Se citaron un fin de semana de marzo de 2001, durante el cual tuvieron relaciones sexuales, pero Brandes no disfrutaba, necesitaba que le infligieran dolor, quería llegar a sentir el placer máximo. Tras una conversación le pidió a su amante que le cortara el pene. Meiwes accedió. No solamente quería eso, sino que seguidamente quería que lo cocinase para comerse su propio miembro, pero no quedó comestible y se decepcionó. Después de tomar un baño, Brandes caía inconsciente. Acto seguido, Meiwes le cortó el cuello y descuartizó el cuerpo. Preparó un trozo de carne, la sirvió en su mejor vajilla, y la comió a la luz de las velas, acompañada de un buen vino tinto. Todo quedó inmortalizado en una grabación de video que realizó el propio caníbal.
Los meses siguientes al crimen, Meiwes buscó a nuevas víctimas, que como Brandes desearan ser comidos. Varios cientos de personas estaban dispuestos a ser devorados por otro ser humano. En los foros, contaba que había ingerido carne humana, así que fue denunciado por un estudiante austriaco horrorizado. Un año después del asesinato, el caníbal fue detenido. Se encontraron en el congelador de su casa, varios trozos de la carne de Brandes.
El juicio no estuvo exento de polémica, ya que fue un caso nunca visto hasta entonces. Se cometió un asesinato de mutuo acuerdo entre agresor y víctima, lo que lo convertía en una especie de eutanasia, cuya pena máxima era de 5 años de prisión, aunque finalmente fue condenado a cadena perpetua por cometer un asesinato con fines sexuales.
Los informes psiquiátricos forenses declararon que Meiwes padecía un grave trastorno de las preferencias sexuales pero era capaz de controlar sus impulsos. No haría nada en contra de la voluntad de otra persona, por lo que no se le consideró un peligro para la sociedad.