No soy un lector exquisito. Por el contrario, tengo y reconozco gravísimas carencias lectoras de buena literatura. Por ejemplo, no puedo con los clásicos rusos... Y la novela realista de finales del XIX me pone de los nervios. Mi primer libro fue
"La isla del tesoro", regalo de mis abuelos maternos. Y a los diez años me leía las novelas de Marcial Lafuente Estefanía como se fabrican churros: a una por hora y tres o cuatro al día... A las cuatro o cinco páginas ya era capaz de adivinar cual de los personajes era el bueno, quién el malo, la chica que iba a morir, la que se casaba con el bueno...Con el tiempo, los años, la edad, más lecturas y más discriminadas, se me fue depurando el gusto literario, si es que eso no es una perogrullada, que no estoy muy seguro de que no lo sea... En términos generales soy más lector de ensayo que de ficción, pero no desdeño ni mucho menos las novelas, Y en esa estamos.
Nunca fui un lector compulsivo, al estilo de "todo vale", aunque leía de treinta a cuarenta libros al año, académicos aparte. Ahora selecciono muchísimo mis lecturas, porque con el poco tiempo que me queda no quiero perderlo leyendo tonterías. Por ejemplo, no leo los Premios Planeta, sobre todo los de los últimos años. Me mosquean los "superventas", y desconfío de todo lo que se exhiba en los anaqueles de las "grandes superficies" rotulados del "Uno" al "Diez"...
Me ha encantado el artículo que escribe hoy en El País Antonio Muñoz Molinasobre buena y mala literatura, sobre escritores integrados y apocalípticos, y en el que cita los ejemplos de Carlos Ruiz Zafón, al que clasifica entre los "integrados" y de Juan Goytisolo, al que encuadra entre los "apocalípticos".
Y sobre escritores malditos, o maldecidos, ayer leí también un magnífico artículo del editor y crítico literario Constantino Bértolo titulado "El juego de la silla y la literatura de la transición", sobre el escritor José Antonio Gabriel y Galán y su "Diario, 1980-1993"(Editora Regional de Extremadura, Mérida, 2007) que publica Revista de Libros en su último número que pueden leer aquí, y del que reproduzco algunos fragmentos del "Diario" citados por el comentarista: "La crítica me trató bien en general, pero no sabía dónde situarme, yo era fronterizo. No entraba en las listas generacionales, ni en las recopilaciones críticas". O esta otra, bastante triste: "A mi me emparejaron con Félix de Azúa: él representaba la belleza y yo el compromiso. Malentendidos semejantes fueron institucionalizándose. Se creó una atmósfera poco grata..." Y por último, este demoledor fragmento que rezuma ¿rencor, menosprecio?: "El mundo es un inmenso desierto por el que no cruza la sombra de ningún escritor español, si exceptuamos a Lorca, que se permite el lujo de ir en camello y descansar en los oasis. Sólo existe él, todo para él, nada para los demás, del marqués de Santillana a nuestros días. En nombre del marqués, de Quevedo y de Luis Cernuda, por ejemplo, grítese el resentimiento, reclámese la justicia".
De Carlos Ruiz Zafón sólo he leido "La sombra del viento". Y con ella me sobra para no volver a leerle. Tengo mucho más claro lo que no me gusta que lo que sí, y aunque nunca se puede saber a priori lo que te vas a encontrar, la veteranía es un grado, como se decía en la extinta mili... No es un juicio de valor, ni literario, ni estético, ni de ningún tipo: simplemente no me gustó. Y lo mismo me pasó con el otro gran superventas español: "La Catedral del Mar", de Ildefonso Falcones. Y aunque la esperanza es lo último que se pierde, prefiero no probar de nuevo con ninguno de los dos. De Juan Goytisolo he leido "Crónicas sarracinas", "Makbara" y "Reivindicación del Conde don Julián". Desde luego, si tuviera que elegir entre ellos, me quedo con Goytisolo...Junto al artículo de Muñoz Molina he rescatado de la hemeroteca una reciente entrevista que la hacen a Carlos Ruiz Zafón, un artículo de Juan Goytisolo, lleno de sarcasmo sobre los "superventas" y una referencia, asimismo de Goytisolo, y bastante irónica -dicho sea de paso-, a la obra de escritores como Ruiz Zafón o Dan Brown, el autor de "El Código da Vinci" o la detestable (el juicio es mio) "Ángeles y demonios"."Aquí la literatura es un gueto de mediocridad y pretensión". Carles Geli entrevista a Carlos Ruiz Zafón.
