- - ¡Nosotros, la tripulación de la astronave soviética “Jius”, en nombre de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas declaramos que la Golconda Uránica con todos sus tesoros son propiedad de toda la Humanidad!Bikov se acercó al faro y fijó en el poste un ancho paño. El viento lo desplegó y apareció una bandera roja que en el crepúsculo purpúreo parecía negra, con una estrella dorada y el antiguo emblema –el martillo y la hoz- la bandera de la Patria.- - ¡Hurra! –gritó Yurkosvkiy y Daugé empezó a aplaudir.
Al ser una novela de anticipación, los Strugatski arriesgan en adelantos científicos y en vocabulario. Nos encontramos así con naves fotónicas –el “Jius”- que sustituirán a las atómicas –en la misma época, Asimov en la Fundación y secuelas basaba en lo atómica el avance de la Humanidad-, y con el término “cohetódromo”, que vendría a ser un aeropuerto para naves espaciales.
El tono épico lo inunda todo, en los cortos episodios que se suceden –el meteorito que pasa cerca del “Jius”, el bombardeo de protones procedentes del Sol, la llamada de socorro de otras naves, la muerte de los personajes o el enfrentamiento con la naturaleza venusiana-, y en los diálogos, como en la respuesta de Bikov a Ermakov, jefe de la expedición:
- - Cumpliré cualquier orden suya mientras no sea contradictoria a los intereses de nuestro Estado,… y partido, claro. Soy comunista.