Artículo: 'EL MUNDO DE RITA, UNA NIÑA NORMAL'

Por Carmen F. Etreros

Por Anabel Sáiz Ripoll, especialista en Literatura Infantil y Juvenil
Rita es una niña que tiene 8 años y que protagoniza la serie El mundo de Rita, escrita e ilustrada por Mikel Valverde y editada por Macmillan Infantil y Juvenil. Mikel Valverde (Vitoria 1966) estudió Bellas Artes y es, en la actualidad, un ilustrador muy conocido, de cómics y álbumes, pero también ha escrito distintos textos destinados al público infantil con mucho acierto, como El mundo de Rita.
Rita surge en 2007 con Rita tenista y, hasta la fecha, ha protagonizado ocho episodios (el último especial) que, pensamos, harán las delicias de niños y niñas, desde 8 años en adelante, aunque quizás sean las niñas, por proximidad e identificación con el personaje quienes disfruten más con las historias de Rita.
Mikel Valverde nos habla de una niña como todas las niñas, que se mueve en un entorno cotidiano y a la que le suceden cosas, a veces variopintas, otras mágicas, algunas extrañas, pero siempre creíbles porque el narrador logra que, por muy disparatada que sea la aventura, imperen siempre los parámetros de lo normal y ése es el valor principal de la serie. Pase lo que pase, nada resulta forzado y el lector no tiene la sensación de que lo que le cuentan es irreal o poco creíble.
El autor escribe estos textos con fluidez, con transparencia, con frescura narrativa, empleando un léxico preciso y claro y centrándose en aquellas descripciones que nos puedan ayudar a comprender mejor la historia, aunque el diálogo es básico en toda la serie. Rita se expresa en libertad y es ella quien, a través de sus palabras y pensamientos, nos va situando, progresivamente, en su “mundo” en donde siempre suceden acontecimientos, sean pequeños o grandes, pero importantes para el crecimiento de la niña. El humor y la sabia ironía son ingredientes muy importantes en El mundo de Rita.

