En Great Wyrley, un pequeño pueblo de Inglaterra, alguien mata caballos y ganado, y escribe anónimos en los que anuncia el sacrificio de veinte chicas. Hay que encontrar un culpable, y George, abogado, hijo del vicario del pueblo, es el principal sospechoso. ¿Quizá porque él y su familia son de color? El padre de George es parsi, una minoría hindú, convertido al anglicanismo. George es condenado, pero la campaña que proclama su inocencia llega a oídos de Arthur Conan Doyle, el creador de Sherlock Holmes, quien emprende su propia investigación sobre el caso. Arthur es, además, el reverso del opaco George Edalji, quien sólo quiere ser muy inglés y cree en las leyes. Arthur ya es un escritor famoso, deportista y tiene una mente abierta, incluso al espiritismo. Es un feliz moderno de su época. El caso de Edalji y la intervención de Arthur Conan Doyle, ambos verdaderos, han inspirado esta novela, sostenida por una exhaustiva investigación y por una imaginación vívida.
Es un lujo pasear por páginas tan bien escritas. Partiendo de la infancia de los dos protagonistas, ya desde esa tierna edad apreciamos lo diferentes que son, por su procedencia, educación y personalidad. Casi se podría hablar de dos polos opuestos.
Su trayectoria se cruza a partir de una gran injusticia, del fracaso de las leyes y de sus representantes. Acoso, inocencia y una existencia ajena a las alegrías (asociadas al pecado); frente al éxito, al amor, a la creación literaria y ante todo, a una postura activa ante las circunstancias placenteras o adversas.