El rojo terciopelo del sofá, la estética modernista del local, el cuerpo en semipenumbra tras la gran lámpara circular y su bigote con perilla confieren a Carlos Ruiz Zafón (Barcelona, 1964) un aire mefistofélico que encaja a la perfección con el dramatis personae de su última novela, El juego del ángel (Planeta). Nadie diría, viéndole picotear con parsimonia unos frutos secos, que ahí está uno de los autores españoles más vendidos: 10 millones de La sombra del viento y un millón en apenas 43 días, según su editorial, de su última novela, de la que se han impreso ya 1.600.000 ejemplares y a los que desde ayer se añaden 100.000 más en catalán. Y eso a las puertas de la Feria del Libro de Madrid. Sin duda, ha habido algún tipo de pacto con el diablo.
Pregunta. La presión con la que debió escribir esta novela tras el éxito de la anterior se antoja insoportable...
Respuesta. La presión estaba, claro, pero sólo la noté cuando me acercaba al final y además provenía del proceso mismo de escribir. En verdad, he sufrido más en otros libros que en éste, por tener la sensación de que no eran exactamente lo que yo buscaba. La presión me la puse yo. El resto son factores que estaban fuera de mí. En cualquier caso, el ruido posterior no tiene nada que ver conmigo, sino con la percepción de un personaje público que se ha fabricado de mí y que tiene poco que ver con la realidad.P. ¿No le gusta la imagen que se da de usted?R. Bueno, es que se han dicho cosas tan dispares que tampoco hay un retrato fijo: que si soy distante, arrogante, raro... Después, que quizá no soy tan antipático como parecía, y entonces se me perdona la vida... ¿Pero de dónde lo sacan? Me genera perplejidad que una persona que no sabes ni que existe te odie a muerte.P. El protagonista de la novela, David Martín, medita sobre el mundo literario: "No has querido ser uno de ellos, te encierras en tu caserón". ¿Es su voz?R. No hay nada en ese mundo que pueda interesarme, para mí es exactamente como la asociación de amigos de la zarzuela; no tengo un interés particular, ni para mal ni para bien, en hacer capillitas o tomar cafés... eso es mucho de aquí. Se participa en estas cosas por necesidad, no por gusto, los autores se involucran porque así sobreviven: un trabajito por aquí o por allí; todo lo que se dice en esos ámbitos es por intereses disfrazados de principios. He tenido la buena fortuna de poder pasar de lado de todo eso. El supuesto mundillo literario es 1% literario y 99% mundillo. Uno entra en él, insisto, porque no tiene más remedio, porque quien tiene remedio, no entra.P. En El juego del ángel pesa mucho más el thriller, la intriga, lo gótico, que en La sombra del viento. En ese sentido, parece menos literaria... ¿Fue una salida inconsciente para asegurarse el éxito y sacarse la presión?R. En el contexto español, haberme decidido tras La sombra... a hacer un libro donde se juega con el género fantástico, lo negro y todo eso es quizá la decisión menos comercial que podía tomar. Sé que todo lo que viene de los géneros está mal visto en este país.P. Leyendo su obra, se nota el peso de su experiencia como publicitario y guionista de cine.R. De guionista, mucho; de publicitario, mucho menos. Lo de la publicidad fue mi primer trabajo, tenía 19 o 20 años y sí, empecé de copy y acabé de director creativo; aprendí mucho y me ganaba muy bien la vida... Muchos escritores, como Don Delillo, han trabajado en publicidad porque está tocando a la literatura. Ahí aprendes a ver el lenguaje, las palabras como imágenes. Es igual que los novelistas que han sido periodistas. Michael Connelly, un tipo que me interesa mucho, fue periodista de tribunales en Los Ángeles y sin esa formación su literatura sería muy distinta, sin duda. Pero lo que sí impacta en mi obra y nunca se dice es mi trabajo dentro del cine.P. Quizá eso explica la fluidez de su prosa y de sus diálogos y el dibujo de unos