Después de unas cuantas semanas de ausencia, vuelvo al blog. Me apetecía escribir y he visto que tenía abandonada la serie sobre novelas policiales, así que me he dicho a mí mismo que sería bueno retomarla, y continuar con la semblanza de las aventuras del singular Sherlock Holmes, fruto de la feliz pluma del agudo escritor escocés Sir Arthur Conan Doyle (1859-1930).
Habíamos dejado a Holmes muerto en la aventura de "El problema final" y aunque reapareció en la novela El sabueso de los Baskerville, muchos lectores lo echaban de menos en las aventuras cortas que publicaba la revista Strand. Para muchos lectores era imperdonable que Holmes siguiera ausente, así que la presión de estos lectores, sumada a la de los editores de Doyle y a la de la madre del propio escritor, que siempre fue una decidida defensora del personaje del más célebre detective de la historia de la literatura, forzaron a Doyle a componer una nueva tanda de aventuras. Eso fue lo que hizo en el año de 1903, cuando escribió las trece aventuras que forman The Return of Sherlock Holmes, publicadas en libro en 1905.
La más interesante de todas es, sin duda, la primera, titulada "La aventura de la casa deshabitada", donde asistimos al reencuentro de Holmes y Watson. Dejaré que los lectores descubran por sí mismos la explicación que Holmes da a Watson sobre cómo escapó al terrible precipicio de las cataratas de Reichenbach. Resulta interesante leer cómo un personaje 'regresa de la muerte'. Y es que Holmes era demasiado interesante, demasiado poderoso como para morir de forma tan absurda. El personaje pudo con el autor, cosa que no le sucedería a Agatha Christie con Poirot. Es algo que tampoco le sucedió a Cervantes con su Don Quijote. Y es que cuando un autor se ve obligado a 'matar' a un personaje suyo, no debe dar marcha atrás. Pero Holmes era mucho Holmes.