Armenia ha convertido al ajedrez en una asignatura obligatoria en la escuela primaria, teniendo como objetivo convertirse en una fuerza mundial en el juego, tal y como ha dicho el ministerio de educación. Según ha confirmado el Gobierno armenio a la prensa local, este juego será considerado como obligatorio en el sistema educativo del país.
El oficial del ministerio Arman Aivazian ha dicho: "Enseñar ajedrez en las escuelas creará unas bases sólidas para que el país se convierta en una superpotencia del ajedrez".
Con tres millones de habitantes, Armenia ha ganado los dos últimos campeonatos mundiales de ajedrez masculino, superando a rivales como Rusia, China y Estados Unidos.
Parece una extraña coincidencia. En 1963, Tigran Petrosian derrotó a Mijail Botvinnik y ganó el título mundial de ajedrez.
Para los occidentales era un soviético derrotando a otro. Los soviéticos utilizaron el ajedrez para mostrar la superioridad del comunismo sobre el capitalismo y montaron una eficiente fábrica de ajedrecistas que producía prodigios como si fueran salchichas.
Pero los armenios no tenían esa percepción. Para ellos, Petrosian era, por sobre todas las cosas, un armenio.
Desde fines de la década de 1980, Armenia ha vivido un terremoto catastrófico, una guerra con Azerbaiyán y un colapso económico.
Según Tigran Xmalian, el ajedrez ofrece esperanza, la oportunidad de salvarse. Es que en el ajedrez -dice- todos los peones pueden convertirse en reinas.
Más tarde conocí al presidente de la Federación Armenia de Ajedrez. Me llevó meses concertar esa entrevista.
Puede sonar extraño, hasta que uno se da cuenta de que en su tiempo libre ese hombre es el presidente del país.
Su gabinete está compuesto por dos Tigrans: el primer ministro y el ministro de Finanzas.
El Estado ofrece entrenamiento gratuito para los jugadores más prometedores y garantiza un salario equivalente al sueldo promedio para todo armenio que alcance el título de gran maestro.
El presidente planea incorporar el ajedrez a los programas escolares.