piel. Corregí la sazón (que quiere decir en cristiano que controles si necesita que le añadas un poquito más de este y/o aquel condimento, según tu gusto personal). Continuá la cocción y añadí a la preparación 2 cucharas soperas muuuuuy copetonas de queso crema (primera aclaración: soy vegetariana ovolacta; es decir, ingiero lácteos y huevos. Segunda aclaración: si usás queso crema light - en lugar de crema de leche - tus preparaciones quedarán sabrosas, nutritivas, sanas y muuuuy livianas) y 1 huevo de granja (donde a la gallina la alimentaron bien, la dejaron vivir tranquila y ella, feliz, en compensación, nos regaló unos huevos con unas yemas bien naranjas) batido ligeramente. Cociná unos minutos más, retirá del fuego y añadí sal, pimienta (mejor si está molida en el momento), orégano, tomillo y nuez moscada.
Colocá la preparación en la masa de tarta que precalentaste en un horno fuerte (para que no tengas que ponerle cosas raras para que la base no se humedezca en contacto con la preparación y la receta se desluzca) por apenas lo que necesite para que se vea ligerísimamente dorada de los bordes, se desprenda del molde o la veas seca por acción del calor del horno (lo que pase primero).
Antes de terminar de cocinar, espolvoreá con el ciboulette que habías preparado y colocá trocitos de queso tipo Port Salut o mozzarella por encima de cada pequeña tarta. Por último, echá una lluvia de orégano sobre el queso.
Al horno para que todo termine de derretirse, cocinarse e integrarse y... ¡¡A disfrutar!!