Arriba y abajo

Por Francescbon @francescbon
Primero, las malas noticias. Aunque sea algo pronto para decirlo, pues la precipitación es mala consejera."Reflektor" es el cuarto disco de Arcade Fire. Es el segundo disco consecutivo que se inicia con la canción que da título al disco, tras "The Suburbs". Para los que andamos algo obsesionados con la música, ese es un detalle importante. Más, en esta época en que se oyen los discos de esta manera tan alejada del concepto oir un disco en la época del vinilo. Que puede que tenga que ver con el intrínseco sentido de la holgazanería humana. Ponías la aguja sobre el vinilo, oías el "slap", y dejabas que la cosa fuera tirando. ¿Levantarse a desplazar hacia otra canción? Vamos, estoy muy cómodo en el sofá. Pero vino el CD, vino el mando a distancia y vino la tecla skip. Vinieron los reproductores portátiles y el iPod y los ficheros AAC y los ficheros Mp3 y se acabaron las concesiones. Pero los Arcade Fire deben conservar un hálito de confianza en ese viejo sistema de oir la música. Muy mal no les va, así que allá ellos. Hoy leía en RDL sobre Spotify, plataforma que no uso, y joder, pienso que esto es una mierda, así como está. No hay oportunidades para músicos incapaces de atrapar al oyente a los diez segundos de canción y evitar que se vayan a otro sitio. Mundo que hemos creado entre todos. Algunos más que otros, pero entre todos. Vaya. 

Total, que el artefacto promocional que Arcade Fire han puesto al servicio de la promoción de este disco doble es la cuestión viral. Camuflarse tras otros nombres para hacer correr nuevos temas por la red. Usar rumores. Y, al final, presentar adelantos. A lo clásico, pero un poquitín más trabajado. Un primer clip onda caribeña, con interactividad incluída. Un segundo, oscuro, brillante, bizarro, que ese sí ya apartaba el tema visual y convertía a la canción, repito, la canción, en el centro. Los dos para presentar ese tema, una especie de experimento de rock bailable, un tema intenso, pegajoso, prolongado y puntualmente aderezado con efectivos trucos de producción del James Murphy, que dispone de tiempo libre tras haber dinamitado a los LCD Soundsystem, con lo que intercala la intensidad guitarrera con pasajes ácidos, con cuerdas y hasta con un piano percusivo que recuerda muy en el fondo ciertos pasajes ácidos y luminosos que muy pocos recordamos ya.

Luego, "Here comes the night time", mini-film de 23 minutos adicionales repleto de cameos de todo tipo: James Franco, Michael Cera, Rainn Wilson, Ben Stiller y Bono. Sip, Bono, que hace una especie de gesto de desplazamiento de carrera al ser sustituido en el escenario. En este experimento presentaban tres temas más: el que le da título a la película, donde acudían a cierto ritmo caribeño que encuentro algo, ejem, impostado, , "We exist", ese sí, un trallazo de funky-disco-rock planeador que goza de un efecto visual francamente fascinante, y "Normal person", un regreso a ciertas tonalidades presentes en "The Suburbs": unos Arcade Fire más norteamericanos, más violentos y cercanos al boogie-rock. Todas las canciones presentadas están entre los primeros temas que desfilan cuando oímos "Reflektor", el álbum. Y qué pasa entonces. Pues que el oyente se queda con la idea de que esas canciones son el esqueleto de un disco doble. Con la sensación de que más allá no va a encontrar gran cosa ya que el grupo no ha decidido incluirlo en la promoción inicial. Con tres o cuatro canciones iniciales efectivas ya hay bastante, y luego si encuentras alguna perla por allí hacia el final, tú ya verás. Como oyente el tracklisting es importante. Como analista es importante conservar ese concepto, añejo, ya lo sé, del álbum como conjunto con el que el músico viene a expresarse. Y esa disposición me desorienta y me aleja al disco, lo separa y lo acerca al concepto "grupo de canciones". Ahora que Lou Reed ha muerto y veo pocos discos más unitarios que su majestuoso "Transformer", apenas media horita de canciones breves y tendentes a lo íntimo, canciones en las que veías a los músicos abandonando el estudio con sus instrumentos en una maleta, diciéndose buenas noches hasta mañana y acudiendo a sus apartamentos a fumar hasta el día siguiente.

Luego, las buenas.Los mejores discos de Goldfrapp van a ser, para siempre, los dos primeros. Pero resulta que "Tales of Us", sexto disco en estudio, nos fue presentado, por su tonalidad oscura, como un reprise de su debut, el extraordinario "Felt Mountain". Se habló, incluso, de que el concepto del grupo era alejarse lo máximo posible de su anterior disco, "Head First", lo más cercano al sonido disco-chochi que habían grabado.

Así que, volviendo a esa imagen expuesta en el párrafo anterior, veo a los músicos que tocan en "Tales of Us" viviendo en casas de campiña inglesas, alquiladas para tal fin. Desayunando y esperando que el día se aclare un poco para acudir al estudio y tomarlo donde lo dejaron. Las canciones de "Tales of Us" tienen, todas menos una, nombres de personas. A lo largo de este tiempo he descubierto que Alison Goldfrapp ha tenido parejas de ambos sexos. Los vídeos previos al lanzamiento de "Tales of Us" son estéticos y delicados. 

Presentan dos canciones, "Drew" y "Annabel", y en todos ellos andamos un poco perdidos en cuestiones de identidad. Pero, a diferencia de los trallazos efectivos e iniciales del disco de Arcade Fire, el disco de Goldfrapp crece mucho con las escuchas. A pesar de esa tentación de recrear ciertos paisajes sonoros donde ya han triunfado antes, y de que los teclados son menos protagonistas (en parte cediendo espacio a guitarras cristalinas, de esas en las que se oye el chasqueo de las cuerdas, como las que llenaban ciertas canciones de la grandísima Françoise Hardy). A pesar de que pueda invadirnos cierta impresión inicial de que se han enfrascado en un "Back to basics" particular, este es un disco soberbio, un disco en el que, al menos seis o siete canciones (de diez) persisten en la memoria con un poder evocador, cinemático, con una presencia que solo atribuiría a la intraducible expresión inglesa "otherworldly", cuestión, por cierto, que me ha ayudado sumamente a observar la escucha de los podcasts de los Sunday Service que el gran Jarvis Cocker (otro día, pronto, hablaré de Jarvis Cocker) nos suministra cada domingo. Pues eso: oid ese magnífico disco irregularmente recibido llamado "Tales of us". Dejad que el disco suene, que supere ese único tema rápido colocado allí en medio (sin saberse bien por qué, pero hay que dejarlo ahí), y luego acudid a esos recuerdos que sus canciones han dejado. Haciendo que reposen.