La Feria de Arte Contemporáneo (ARCO) de Madrid, cuya 34 edición se clausuró este domingo tras cinco días abierta con galeristas de 42 países y miles de obras, se autoproclama como una de las más interesantes de Europa.
Como siempre, estaba Picasso, el extraño Jean-Michel Basquiat, Calder y tantos otros grandes, pero la máxima atención la acaparó un pequeño madero de aglomerado atornillado a una pared, con un vaso mediado de agua.
De momento no se sabe si se vendió o no por 20.000 euros esta creación del cubano Wilfredo Prieto, conocido por obras como un montón de libros en blanco o pieles de plátano que van pudriéndose.
Es arte conceptual, con éxito desde que el francés Marcel Duchamp (1887-1968) creó “La Fuente” en 1917: un urinario masculino de pared comprado a unos albañiles, que una votación entre grandes críticos consideró la obra de arte más influyente del siglo XX, en realidad arte escatológico frente al Guernica de Picasso.
En España hubo algo parecido a lo del vaso de agua mezclado con el urinario.
Debió ser uno de los ensayos experimentales de Alfonso López Gradolí, autor de bellísimos poemas-collage, como el “Quizás Brigitte venga a tomar una copa esta noche” (1971), quien colocó sobre una peana en una exposición una bolsa vacía para los mareos en los aviones. Impresa, la leyenda: “Para vomitar”.
Nadie dio valor a aquello hasta que Antonio D. Olano (1938-2012), periodista y biógrafo y amigo de Picasso y Dalí, vomitó inopinadamente dentro de la bolsa y comenzó a gritar “¡Ahora sí que es arte!”. Resultó un gran éxito.
Fluidos humanos como las heces de Piero Manzoni (1933– 1963) envasadas en noventa latas en 1961 como “Merda d’Artista”: alguna se ha vendido en alrededor del millón de euros.
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SALAS
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