Arlindo Yip (2 de 3)

Publicado el 16 enero 2013 por Sfer
Arlindo Yip no hacía nada en ese momento. Sentado en su sillón preferido pensaba en qué año se inventó el plástico. Había una edad del cobre, del bronce y del hierro. Esta no hace tanto, solo mil quinientos años antes de Cristo, en el último periodo de la prehistoria.
Ring, ring, ring.
Sonó el timbre de la puerta. Arlindo Yip se levantó a abrir.
"La edad del timbre", pensó cuando se encaminaba a la puerta.
- Buenos días, señor bucanero, perdón, butanero. Que yo sepa no le he pedido ninguna bombona.
- Ya. Lo sé. Si se fija no me acompaña ninguna bombona. Que por cierto, ya va siendo hora que los vecinos piensen en poner un ascensor en la casa.
- Casualmente el proyecto ya está aprobado. Las obras empiezan cuando acabe el lector de leer este libro.
- No sabía que también fuésemos personajes de un libro.
- También.
- Hablando de libros, ¿tiene otro?
- No le entiendo.
- Que si tiene otro libro. Usted me regaló un libro, ¿se acuerda? Ella era alta, morena, de ojos claros... Dulce...
- Cariñosa, hermosa...
- Inocente. Además de todo eso, tenía un corazón que no le cabía en el pecho.
El repartidor dijo la frase y Arlindo Yip puso cierta cara de desagrado, como si hubiese visto realmente ese corazón salirse por los laterales del cuerpo de la protagonista del libro.
- ¿Le ocurre algo?
- No, nada. Simplemente estaba pensando en qué otro libro podía regalarle - se excusó Arlindo Yip.
- Si puede ser... me gustaría que apareciese ella.
- Eso va a ser complicado. Ella pertenece solo al libro que le regalé. Ella...
- Ella es irrepetible.
- Tiene toda la razón. A ver, a ver... Recuerdo un libro de un escritor ruso...
- Yo no sé ruso, señor cuarto C.
- Yo tampoco, señor butanero. El libro está traducido al español. La protagonista se llama Ana. Creo que lo tengo... pase, pase, no se quede en la puerta.
- Veo que tiene todos los cuadros un poco torcidos - dijo el repartidor en medio del pasillo.
- Sí, es algo que heredé de mi padre - dijo desde el interior de su dormitorio.
- ¿Los cuadros?
- No, los cuadros los compré a un viejo amigo que pintaba antes de ser escritor. Ahora se ha casado, ha tenido un hijo y un libro.
- ...
- Lo que heredé de mi padre es la poca paciencia con los trabajos caseros. Aquí tiene el libro. No le quite el papel del forro, por favor.
- ¡Uuuf! A usted sólo le gustan los libros gordos. Como no tenga cuidado, igual hunde la casa.
- Igual.
***
Arlindo Yip, de Daniel Nesquens.