personajes que se describen hablando...R. Exacto. Los personajes deben definirse a través de sus acciones y sus palabras, no echando un rollo patatero en un párrafo inmenso. Eso es básico en la construcción dramática. Y aquí estamos tan acostumbrados a que esto no se haga... Lo triste es que la narrativa profesional y con decoro esté ahora en las series de televisión.P. ¿Alta literatura en televisión?R. El 99% de la mejor narrativa que se hace hoy, de la literatura de calidad, de la gente profesional sin pretensiones ni pedantería ni pose, de la que de verdad sabe construir personajes e historias, o sea, de los que de verdad saben escribir, está en la televisión o en el cine, pero sobre todo en la primera. Gente con ambición, oficio y talento ya prácticamente no está trabajando en literatura. Ésta se ha convertido en un gueto de mediocridad, de aburrimiento, de pretensión y de pose.P. Quién iba a decir que la buena literatura acabaría en la tele...R. Sí, la televisión es hoy el equivalente a las cuadras de Shakespeare. La caracterización viene a partir del diálogo: un personaje hay que poder visualizarlo, sentirlo, sus palabras han de connotar siempre acción, la escena te está proyectando un movimiento, ves cómo un personaje se mueve por una sala sin descripción alguna, todo viene de lo que dice. En fin...P. ¿Se percata de todo eso el lector?R. Claro, todo esto los lectores lo perciben rápidamente porque están muy por delante del comentario oficial de la crítica, ese búnker de los años setenta que se ha quedado clavado y al que la gente le ha pasado por encima. Cualquier lector tiene ahora una cultura cinematográfica, televisiva, del cómic o de la fotografía... Hay tantas cosas que sabemos leer y que ya son referentes inconscientes...P. ¿Qué tipo de cine le influyó como escritor?R. El que vi de niño y que llegaba de EE UU, esa nueva generación de Spielberg, Lucas, De Palma, Scorsese, Coppola... Todo eso me pilló con 10-12 años, con películas como Tiburón y Encuentros en la tercera fase... Yo a los cuatro años quería ser escritor ya, pero cuando vi todo eso aluciné.P. En sus libros no hay nada al azar. ¿Cómo los arma?R. Mi método de trabajo está dividido por capas. Escribo como se hace una película, en tres fases. La primera es la preproducción, en la que creas un mapa de lo que harás; pero cuando te pones a hacerlo ya te das cuenta de que vas a cambiarlo todo. Luego viene el rodaje: recoger los elementos con los que se hará la película; pero todo es más complejo y hay más niveles de los que habías previsto. Entonces, a medida que escribes, ves capas y capas de profundidad, y empiezas a cambiar cosas.P. ¿Y ahí está la novela?R. De alguna manera, pero en esa fase es cuando empiezo a preguntarme: "¿Y si cambiase los cables, o el lenguaje, o el estilo?". Ahí creo la tramoya, que para el lector ha de ser invisible: el lector ha de leer como agua, le ha de parecer todo fácil... Pero para que sea así hay que trabajar mucho.P. Cada personaje tiene en sus novelas un doble, un contraespejo. Es algo tan literario como inquietante.R. Me interesa mucho narrativamente. Siempre he pensado que cada uno de nosotros acaba siendo una versión de lo que hubiéramos podido ser. En otras circunstancias hubiéramos sido personas similares; y en circunstancias extremas, personas radicalmente distintas. En parte, lo que acabamos siendo depende de nosotros y en otra muy importante, no. Casi un 50-50%.P. Un porcentaje muy alto.R. No somos conscientes, pero creo que es así. Es muy interesante explorar por qué la gente ha acabado siendo como es. Y eso me intriga tanto en la literatura como en la vida real. ¿Por qué es así, por qué cree y actúa así? Narrativamente es fascinante jugar con personajes que tienen dobles y reflejos. Stephen King habla de la metáfora del filtro en el cerebro: en él se nos atascan cosas a unos o a otros y por eso escribimos de ellas.P. Lo