El verano terminó con la primera borrasca del norte, hace tiempo que me huele a otoño. Las hojas de los plátanos de la Barrera corren por el suelo húmedas de lluvia y los turistas se han ido dejando al pueblo en calma.
El aire nocturno es fresco y el sueño me envuelve como una protectora manta de la infancia. Me voy con la compañía de las aves migratorias a climas más amables. Como cada año me inunda la nostalgia, es tiempo de recogimiento. La naturaleza es sabia.