Rita es morena, luce un peinado muy característico que la identifica, aunque a ella le fastidie que digan que es un peinado raro. También es bajita y eso, en algún momento, la atormenta. Va al colegio, le gusta estar con sus amigos y siente debilidad por su tío Daniel. Sus padres, Mónica y Martín, son una pareja comprensiva y bien trazada que siempre apoyan a su hija y tratan de mejorarla en lo posible. Tiene un hermano, de 4 años, Óscar con el que se lleva bastante bien, aunque el hermano no tenga en ningún momento el protagonismo, al menos, hasta la fecha. Por otro lado, las ilustraciones son claras, bien trazadas y muy características de su autor. Define bien a los personajes y los dota de esa especial simpatía o ternura que sentimos al ver un dibujo de Mikel Valverde.
Hay, no obstante, otras protagonistas de la serie muy especiales y mágicos, aunque actúen, como dijimos al principio, con toda normalidad. Se trata de las “ranas sabias”. Las ranas viven en un parque cerca de la casa de Rita y así las presenta, en la primera entrega de la serie, el autor: “Allí hay un lugar secreto y mágico que solo los niños del barrio conocen. Se trata de un pequeño estanque, un lugar húmedo y sombrío rodeado de sauces y grandes árboles donde habitan unas ranas ancianas” (pág. 27. Rita tenista). Y en ese momento, y algún otro, el narrador participa en la historia al añadir: “Como digo, es un lugar secreto. Cuando los niños tienen algún problema o una disputa acuden al estanque, y allí, al atardecer, las ranas los escuchan y les dan sensatos consejos, pues son unas ranas muy sabias” (pág. 28). Rita, a juzgar por lo que hemos leído, es una de las más asiduas. ¡Ah! Y las ranas, por supuesto, croan; pero también hablan.
Conocemos a Rita, de repente, en Rita tenista. Y decimos de repente, porque no empieza contándonos quién es Rita, eso se lo deja al lector o lectora, sino que va directamente a la aventura, en este caso el “secreto” de Rita. Y es que quiere ser cantante y tener mucho éxito y fans. Para ello ensaya con la raqueta de su padre, a escondidas. Sus padres creen que quiere ser tenista y la apuntan a clases de tenis. Y ahí empieza la aventura para Rita que es una negada para el tenis, aunque, gracias al consejo de las ranas sabias, al final aplica el baile al deporte y gana todos los partidos y está al punto de convertirse en un mito, aunque ella renuncia porque no quiere cambiar de colegio ni dejar a su familia para convertirse en una estrella del tenis. Ahí sus padres actúan con prudencia cuando dicen que, para ellos, lo más importante es que la niña sea feliz. Vemos, pues, como en el libro se nos habla de que la popularidad mal ent
endida, esto es, cuando ya afecta a la vida de la persona, a sus planes, cuando ya no es por diversión quizá no sea lo más apropiado para los niños. Igual tantos sacrificios no merece la pena si hay que renunciar a la infancia y, en el caso de Rita, a comer chocolate. También se alude a la falta de humildad en ciertas personas como el campeón de tenis que derrota Rita y que piensa, inicialmente, que una niña no es rival para él.
Rita gigante, por ejemplo, se centra en el complejo que tiene Rita por ser bajita. En este caso las ranas no le pueden dar soluciones, solo le dicen que así está bien, que no se acompleje, pero Rita porfía y acaba tomando una poción que la hace crecer y crecer. El episodio podría relatarse siguiendo el nonsense porque es disparatado de verdad lo que le ocurre a Rita y a su familia (crece tanto que han de mudarse a un gimnasio, come cada día más, tienen que darle las clase con micro…); no obstante, de nuevo, Mikel Valverde acude a la tranquilidad y lo narra sin aspavientos. Finalmente, es una rana amiga quien logra dar con el antídoto y Rita vuelve a ser la niña bajita y normal. Acaba entendiendo que la felicidad consiste en aceptarse como se es y que todas las situaciones pueden tener sus pros y sus contras, por ejemplo, en su colegio hay una niña alta a la que la llaman “jirafa”, así que a Rita poco le va a importar ser una “hormiga”. Las nuevas circunstancias de Rita, cuando mide ocho metros, están narradas en clave de humor y resultan cómicas, incluso, lo cual libera de angustia, por supuesto, al pequeño lector o lectora. Por ejemplo, a la hora de comer. “Cada día necesitaba más comida para alimentarse. Desayunaba dos barriles de leche que pronto pasaron a ser tres, y varias galletas gigantes que hacían para ella en un horno especial. Las tortillas que comía eran de quince huevos, y engullía los grandes atunes que traían para ella como si fueran anchoillas” (pág. 58). El consejo que nos da el autor es que no hay que hacer caso de farsantes, como el que le vende el bebedizo, ni sentirse acomplejado por ser de determinada manera.

Rita en el polo nos presenta otra faceta de la niña, la faceta de persona arriesgada y valiente. Rita viaja al Polo Norte con su padre, ya que los invita su tío Daniel, que es investigador y está trabajando en esas tierras. No obstante, cuando llegan todo se complica y su tío y demás investigadores han de ser socorridos, primero por un frustrado intento de los inuit adultos, y luego, cuando el poblado se queda sin hombres, por los propios niños que se lanzan a la aventura con trineos tirados por fieles perros. Gracias a este episodio conocemos algunas costumbres del pueblo inuit y aprendemos a respetar las diferencias. Rita vive muy a gusto con ellos, hace grandes amigos y, sobre todo, está dispuesta a todo con tal de salvar a Filipo, el pingüino que su padre llevó al Polo Norte pensando que le haría un favor, cuando en el Polo Norte no hay pingüinos. Las situaciones que se viven con el animal son divertidas. Hay también momentos de tensión bien resueltos y algún episodio extraordinario como cuando se enfrentan a los osos y, gracias a Filipo, logran que se comporten como dóciles criaturas. En el libro también se nos habla del respeto que debemos a los ancianos como ocurre con Noatak, el abuelo de su amigo Panuk, con quien vive Rita esos días. Todos creen que no han de hacer caso de las ideas tradicionales de un viejo, cuando, al final, resulta ser el más sensato porque como dice el anciano: “La tecnología está para mejorar la vida del hombre. Pero no siempre lo más cómodo es lo mejor, ni lo más veloz es lo más rápido” (pág. 29). Lo bueno es que, cuando acaba la aventura, Rita vuelve a ser la misma niña, sin sentirse superior ni creerse muy lista por las hazañas que ha realizado.
En Rita y el pájaro de plata, gracias a una hermosa leyenda que le cuenta el tío Daniel, Rita sabe que, de verdad, ha visto un pájaro de plata, aunque también descubre que hay que tener mucho cuidado con los deseos porque nos pueden llevar al desastre. Por ejemplo, si se pide fortuna y dinero es posible que traigan desgracia, como le ocurre a Ahmed quien, al fin, se da cuenta de que ha de liberar al pájaro y regresar a su hogar, junto a las montañas de Zufar; pero, antes, da un buen consejo a rita: “A veces los deseos no se cumplen porque no se desean de verdad. Rita, lucha siempre por tus deseos” (pág. 64).

