Comienza en octubre la publicación en España de Avengers vs X-Men, la última gran epopeya de Marvel. O eso dicen ellos.
La continuidad.
La maldita continuidad.
Cuando el Universo Marvel era un lugar apacible y moderado, donde los mutantes sólo tenían una colección, sólo había un grupo de Vengadores y Spiderman y Lobezno no necesitaban vivir 200 vidas para hacer tantas cosas y salir en tantos sitios, la continuidad era algo manejable, coherente y que le dio a Marvel ese aspecto de universo sólido que fue una de las claves de su éxito. Las apariciones de un personaje en series ajenas eran un acontecimiento celebrado, emocionante y especial, y las ondas creadas por cada uno de los acontecimientos se dejaban sentir en las demás colecciones con un efecto consensuado. La vida era bonita.
Y entonces llegaron los crossovers, los eventos anuales que afectaban a muchas colecciones. Al principio se ceñían sólo a los anuales, se publicaban series limitadas de 12 números en los que aparecían muchos héroes, pero los efectos de la saga eran circunstanciales y controlados. Los crossovers eran anécdotas, y como tales uno los disfrutaba sin más, sin el temor ni la expectativa de que revolucionaran el mundo actual.
Y entonces los cómics empezaron a dar mucho dinero. Mucho. Hubo números unos que vendieron más de ocho millones de copias y las cosas se volvieron confusas. Las colecciones de superhéroes se disgregaron, se multiplicaron. Todo valía con tal de sacar números uno que eran carnaza para especuladores que creían que podrían volverse ricos comprando y vendiendo cómics. Los mutantes se multiplicaron. Lobezno se centuplicó. Los cruces se convirtieron en algo periódico y enfermo de gigantismo, atrapados como todo el medio por la voluntad de ofrecer cuanto más, peor. Todo se hizo enorme. Más confuso. El horror. La continuidad, antes templo sacrosanto del universo marvelita, pasó a un segundo plano. Los guiones no importaban. Sólo los dientes apretados, los dibujos a página completa de estridentes colores y las armas grande como edificios. Fueron años de burbuja y al final, como siempre pasa en estos casos, la burbuja estalló. Desgraciadamente para los aficionados, la moda de seguir multiplicando aquello que en teoría funciona para vender incesantemente números uno y así tratar de enganchar a nuevas audiencias no cesó, y los crossovers anuales con pretensiones han seguido publicándose hasta nuestros días. Lo que nos lleva al asunto del que os quería hablar.
AvX. Avengers vs X-Men. El último espanto.
Se dice que AvX va a ser la culminación de una larguísima etapa pergeñada principalmente por Brian Michael Bendis, que ha incluido, entre otras, sagas como Civil War, Dinastía de M y Dark Reign. Sagas que han ido trazando un camino, desarrollando una serie de acontecimientos ligados entre sí y en teoría creando una serie de eventos trascendentales que han mantenido la máxima inmutable de “cuanto más cambian las cosas, más permanecen iguales”. Evidentemente, AvX no va a ser una excepción.
A través de una serie de 12 números con repercusiones en todo el Universo, los gurús actuales de Marvel nos cuentan como La Fuerza Fénix (OTRA VEZ) se acerca a la Tierra (OTRA VEZ) para encarnarse en Hope, primera mutante nacida tras el “No más mutantes” de Wanda Maximoff (La Bruja Escarlata) al final de Dinastía de M, que despojó de sus poderes al 99% de los mutantes de la Tierra. Curiosamente, Hope recuerda poderosamente a Jean Grey (OTRA VEZ) y es el enfrentamiento que surge entre los propios mutantes que ven al Fénix como la solución a todos sus problemas (sí, lo sé, es tan absurdo e incoherente que asusta) y el Capitán América al mando de los Vengadores, que lo ve como una amenaza para la vida en el planeta lo que sirve de hilo conductor de la saga.
Ah. Sí. ¿No os lo habían dicho ya? ¿Os acordáis de todos esos periódicos anunciando la muerte del héroe? Pues el Capi está vivo. Resucitó. Hace meses. ¡¡¡Sorpresa!!! Pero no os preocupéis. En AvX se anuncia que también habrá alguna muerte. Una muerte definitiva. Trascendental. Final. De no retorno. Una muerte Marvel. Aquí en mi pueblo tenemos una coletilla que define bien la sensación que producen estas palabras, una forma definitiva de decir NO de forma castiza y escéptica: SÍ, DE COJÓN.
Podría contar más cosas sobre lo que pasa a continuación pero no merece la pena. En serio. Todo es gratuito, absurdo y aburrido. 12 números vacíos de contenido (11 a las espera de que salga el último en los USA) en los que o no pasa nada o lo que pasa ni te importa, ni transciende. Hay gente que se pega. Que se va. Gente que vuelve para volverse a pegar. Y K’un-L’un. Exacto. K’un. L’un. La omnipotente fuerza Fénix vs el Kung-fu. Y luego está el arma secreta vengadora definitiva: Hulk. Máxima innovación. Un Hulk con pelo por cierto, cuando en su colección luce una alopecia macarra. Y así con todo. La coherencia, la continuidad que amalgamaba a Marvel de una forma mágica hace años ha dejado de ser importante. Ya no se respeta. Ni siquiera en las colecciones troncales directamente afectadas por el evento lo que pasa tiene sentido, ni dirección, ni importancia. Los números de toda esa miríada de grupos de Vengadores son una castaña pilonga. Pero de las renegridas, de las calcinadas por la brasa. Vean los números de Vengadores Secretos correspondientes a la saga como ejemplo demostrativo. No sé si el guionista Rick Remender, que se caracteriza por la calidad de su trabajo, estaba bebido o escribió los guiones como protesta velada ante la barbarie impuesta por el crossover. Todo es posible.
Quizá si la historia hubiera sido planteada como anécdota, como historia independiente y alternativa en la línea de aquellos viejos cómics que ya narraron enfrentamientos similares y no pretendían remover cimientos sino sólo entretener, podríamos encontrarnos ante un cómic aceptable. Un cómic de tortas con alguna idea divertida dibujado por estrellas del medio. Un tomo en cartoné y cubiertas a todo color con solapas sin extensión ni influencia en ninguna otra colección. Una serie limitada, un What if…?, un Elseworlds. Eso podría comprarlo.
Pero no. Hay que engañar al cliente. Hay que sangrar al lector. Miedo Encarnado, esa otra saga ignominiosa que se perpetró hace escasos meses y que es el paradigma de la chapuza, el absurdo y el “sacaperrismo” burdo de las grandes editoriales debería habernos preparado para esto. Y eso no es posible. Nada puede preparar a la mente del fan para esto. NADA.
Afortunadamente algunos de los números están dibujados por Oliver Coipel para alegrarnos la vista, pero es el consuelo triste del que tiene que vivir con una Playmate retrasada adicta a la cirugía. A la larga, acabas conviviendo con un monstruo sin contenido y recordando lo guapa que era el engendro que come helado a tu lado en el sofá.
Dicen que lo que aquí ocurra cambiará el Universo Marvel para siempre. Yo personalmente estoy aterrado. Si esto es a Marvel lo que Flashpoint y las nuevas 52 han sido para DC, que Dios nos pille confesados.
Sigue a Javier Marquina en Twitter: @IronMonIsBack