Tiempo atrás tuve la fortuna de conocer en el continente africano un país que me enamoró definitivamente.
En aquella tierra se sucedieron capítulos de la historia universal desconocidos para un Occidente que siempre se ha mirado el ombligo con obsesión. Y es que cuando uno aterriza en Malí y surca las someras aguas del río Níger descubre una sociedad multicultural y multiétnica rodeada de puro arte.
Destaca la literatura y la música reconocida fuera de sus fronteras. También hay mucha dignidad y elegancia en los andares y vestimentas de sus gentes. Aunque es en la arquitectura de estilo sudanés donde la originalidad cautivó a todo el mundo.
Sus creadores rompieron hace muchos siglos con las líneas rectas hechas a escuadra y cartabón buscando en la propia naturaleza las estructuras ideales para la construcción de sus edificios.
Parece que en la obra de Gaudí hubo un antes y un después tras descubrir esta arquitectura en la exposición universal de 1889 de París. En la actualidad es Mikel Barceló el que aprende de los artistas malienses refugiándose por temporadas en la casa que tiene en Bamako.