Rita Robinson es un libro singular que encierra muchas enseñanzas en clave de humor. Rita ha de pasar el verano en un camping con sus padres y hermanos y eso no le gusta nada. Se pasa el día refunfuñando, hasta que se alegra por un baile de disfraces que se celebrará en el lugar. No obstante, después de comprar los disfraces, todos visitan un crucero que está atracado en la zona y Rita, al querer recuperar unas bolsas, precisamente de disfraces, no vuelve a tierra. Y empieza su aventura más importante. El crucero zozobra y la niña acaba en una isla y, al estilo de Robinson, intenta organizar su vida hasta que llega Amadou, un joven senegalés que viajaba en patera hacia la tierra prometida. Mikel Valverde tiene la habilidad de explicar a los niños lo terrible de la inmigración ilegal sin dramatismos, con naturalidad, como siempre hace: “No parecía una expedición de rescate, más bien daba la impresión de que fueran ellos los que tuviesen que ser rescatados. Las personas de la barca tenían una expresión triste y daban muestras de sentirse extenuadas” (pág. 44). Amadou ayuda a Rita y Rita ayuda a Amadou a liberarse de los que lo han dejado en la isla por no querer pagar más. Por fin, consiguen la embarcación de los dos malvados y llegan cerca de la costa de Cádiz. Es el momento de las despedidas. Rita se encuentra con sus padres, aunque, y de nuevo aflora el humor, como va vestida de Batman, puesto que es la ropa que pudo salvar, los policías se quedan sorprendidos y, como gaditanos que son, comentan que “Podríamos salir disfrazados así en los próximos carnavales” (pág. 68). Es interesante cómo Rita sobrevive en la isla y la comparación que establece el autor con el personaje de Defoe. Por fin, Rita vuelve a casa y Amadou retorna a la clandestinidad, aunque, como se aventura al terminar el libro: “…tal vez en el futuro”.

Como dijimos en su día, en la reseña ya publicada de Rita tiene novio se trata de una historia divertida que ahonda en la psicología de los niños de la edad de Rita y que se centra en aspectos cotidianos como son las clases, los profesores, los líos de la edad. Eso sí, la magia no falta ya que el amor, en forma de hojas enviadas por el viento, llega a toda la ciudad, incluso a Rita que tanto ha negado querer tener novio.

Hay otros episodios de la serie, igualmente frescos y recomendables, como son Rita y los ladrones de tumbas, que nos traslada a Egipto, en compañía, de nuevo, de su tío Daniel, y el especial Rita y el secreto de la piedra negra, que se sitúa en Libia, en compañía también del tío Daniel. Rita y su tío buscan el único remedio que puede curar a uno de los expedicionarios de la picadura de una serpiente: la piedra negra. En esta ocasión, el escenario sigue siendo África, como en el anterior, pero se trata de la África más profunda, en donde Rita descubrirá otro mundo en donde hay claros y sombras y en donde las personas son siempre peores que los animales. Cabe añadir que este volumen especial se acompaña de una novedad: el cuaderno de viajes de Rita y que, además, está profusamente ilustrado, con más de doscientos dibujos.
El mundo de Rita, para concluir este breve análisis, es una serie que apela a distintos valores positivos, pero sin caer en el didactismo porque Mikel Valverde deja que sea la propia Rita quien descubra, poco a poco, como todos los niños, qué está bien y que está mal. En cada una de las aventuras Rita aprende algo nuevo, a conocerse, a valorar lo que tiene, a ser solidaria, a entender otras culturas, a respetar a los demás y, en definitiva, sale siempre enriquecida y, por lo tanto, va, poco a poco, creciendo.