Tras este impactante comienzo, el autor nos narra la confesión del obrero Martial Kermeur, mediante la cual explica sus motivaciones para arrojar al agua, tan brutalmente, al promotor inmobiliario Antoine Lazenec.
De esta forma se inicia el largo monólogo, en el que el homicida irá relatando las circunstancias personales por las que ha pasado en los últimos años, a la vez que nos documenta acerca de la situación de una tierra y unas gentes que, con el cierre de los astilleros durante los años de la reconversión industrial, pierden su principal medio de subsistencia.
El relato se articula sobre la presencia y acciones del promotor Antoine Lazenec, tanto en su faceta social, como promotor de un gran proyecto urbanístico, como en la personal, en su relación con el homicida. La narración va fluyendo como a ráfagas, en las que se mezclan recuerdos personales y el relato de las circunstancias de la colectividad; el monologo discurre ante la presencia atenta y muy poco interventora de un joven juez, que intenta entender la desesperación del hombre que se está confesando ante él.un mundo que fue próspero, ahora aterrado por su futuro
Con todo el peso que tiene la narración de lo social, la carga de la novela recae sobre la triste y dura historia de Martial Kermeur; de su progresivo descenso a los infiernos de la degradación personal, por el que va perdiendo pareja, hijo, trabajo… Todo lo que podía ir mal en su vida… va mal.
Este hombre, que ha perdido la dignidad y la vergüenza, se ve arrastrado por la presencia fulgurante del promotor Lazenec, con el que establece una malsana relación amo-esclavo en términos lacanianos, -que es parecida a la que se establece entre la comunidad y el empresario-, y que tan funestos resultados tendrá tanto para la comunidad como para el propio Kermeur.
Esta relación de sumisión patrón-obrero recuerda inicialmente a las relatadas en otras grandes novelas en las que aparecen estos problemas, como Los gozos y las sombras, de Torrente Ballester -en las que se nos da cuenta del singular despotismo del armador Cayetano Salgado y sus peculiares relaciones con personajes como Carlos Deza o Clara Aldán- o la malsana relación que ese establece entre la marquesa y el jardinero en El rey y la reina, de Ramón J. Sender -una terrible historia de fascinación y entrega-. Con todo, la relación de resignada dependencia que establece Kermeur con Lazenec, no se rige exactamente por los parámetros de las novelas citadas, porque el promotor en el fondo no es nadie… es humo, una colección de proyectos sin ninguna realidad.
Sin embargo, a pesar de esa falta de sustancia de los proyectos Lazenec, la desesperación del protagonista, y por ende de toda la comunidad, les arrastrará a entregarse de hoz y coz a semejante canalla.
Con todos estos elementos narrativos, nos encontramos con una estremecedora historia, muy en la línea de algunas novelas negras del gran Georges Simenon, que nos cuenta por un lado la desgraciada historia de un hombre y, por otro, el derrumbe social de un territorio y unas gentes. Un derrumbe que nos recuerda mucho a situaciones que ocurrieron en España, con la brutal reconversión industrial de finales de los ochenta e incluso en épocas mucho más cercanas.Destino, 2018Compra en Casa del Libro
José María Sánchez Pardo