Ahora que la Academia acepta términos como almóndiga, gayumbos, murciégalo y asín, es momento de pedirle que apruebe el de listonto para definir a la gente lista que se beneficia de la tontez de sus congéneres.
Los listontos aparecen en todas las actividades humanas, y son especialmente activos en el arte y como políticos.
El dibujante Armando Salas, creador multifacético, hizo hace algún tiempo una tira en la que aparecía una limpiadora de ARCO, feria anual de arte contemporáneo de Madrid, que preguntaba a su jefe si un lote de botellas vacías, vasos y desechos de comida eran una obra de arte o restos de la fiesta de clausura.
Seguramente era una obra de arte carísima. El listo sería el que amontonó toda aquella basura y la puso a la venta, y el tonto el que la compró: arte listonto, para el listo y para el tonto.
De ahí la petición de que el Diccionario de la RAE acepte listonto, un palabro chungo, términos también aprobados.
Es que el arte listonto está multiplicándose y también la confusión de limpiadoras, como la de Salas.
Hace unos días una de ellas metió en bolsas de basura una instalación de botellas vacías y desechos titulada “¿Dónde vamos a bailar esta noche?” de Sarah Goldschmied y Eleonora Chiari, expuesta en el Museion de Bolzano, ilustrada ciudad al norte de Italia.
Arte listonto también es el que se vio, precisamente, en el último ARCO, que consistía en un pequeño madero de aglomerado atornillado a una pared, con un vaso mediado de agua, obra valorada en 20.000 euros del cubano Wilfredo Prieto.
Listontadas: listo, Prieto, y tontos quienes miraban con admiración a aquella peana y le encontraban un profundo significado, aunque el tonto mayor fue quien la compró.
Pero hay listonterías más peligrosas que las del arte: sin ser demasiado inteligente, ni culto, ni bien preparado, porque sólo es fachada, Pablo Manuel Iglesias Turrión, el pequeño Pablo, es listo, y no hay más que decir.
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SALAS