Decoración en cáscaras de huevos naturales.
Se utilizan huevos de codorniz, gallina, pato, ganzo, pavo, ñandú, avestruz africano y emú mediante diversas técnicas de pintura, calado y forrado; logrando piezas únicas.
Se comienza con el vaciado del contenido del huevo, para luego desinfectar con cloro.
Luego de realizado todos los cortes del diseño podemos empezar a pintar y decorar con los materiales que deseemos.
No es un trabajo fácil, pero al ver los resultados se llena el alma de satisfacción.
La tradición de crear huevo pysanka, también llamados Arte Realeggza (huevos decorados) comenzó aproximadamente en la era neolítica, cuando el hombre antiguo todavía vivía en cuevas, cazaba y buscaba su propia comida, es así como la decoración de huevos surgió como un pasatiempo, convirtiéndose en objetos de la vida creativa.
Dibujar las plantas y otros objetos acercaban o atraían a estos hacia el hombre. Era una forma de capturar el espíritu o esencia de los objetos dibujados.
Con el evolucionar del tiempo, las herramientas se volvieron mas avanzadas y los diseños en los huevos se desarrollaron en cuanto a detalles.
Mas colores aparecieron desde que el hombre aprendió a crearlos desde las diferentes plantas. Aunque los deseos permanecieron para la decoración de huevos, si el hombre deseaba una buena cosecha, el dibujaría trigo sobre el huevo.
Surgió así mismo la iniciativa de regalar huevos como signo de buenos deseos, regalando un huevo pysanka en ocasiones como cumpleaños, compromisos, bodas, y hasta en caso de enfermedades como símbolo de sanidad.
Cuando la Navidad llego a Ucrania pysanka fue incorporado como un símbolo cristiano y con nuevos significados, de los deseos de amor, felicidad y bien estar.
La casa Fabergé cimentó su fama durante los reinados del Zar Alejandro III (1881-1894) y su sucesor Nicolás II (1894-1917) mediante la creación de objetos extraordinarios realizados especialmente para sus patrones imperiales.
Si variados son los materiales que conforman sus obras, también es extenso el catalogo de los productos salidos de sus talleres petersburgueses, que, según los museólogos, llegaron a sumar mas de 150.000.
Pero las creaciones consideradas por muchos como las mas misteriosas son las exquisitas piezas que, en forma de huevo de Pascua, se fabricaron mayormente para los zares y sus familias.
Fabergé mantenía su fabricación en el mas estricto secreto, ocultando los detalles incluso a sus patrones, para hacer mas deseable y apreciable su sorpresa, dándole la connotación de objetos encantados, los cuales una ves abiertos, para su destinatario, podían contener algo relacionado a sus afectos, como un palacio del tamaño de un dedal, pequeños portarretratos, carrozas, o minúsculos trenes.
Y su magia surtió efecto, ya que esas pequeñas maravillas fueron las predilectas de las emperatrices Mariya y Alexandra, a quienes el maestro orfebre obsequio con sus formidables presentes entre 1885 y 1916.
Casi tres décadas de esperados regalos de Pascua se vieron interrumpidos, como el propio quehacer de Fabergé en San Petersburgo, con el derrocamiento del zar y la toma del poder por los bolcheviques en 1917.
Los clientes imperiales también guardaban celosamente el secreto de los huevos de Pascua, ya que los conservaban en sus habitaciones privadas, a buen recaudo de las miradas indiscretas de la servidumbre y las visitas intempestivas.
No fue hasta después de la revolución de 1917 y luego de la muerte de Fabergé tres años mas tarde, que los primorosos objetos captaron la atención de los coleccionistas.
Pero a partir de 1987, con los inicios de la crisis del poder soviético, comenzaron a verse con mayor frecuencia en museos y casas subastadoras.
Se cree que el taller del joyero ruso fabricó al menos 50 huevos de Pascua para los zares, pero en la actualidad se cuentas 40 –de un valor estimado entre 3 y 5 millones de dólares por pieza -, dispersos por el mundo en museos y coleccionistas privados.
Pero si nos detenemos en cada uno de los misteriosos huevos de Pascua que sobrevivieron al infausto destino de la familia Romanov, y con una visión amplia, en toda la obra de la Casa Fabergé, nos damos cuenta de que ese valor es simbólico, por que no hay cifra que pueda equipararse al talento desplegado en años de dedicación y trabajo interrumpido. Peter Carl Fabergé supo combinar la grandiosidad de la obra con la ingenuidad del diseño, la utilidad con la belleza, la familiaridad del uso con el misterio de la construcción y , sobre todo, nos dejo, con el regalo de sus piezas únicas, el mensaje de que la imaginación no esta reñida con la realidad, y que, para la creatividad, todo es posible.