Me proponía espiar la reacción de las personas que iban a ver el partido de Argentina en lugares públicos, oír qué comentaban, sentir la frecuencia vibratoria de los organismos. Me perdí en Viamonte y Ayacucho, y hasta que encontré el bar de la Alem ya habían pasado 45 minutos.
No bien llegué, lo primero que se escuchaba en la voz de un tomador de cerveza vestido con la camiseta y un gorrito de Argentina era: "No podemos empatar con Irán". Al comienzo del segundo tiempo los otros presentes fueron acercándose a la pequeña pantalla y a gritar toda clase de improperios que incluían, para mi sorpresa, al Messi. Con los ojos inyectados en sangre, el tomador de cerveza, entre grito fallido de gol y sorbo al vaso, repetía a los 35' "no podemos empatar con Irán".
Por el 43', harto ya de los panzones comentarios del, para ahora, transpirado borracho, intercedí entre la selección y los improperios. Capté la atención del público con un título provocador: Es más fácil jugar con Brasil que con Irán. Y le agregué una bajada: Y perder también.
Dejaron los ojos en la pantalla, pero torcieron el cogote en dirección a mi voz. Aproveché el instante de silencio y, para evitar resoplidos o la interrupción de alguna jugada de gol, fui breve: Como en la escuela, cuando hacíamos fútbol mixto, el barullo general impedía armar una jugada con dos o tres toques seguidos. Brasil, Alemania, Holanda, pueden ganarte por goleada, pero alguna jugada podés hacer porque hay criterio en la cancha, no aparecerá ningún iraní de cuclillas en la media luna del área, ningún iraní corriendo hacia el banderín del córner cuando hay tiro libre a tu favor.
El pestañeo de todos favoreció a mis palabras que ahora sí estaban donde los ojos del resto. Luego de un brevísimo silencio, la panzona voz volvió a oírse: "No podemos empatar con Irán". De inmediato Messi hizo una de las de él, y Argentina ganó el partido. Perdí parte del oído medio culpa del grito doliente de gol argentino. El borracho vomitó los cientos de litros de cerveza que había tomado, y yo decidí marchar pa' las casas a ver a Özil.
No sé qué bondi tomé que terminé en las Barrancas de Belgrano chamuyando de técnica vocal con una china que atiende un local de chucherías y que no sabía explicarme si tenía ceniceros de plástico. Sin lograr que la china me llevara el apunte para más que seguir hablando de técnica vocal y de ceniceros de plástico, ya oscuro, caché el bondi correcto y partí hacia mi hogar soportando el asqueroso perfume de una cheta que se quejaba de los "gorritos boli".
En la tele estaban los caraduras de siempre, los mismos que justifican a Riquelme cuando todo el equipo juega mal, ahora decían que Messi tenía que hacer algo más para que el resto jugara mejor, y los que suelen repetir hasta el hartazgo que lo único importante es ganar, que "los mundiales no se juegan, se ganan", ahora criticaban el mal funcionamiento del equipo de Sabella. Además me enteré que el presidente de la AFA había dicho que Maradona es mufa. Había llegado a casa.
El próximo de Argentina, ya clasificada, es contra Nigeria el miércoles 25 de junio en Porto Alegre. Afortunadamente, la selección continúa el triunfante camino hacia la ansiada copa del mundo.
Pasenlá joya.