Stiffelio, estrenada en 1850 tuvo muchísimos problemas con la censura, estaba ambientada en pleno siglo XIX y su protagonista no era un cruzado sino un ministro protestante, el tema principal giraba en torno a si el marido cornudo debía perdonar o no el adulterio. No es de extrañar que en un país católico como Italia el hecho de que un religioso tuviera esposa chirriara bastante, y más todavía si ésta le había puesto los cuernos, por eso la ópera fue sometida a todo tipo de cambios, como la sustitución del título original por otro distinto, la mutilación de algunos de sus números o incluso el cambio de alguno de sus actos por otro perteneciente a una otra ópera. Era una historia que, por su carácter burgués, podríamos emparejar con óperas como con Luisa Miller o, sobre todo, La traviata, demasiado moderna para la época.
Siete años más tarde Verdi se decidió a revisar Stifelio, estrenándose bajo el título de Aroldo en Rimini con ocasión de la inauguración de un nuevo teatro para la ciudad, y tuvo mucho éxito, se cuenta que Verdi tuvo que salir a saludar en 27 ocasiones; sin embargo, Aroldo antes de que pasaran unos quince años terminó desapareciendo del repertorio, incluso hoy apenas existen grabaciones de ella.
En el segundo acto nos encontramos con un recitativo acompañado, aria y cabaleta de Mina, que es lo que ha motivado esta entrada, la mayoría de la música compuesta en esta escena ya existe en Stiffelio, pero en Aroldo Verdi sustituye la cabaleta final, Perder dunque volete, por otra: Ah dal sen di questa tomba.
La escena, dividida en tres partes (Introducción orquestal y recitativo acompañado, aria y cabaleta) comienza con una oscura y grave introducción orquestal a la que sigue un intenso recitativo acompañado, Mina se encuentra en un cementerio, en Stiffelio ha quedado allí con su amante y está esperándole, pero en Aroldo no sabemos muy bien por qué se encuentra en ese lugar, cuando aparece el amante en la escena siguiente, como no lo espera, se sorprende y le ruega que desaparezca. Pero volvamos a la primera escena, el remordimiento no cesa de atormentar a Mina, allí donde posa su mirada encuentra algo que parece reprocharle su traición; ante la tumba de su madre, entona una plegaria suplicándole que, desde el cielo, interceda por ella. Es un momento para la expansión lírica con subidas al agudo, arriesgados descensos a la zona grave y regulaciones que comprometen el fiato. Para terminar Verdi coloca la cabaleta de rigor, lo más complicado de toda la escena, requiere suficiencia en el registro agudo, descensos al grave fuera de lo común imposibles para una soprano ligera o incluso lírica, Callas podría haber dado una versión referencial de la escena si la hubiera grabado una década antes, aún así ella, con una extensión vocal suficiente en la que la zona aguda muestra una decadencia y oscilación más que evidente, nos da lecciones de técnica, musicalidad e intención dramática.