La persona que haya leído con más o menos continuidad la primera etapa de Desde el trópico de Cáncer (2006-2008), y ahora esta continuación, se habrá dado cuenta sin demasiado esfuerzo de mi nula simpatía por el PP. O por sus dirigentes, si quieren que matice un poco más. A mi me duele enormemente lo que le está pasando al PP. Como demócrata, y porque tengo memoria. Lo mismo que le están haciendo ahora a Rajoy, o algo muy similar, le hicieron antes a González y a Zapatero. Lo recordó el otro día, con bastante mala leche y muchas ganas, ironías aparte, el secretario de organización del PSOE, José Blanco. Y es que resulta que los conspiradores son los mismos en las tres ocasiones: La Santísima Trinidad de la Mentira: Federico Jiménez Losantos (el Padre), Pedro J. Ramírez (el Hijo) y Monseñor Rouco Varela (el Espíritu). Algo muy similar, pero con tintes dramáticos, lo dice en El Confidencial de ayer el periodista Federico Quevedo, en su artículo Por qué Mariano sí, y la conjura no, una persona que no se ha distinguido precisamente por sus simpatías izquierdistas, sino por todo lo contrario. ¡Qué cosas tiene uno que ver, Señor, para creer en Tí! Les dejo con su artículo: Les podría dar un sinfín de razones, más o menos acertadas, y con las que ustedes podrían estar o no de acuerdo... Y a la vista de la visceralidad con la que muchos de los lectores responden en el foro a algunas de las cosas que escribo, sospecho que encontraría más rechazo que asentimiento, lo cual, les seré sincero, no me afecta en demasía pues si de algo estoy seguro es de que nada de lo que está pasando en torno a la crisis del PP responde a un análisis objetivo, sino que más bien es fruto de una perversa manipulación en la que ha caído inocentemente mucha gente. Eso es lo que de verdad me preocupa, por encima de los enfrentamientos personalistas y el falso debate sobre el supuesto giro de Rajoy. Verán, cuando el jueves por la mañana escuché en los micrófonos de la COPE a Pedrojota Ramírez llamar a la sublevación en el PP, y un poco más adelante incitar a Gustavo de Arístegui y a Juan Costa a presentarse en una lista alternativa a Rajoy en el Congreso, aunque perdieran, me di cuenta de la verdadera gravedad de la situación y, francamente, me alarmé.El hecho de que un periodista se convierta en instigador de una sublevación, el hecho de que envíe a otros a dar una batalla propia e, incluso, a morir –políticamente hablando, se entiende- en ella en su nombre, mientras él observa la contienda alejado de los peligrosos mandobles, me hizo comprender el alcance de la sinrazón a la que estamos asistiendo, algunos absortos, otros encantados, sin darnos cuenta de lo que de verdad se esconde tras la misma. Miren, creo que Rajoy sí, creo que debe continuar y liderar el PP hasta que él o su partido decidan cuando debe dejarlo, por una cuestión de higiene democrática, porque de lo contrario habremos puesto en serio peligro el propio sistema, nuestra propia libertad, y habremos entregado nuestra soberanía al peor de los totalitarismos, ese que se teledirige a distancia por poderes que actúan al margen del propio sistema sin que muchas veces el sistema se de cuenta de que está siendo manipulado y condicionado por terceros.A lo que estamos asistiendo, en escala partidaria pero como forma de ensayo de lo que podría ser un intento de otro tipo, es a un pequeño 23-F que, es verdad, afecta sólo a la vida interna de un partido. Pero, en la medida que desde determinados medios de comunicación se intenta condicionar la vida interna de ese partido sin participar de ella ni someterse al juicio de sus militantes, lo que se está haciendo se asemeja a una asonada de, por ahora, proporciones desconocidas. Ésta es la única razón de la crisis. No hay otra. Y esa fue la razón por la que entre la mañana del lunes 10 de marzo y la del martes 11, minutos antes de que Mariano Rajoy anunciara su continuidad, el líder del PP recibió cientos de llamadas en su móvil con un mismo mensaje: "Mariano, tienes que seguir porque no podemos permitir que nos hagan una crisis desde fuera".