que somos y lo que pudimos ser o aparentamos, un tema de rabiosa actualidad, ¿no?R. Vivimos el espejismo continuo, todo es mentira y somos conscientes de que todo lo es, pero no sabemos explicarlo o no sabemos dónde están exactamente los agujeros. Aun así, somos conscientes de que la vida y las relaciones que tenemos son una farsa y un juego que aceptamos en función de nuestra situación de fuerza.P. De alguna manera, el misterioso editor Corelli aborda eso en la novela.R. Sí, Corelli plantea: ¿por qué creemos en las cosas, qué significa, qué relación hay entre la biología, las creencias, la emotividad...? Son cosas que están en el aire, racional o irracionalmente. Lo ambiento en los años veinte del siglo pasado, pero hablo de cosas que al lector de hoy le son muy próximas, porque yo escribo para la gente, no para mí mismo, quiero que al lector le toquen de muchas formas pero sin que se dé cuenta quizá... Eso es lo bonito.P. ¿Arte manipulador?R. No, arte inteligente, que es el que juega contigo sin que tú te des mucha cuenta. El arte inteligente es el que se mete en nuestro cerebro, en nuestro corazón, sin darnos cuenta.P. ¿Qué busca en la Barcelona de los veinte o en la de posguerra? ¿Por qué nunca la Barcelona actual?R. Lo que me interesa de Barcelona como escenario es la que va de la revolución industrial a la Guerra Civil. Desde entonces, en Barcelona no ha pasado nada particularmente interesante en ningún aspecto, y desde hace unos años, cero absoluto. No veo nada sobre lo que escribir.P. Hace cuatro años resaltó la falta de ambición en Barcelona y en España en general. Con su ir y venir desde Los Ángeles, ¿cómo se ve el patio?R. En los últimos años se nota una desesperanza histriónica, que no sé hasta qué punto es real. Lo que pasa es que este país está acabando de hacer la transición. Hay una evolución demográfica que crea desajustes traumáticos, por eso vivimos este momento extraño, que desde fuera parece una histeria colectiva. Mucha gente me pregunta: "¿Por qué se pelean tanto ustedes en España?".P. ¿Es mejor el panorama en Los Ángeles o en Berlín, donde se planteó instalarse hace unos años?R. Sí, sí, en música, en cine, en narrativa. En España vivimos en la burocratización, mediatización y mediocrización de la cultura, parece que la Administración nos haya de decir qué es la cultura. Hay una cantidad de consejos organizadores y subvencionadores brutal. Eso genera mediocridad.P. El libro cada vez se vende más en las grandes superficies y tiene una vida más corta en las librerías. ¿Es preocupante eso?R. El modelo económico afecta a todo, y pensar que el sector cultural va a quedar indemne es ridículo.P. Claro que usted siempre estará en los dos sitios.R. Cuidado, yo no estaba en la gran superficie: he llegado después. Durante el primer año y medio de vida de La sombra del viento me harté de oír que era uno de los libros menos comerciales que se podía hacer en el panorama editorial español. Esta situación en EE UU ya ha sucedido, y allí lo que ha acabado ocurriendo es una depuración del mercado, que ha dejado unos independientes muy fuertes que le dan una caña brutal a los grandes superficies comerciales y que saben de verdad de libros, sin tonterías. El que ha desaparecido es el librero independiente pequeño muy esnob. Pasa en todo, y pensar que eso no tocará a los libros es de ilusos. (El País, 30/05/08)"Ruiz Zafón y Dan Brown permiten que las editoriales puedan publicar libros como el mío" (EFE, Roma, entrevista a Juan Goytisolo)
El novelista Juan Goytisolo sostiene en una entrevista que no le importa "estar o no de moda". El escritor español Juan Goytisolo ha afirmado que no le importa "estar de moda o no", que éxitos literarios como los de Carlos Ruiz Zafón o Dan Brown permiten a las editoriales publicar libros como los suyos y que por ello "sería de mal gusto si un parásito criticase el cuerpo del que se aprovecha".
