Arctic Monkeys (2013) Palacio de los Deportes. Madrid

Por David Gallardo @mercadeopop
Lugar: Palacio de los Depores. Madrid
Fecha: 15 noviembre 2013
Asistencia: 14.000 personas
Artistas Invitados: The Strypes
Precio: 38 euros
Músicos: Alex Turner (vocalista y guitarrista), Jamie Cook (guitarrista), Matt Helders (baterista) y Nick O'Malley (bajista)
Setlist: Do I wanna know?, Brianstorm, Dancing shoes, Don't sit down cause I've moved your chair, Teddy picker, Crying lightning, Fireside, Reckless serenade, Old yellow bricks, One for the road, Arabella, I want it all, I bet you look good on the dancefloor, Cornerstone, Piledriver waltz, Why'd you only call me when you're high?, Fluorescent adolescent, I wanna be yours. Bises: Snap out of it, Mardy bum, R U mine?.
El desierto congelado
No deja de ser una evocadora coincidencia que la nueva visita a Madrid de Arctic Monkeys coincida con el primer día realmente gélido de la temporada en la capital, con los termómetros crionizando y el personal implorando cobijo y calor humano. Es una de esas sincronías que hacen creer en la música como sólido timonel de nuestros designios. Es una de esas concomitancias que contribuyen a acrecentar la leyenda y a convertir a los músicos en seres casi mitológicos.
Fueron alrededor de 14.000 personas las que se acercaron al Palacio de los Deportes en busca de ardor y combustión, confiando en los poderes de Alex Turner como maestro de ceremonias para multiplicar los panes y los peces y transformar el frío ártico en acurrucadora calidez. Y bueno, las cosas como son, lo encontraron solo a medias, aunque el ímpetu de los asistentes les convirtió durante buena parte de la velada en alegres monos danzando alrededor de una virulenta fogata sónica.
Antes de entrar en otras consideraciones, decir que el concierto fue insultantemente corto, pues apenas 80 minutos no es otra cosa que una ofensa indigna para un local de la amplitud del Palacio de los Deportes. El sonido estuvo razonablemente bien, a pesar de que algunos se quejaban (en balde y no sin razón) de un persistente 'crujido' zumbando en sus cabezas. Pero junto a la escasa duración hay que mencionar también al repertorio, pues aunque las hostilidades comenzaron con evidente vigor incendiario, la llama fue progresivamente extinguiéndose sin que nadie fuera capaz de hacer nada, dejando una sensación de destemple demasiado propicia para contraer todo tipo de fiebres invernales.
'Do I wanna know?', 'Brianstorm', 'Dancing shoes', 'Don't sit down cause I've moved your chair', 'Teddy picker' y 'Crying lightning' fueron la convincente chispa que esperaban los asistentes para aullar y brincar con irreflexiva demencia ante un escenario tan sobrio como eficaz, en el que prácticamente podía tocarse con las manos el carisma de un Alex Turner que concentra todas las miradas y que ya se atreve incluso a cantar sin guitarra, pavoneándose con seguridad con su perfecto tupé a lo Richard Hawley. Algunas decenas de chicas caen derretidas a su paso y él, a lo suyo, cómodo en su papel de estrella del rock que maneja la barca. [Fotos de Alfredo Rodríguez]

El vocalista y guitarrista de 27 años es en realidad un pipiolo que pretende aparentar más edad de la que en realidad tiene, y a pesar de no haber llegado a la treintena lidera una banda que de alguna manera parece estar atravesando un momento de lúcida madurez, lejos de sus saltarines y frenéticos inicios. Arctic Monkeys suenan arenosos, desérticos, monumentales y vigorosos, a pesar de que hayan rebajado la frenética velocidad de algunas de sus canciones más juveniles, adaptándolas a lo que sienten que son en la actualidad: una musculosa banda de rock con las venas bien marcadas.
Esta madurez se demuestra en un tramo central en el que la imagen inevitable es una banda tocando en mitad del desierto soportando una canícula sudorosa hasta extremos de delirio ártico. Suenan contundentes la sensual 'One for the Road', 'Arabella' (con guiño guitarrero a Black Sabbath incluido) y la cinemática 'I Want it All'. Llega después el momento más celebrado del recital con 'I bet you look good on the dancefloor' y el pabellón se viene abajo como una pista de baile infinita durante unos suculentos minutos de fugaz liberación vital. Es el baile desinhibido como arma de sanación masiva.
Este momento álgido supone inevitablemente la cima de una velada que poco a poco se encamina hacia su fin aterrizando despreocupadamente. Evidentemente el núcleo frontal y central del público de pista continúa dándolo todo y no estará de acuerdo, pero la efervescencia se nos escurre entre los dedos a pesar de lo bien que funciona la brillante 'Why'd you only call me when you're high' justo antes de 'Fluorent Adolescent'.
El tramo final coquetea peligrosamente con la intrascendencia y más de uno se desespera cuando suena 'Mardy bum' reconvertida en una balada acústica (no es para tanto, en realidad la apuesta es valiente e interesante). La salvación final llega con una interpretación incendiaria y aplastante de 'R U Mine?' plagada de guitarras puramente stoner que lanzan al personal a las calles caldeado pero no abrasado tras 80 tacañetes minutos. División de opiniones en el tendido y en la calle castiga el frío. Vamos a debatir la jugada tomando un caldo con Coca-Cola Light y que sea lo que Alex Turner quiera. En ningún momento hubo otra manera.
Antes de cerrar el chiringuito, más bonitas fotos de Alfredo Rodríguez:

PD: los teloneros, The Strypes, suenan realmente bien pero no pudimos llegar antes y apenas vimos un par de canciones de su actuación. Habrá que seguirles la pista en el futuro.