Él dice que no, que no fue la actitud de los medios lo que le hizo cambiar de opinión porque no había opinión que cambiar, pero lo cierto es que sí hubo mucha gente en el PP que, en aquel momento, se asustó por la gravedad que suponía que a un partido político con 750.000 militantes y 10,3 millones de votantes, con mucho poder territorial y local, con una perspectiva evidente de poder ganar las elecciones generales, le hicieran la crisis desde los aledaños de su propia estructura. Y esa, señores míos, es una razón de mucho peso, de mucha envergadura, porque, en efecto, si el PP hubiera permitido, si Rajoy hubiera flaqueado y aceptado que le hicieran la crisis desde fuera, la democracia se habría resentido en su propia esencia, porque se habría vulnerado la voluntad popular y doblegado la soberanía nacional, y esos mismos que exigen democracia interna habrían dado un golpe de gracia a la misma democracia que dicen defender.Sé que muchos de ustedes, llevados por una animadversión irracional, no van a querer reflexionar sobre esto que les digo, pero permítanme que les invite a rebelarse, a no dejarse manipular, a ser libres, a creer en una sociedad abierta e inteligente capaz de pensar por sí misma y no sometida a lo que piensan otros por ella. Déjenme que les invite a dudar, a sublevarse ante la sinrazón, a no tener miedo a decir que no a las consignas nacidas de un ilustrado despotismo, a mirar para otro lado, a no actuar como borregos siguiendo las directrices semibolcheviques de aquellos que viajaron de un extremo a otro de un ideologismo dogmático. Lo que está en juego es mucho más que el liderazgo de un partido político: lo que está en juego es la supervivencia de una estructura humana libre e independiente, pero cuyo futuro puede ser el de acabar sometida, esclavizada, a los que otros opinan desde fuera de la misma. (El Confidencial, 24/05/08). Sean felices si pueden; no corren buenos tiempos para la lírica. HArendt
La persona que haya leído con más o menos continuidad la primera etapa de Desde el trópico de Cáncer (2006-2008), y ahora esta continuación, se habrá dado cuenta sin demasiado esfuerzo de mi nula simpatía por el PP. O por sus dirigentes, si quieren que matice un poco más. A mi me duele enormemente lo que le está pasando al PP. Como demócrata, y porque tengo memoria. Lo mismo que le están haciendo ahora a Rajoy, o algo muy similar, le hicieron antes a González y a Zapatero. Lo recordó el otro día, con bastante mala leche y muchas ganas, ironías aparte, el secretario de organización del PSOE, José Blanco. Y es que resulta que los conspiradores son los mismos en las tres ocasiones: La Santísima Trinidad de la Mentira: Federico Jiménez Losantos (el Padre), Pedro J. Ramírez (el Hijo) y Monseñor Rouco Varela (el Espíritu). Algo muy similar, pero con tintes dramáticos, lo dice en El Confidencial de ayer el periodista Federico Quevedo, en su artículo Por qué Mariano sí, y la conjura no, una persona que no se ha distinguido precisamente por sus simpatías izquierdistas, sino por todo lo contrario. ¡Qué cosas tiene uno que ver, Señor, para creer en Tí! Les dejo con su artículo: Les podría dar un sinfín de razones, más o menos acertadas, y con las que ustedes podrían estar o no de acuerdo... Y a la vista de la visceralidad con la que muchos de los lectores responden en el foro a algunas de las cosas que escribo, sospecho que encontraría más rechazo que asentimiento, lo cual, les seré sincero, no me afecta en demasía pues si de algo estoy seguro es de que nada de lo que está pasando en torno a la crisis del PP responde a un análisis objetivo, sino que más bien es fruto de una perversa manipulación en la que ha caído inocentemente mucha gente. Eso es lo que de verdad me preocupa, por encima de los enfrentamientos personalistas y el falso debate sobre el supuesto giro de Rajoy. Verán, cuando el jueves por la mañana escuché en los micrófonos de la COPE a Pedrojota Ramírez llamar a la sublevación