"No me importa estar de moda, ya que si se está de moda, antes o después se pasa a estar demodé. Es inevitable. Yo, por el contrario, me comprometo con creaciones puramente literarias", afirmó Goytisolo en una entrevista que hoy publica el diario italiano Corriere della Sera.
En la entrevista, fechada en Granada, el escritor, de 77 años y afincado en Marraquech (Marruecos), manifestó que él cuando no tiene nada que contar está "callado" y que cada uno de sus libros es una propuesta literaria "diferente, no un simple cambio de tema"."Jamás me he repetido", precisó el escritor, que preguntado por los libros de gran éxito, como los "best seller" de Carlos Ruiz Zafón y Dan Brown subrayó que "esos son fenómenos literarios, productos editoriales que siempre han existido y gracias a los cuales las casas editoriales pueden permitirse el lujo de publicar textos literarios, y escritores como yo podemos existir".Goytisolo agregó que "sabe bien" como funciona ese tema y por ello añadió: "bienvenida sea la literatura de consumo, sería de mal gusto si un parásito criticase el cuerpo del que se alimenta.El escritor aseguró que hoy día es "difícil" publicar textos literarios y como prueba precisó que si en esta época mandase bajo un nombre falso su libro "Don Juan" a una editorial, "seguro que lo rechazarían".Goytisolo manifestó que más que nuevos lectores busca "re-lectores" y señaló que le interesa la cultura popular, la relación entre escritura y oral. (El País, 29/05/08)"Yo, superventas", por Juan GoytisoloFui violada por mi padre a los ocho añitos mientras mi madre fotografiaba la escena y se masturbaba con ayuda de un vibrador. Azuzados por los hurras de mis progenitores, mis tres tíos me sodomizaron por turno al tiempo que mi propio hermano se orinaba en mi cuerpecillo maltrecho. Después de soportar un sinfín de vejámenes, logré huir a un centro de acogida de niños maltratados con la ilusión de empezar una nueva vida. Pero mi supuesto tutor resultó ser un pedófilo consumado y me sometía a diario a crueles suplicios: me amarraba a un potro de gimnasia y acallaba mis gritos con una mordaza de cuero. Acabé por escapar de sus garras y me refugié en un monasterio en la creencia pueril de arribar a buen puerto. ¡Pobrecilla de mí! El prior me arrastró a una cripta gótica y, en presencia de los demás monjes, no sé si cátaros, priscilianistas o alumbrados, se ensañó conmigo con mayor ferocidad que sus antecesores. Luego, él y los exorcistas que pretendían arrancarme el diablo del cuerpo filmaron la ceremonia para enviarla, según me dijeron, a un cardenal de la curia romana aficionado a hechicerías y ritos milenaristas. Un día conseguí burlar la vigilancia de mis custodios, resuelta a vivir al fin y a actuar por mi cuenta. Me prostituía en un bosque frecuentado por catadores de carne fresca hasta que un chulo me forzó a currar para él. Abusaba de mí y se apropiaba de mi dinero. Con la flaqueza propia de mi sexo, me enamoré de su sonrisa: soñaba que un día se retiraría del oficio y se casaría conmigo. Creía la dicha al alcance de la mano, pero la mafia me secuestró en el pinar de mis trabajos y penas. Eran cuatro, cuatro afganos barbudos que, para esclavizarme, me violaron y sujetaron a la barbarie de sus creencias. Trabajé en adelante en un club de alterne y, cuando me resignaba ya a su explotación y maltrato, una banda islamista rival, especializada en el tráfico de drogas y trata de blancas a fin de reunir fondos y comprar armas para sus atentados suicidas, irrumpió en el local a tiro limpio y lo cubrió de regueros de sangre y casquillos de bala. ¡Para qué seguir si esto es sólo el comienzo! Ahora, mi agente está negociando la venta de mi historia con los medios de comunicación y hay una verdadera arrebatiña para su adaptación cinematográfica y televisiva. Y no digo más hasta que inicie la campaña de promoción. Mi producto, dicen, está destinado a arrasar y situarse a la cabeza de los más vendidos del año. Me piden ya una segunda y tercera parte, y no lo duden: ¡la tendrán! (Babelia, 24/5/2008)
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt