Me resulta interesante que un asunto tan aparentemente banal como ha sido la denuncia de Telma Ortiz, hermana de la princesa de Asturias, contra varios medios de comunicación en demanda de protección a su derecho a la intimidad, sea utilizado como fundamento de un magnífico artículo por parte de la catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia, Isabel Burdiel, reclamando el derecho a la privacidad como fundamento de las libertades públicas. Citando a un tiempo a Benjamin Constant e Isaiah Berlin, a los que yo añadiría sin desdoro alguno a Philiph Petit, la profesora Burdiel construye un formidable alegato en defensa de la privacidad, hoy vulnerada hasta el sarcasmo en nombre de un sacrosanto derecho a la información que parece no conocer límite moral o jurídico alguno. Leyendo, viendo u oyendo las "cosas" que se dicen para justificar el acoso mediático a la privacidad de la gente me han venido al recuerdo las palabras de uno de los personajes del libro de Javier Marías que estoy leyendo ahora mismo y que ya he citado con anterioridad: "Casi todo lo que decimos y comunicamos todos es filfa, relleno, es superfluo, es vulgar, aburrido, intercambiable y trillado, por mucho que sea nuestro y que la gente, como se repite ahora con cursilería extrema, sienta la necesidad de expresarse". Y aunque me fuera aplicado a mi con toda justicia, pienso que tiene toda la razón... Sean felices. HArendt
Me resulta interesante que un asunto tan aparentemente banal como ha sido la denuncia de Telma Ortiz, hermana de la princesa de Asturias, contra varios medios de comunicación en demanda de protección a su derecho a la intimidad, sea utilizado como fundamento de un magnífico artículo por parte de la catedrática de Historia Contemporánea de la Universidad de Valencia, Isabel Burdiel, reclamando el derecho a la privacidad como fundamento de las libertades públicas. Citando a un tiempo a Benjamin Constant e Isaiah Berlin, a los que yo añadiría sin desdoro alguno a Philiph Petit, la profesora Burdiel construye un formidable alegato en defensa de la privacidad, hoy vulnerada hasta el sarcasmo en nombre de un sacrosanto derecho a la información que parece no conocer límite moral o jurídico alguno. Leyendo, viendo u oyendo las "cosas" que se dicen para justificar el acoso mediático a la privacidad de la gente me han venido al recuerdo las palabras de uno de los personajes del libro de Javier Marías que estoy leyendo ahora mismo y que ya he citado con anterioridad: "Casi todo lo que decimos y comunicamos todos es filfa, relleno, es superfluo, es vulgar, aburrido, intercambiable y trillado, por mucho que sea nuestro y que la gente, como se repite ahora con cursilería extrema, sienta la necesidad de expresarse". Y aunque me fuera aplicado a mi con toda justicia, pienso que tiene toda la razón... Sean felices. HArendt