en el PP, y un poco más adelante incitar a Gustavo de Arístegui y a Juan Costa a presentarse en una lista alternativa a Rajoy en el Congreso, aunque perdieran, me di cuenta de la verdadera gravedad de la situación y, francamente, me alarmé.El hecho de que un periodista se convierta en instigador de una sublevación, el hecho de que envíe a otros a dar una batalla propia e, incluso, a morir –políticamente hablando, se entiende- en ella en su nombre, mientras él observa la contienda alejado de los peligrosos mandobles, me hizo comprender el alcance de la sinrazón a la que estamos asistiendo, algunos absortos, otros encantados, sin darnos cuenta de lo que de verdad se esconde tras la misma. Miren, creo que Rajoy sí, creo que debe continuar y liderar el PP hasta que él o su partido decidan cuando debe dejarlo, por una cuestión de higiene democrática, porque de lo contrario habremos puesto en serio peligro el propio sistema, nuestra propia libertad, y habremos entregado nuestra soberanía al peor de los totalitarismos, ese que se teledirige a distancia por poderes que actúan al margen del propio sistema sin que muchas veces el sistema se de cuenta de que está siendo manipulado y condicionado por terceros.A lo que estamos asistiendo, en escala partidaria pero como forma de ensayo de lo que podría ser un intento de otro tipo, es a un pequeño 23-F que, es verdad, afecta sólo a la vida interna de un partido. Pero, en la medida que desde determinados medios de comunicación se intenta condicionar la vida interna de ese partido sin participar de ella ni someterse al juicio de sus militantes, lo que se está haciendo se asemeja a una asonada de, por ahora, proporciones desconocidas. Ésta es la única razón de la crisis. No hay otra. Y esa fue la razón por la que entre la mañana del lunes 10 de marzo y la del martes 11, minutos antes de que Mariano Rajoy anunciara su continuidad, el líder del PP recibió cientos de llamadas en su móvil con un mismo mensaje: "Mariano, tienes que seguir porque no podemos permitir que nos hagan una crisis desde fuera".Él dice que no, que no fue la actitud de los medios lo que le hizo cambiar de opinión porque no había opinión que cambiar, pero lo cierto es que sí hubo mucha gente en el PP que, en aquel momento, se asustó por la gravedad que suponía que a un partido político con 750.000 militantes y 10,3 millones de votantes, con mucho poder territorial y local, con una perspectiva evidente de poder ganar las elecciones generales, le hicieran la crisis desde los aledaños de su propia estructura. Y esa, señores míos, es una razón de mucho peso, de mucha envergadura, porque, en efecto, si el PP hubiera permitido, si Rajoy hubiera flaqueado y aceptado que le hicieran la crisis desde fuera, la democracia se habría resentido en su propia esencia, porque se habría vulnerado la voluntad popular y doblegado la soberanía nacional, y esos mismos que exigen democracia interna habrían dado un golpe de gracia a la misma democracia que dicen defender.Sé que muchos de ustedes, llevados por una animadversión irracional, no van a querer reflexionar sobre esto que les digo, pero permítanme que les invite a rebelarse, a no dejarse manipular, a ser libres, a creer en una sociedad abierta e inteligente capaz de pensar por sí misma y no sometida a lo que piensan otros por ella. Déjenme que les invite a dudar, a sublevarse ante la sinrazón, a no tener miedo a decir que no a las consignas nacidas de un ilustrado despotismo, a mirar para otro lado, a no actuar como borregos siguiendo las directrices semibolcheviques de aquellos que viajaron de un extremo a otro de un ideologismo dogmático. Lo que está en juego es mucho más que el liderazgo de un partido político: lo que está en juego es la supervivencia de una estructura humana libre e independiente, pero cuyo futuro puede ser el de acabar sometida, esclavizada, a los que otros opinan desde fuera de la misma. (El Confidencial, 24/05/08). Sean felices si pueden; no corren buenos tiempos para la lírica. HArendt