Tenía muchísimas ganas de leer este libro. Primero, por su autor. Segundo, porque el argumento me llamó poderosamente la atención. El tal Arthur de la novela es el mismísimo Arthur Conan Doyle, un autor que siempre me ha gustado. El tal George se encuentra en un apuro: le han acusado del destipramiento de varios animales en el pueblo en el que reside. Así que la trama (vendida) es que Arthur ayuda a George para resolver el misterio. ¿Qué ocurre? Que estos dos personajes no se conocen hasta que no has leído más de la mitad del libro y os podéis imaginar que el desenlace es rápido y bastante simple.
Si me lo hubieran vendido de otra forma, supongo que no me habría cabreado tanto. Si me llegan a contar que me voy a enterar de tooooda la vida de Arthur Conan Doyle y que, entre medias de ella, hay animales destripados, pues estaría hablando de otras cosas. El caso es que el marketing hace mucho y, si has leído alguna vez a Doyle, esperas encontrarte todo un despliegue de genialidad a la hora de resolver un caso que parece tremendamente complicado.
Tal vez el fallo esté en que no es una novela creada en la cabeza de Arthur.