Puede decirse de todas las novelas: su historia común las pone en múltiples relaciones mutuas que iluminan su sentido, prolongan su alcance y las protege del olvido. ¿Qué quedaría de François Rabelais si Sterne, Diderot, Grass, Gombrowicz, Vancura, Gadda, Fuentes, García Márquez, Kiš, Juan Goytisolo, Chamoiseau, Rushdie no hubieran emitido el eco de sus locuras en sus novelas? A la luz de Terra nostra (1975) vemos en Los sonámbulos (1929-1932) todo el alcance de su novedad estética, que cuando apareció apenas era perceptible, y en la cercanía de esas dos novelas Los versos satánicos (1991), de Salman Rushdie, deja de ser actualidad política efímera y se convierte en una gran obra que, con sus oníricas confrontaciones de épocas y continentes, desarrolla las más audaces posibilidades de la novela moderna. ¡Y Ulises! Sólo puede comprenderla quien se haya familiarizado con la vieja pasión del arte de la novela por el misterio del momento presente, por la riqueza contenida en un único segundo de vida, por el escándalo existencial de la insignificancia. Situado fuera del contexto de la historia de la novela, Ulises no sería sino un capricho, la incomprensible extravagancia de un loco.
Arrancadas de la historia de sus artes, poco queda de las obras de arte.
Milan Kundera
El Telón. Ensayo en siete partes
Foto: Milan Kundera con su perro en Praga
©AFP
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