Cada vez que me he tomado la molestia de abrir los periódicos de Puerto Rico, no hago más que retorcerme una y otra vez. Trato de buscar similitud con el periodismo comprometido y publicado por editoriales literarias por las cuales me inclino, pero me topo con que el modus operandi es totalmente diferente. Hay una aparente agenda de desinformación, embrutecimiento, y total desorientación. Con cada operar de estos medios se intenta nublar las vistas y los pensamientos con información errada y manipulada. Como si de alguna forma u otra se tratara de evitar un pensamiento crítico, por sobre todas las cosas. Se desarrolla un fenómeno que llamo “misleading tibio” en el cual los redactores de dicha imprenta están más preocupados con la estabilidad de sus empleos bajo una economía inestable y desgraciada a cualquier compromiso de informar al país, denunciar injusticias y la tan abundante corrupción la cual impregna la administración del estado a todos los niveles de dicha estructura.
Han pasado a ser primicia la farándula y la vida privada de los erróneamente llamados artistas, a los cuales yo prefiero llamar payasos. Se nos notifica más sobre el repertorio de parejas consensuales que han tenido cantantes y actores que sobre “economías alternativas para un medio ambiente menos contaminado” o “como si hay comida para todos, mas no todos la podemos pagar” o a lo mejor “el origen de la pobreza y la mala distribución de riquezas” o quizas “como el libre mercado legaliza lo incorrecto e inhumano” y no olvidemos “los crímenes del estado en contra de su pueblo”. Mas sin embargo titulares como esos siempre brillaran por su ausencia. Seamos realistas, vivimos en el mundo del engaño y el disimulo, ¡imaginase! ¿O de que otro modo se podría mantener un orden social tan desigual como en el que vivimos actualmente? Gran parte de las paginas del diario están contenidas de amarillismo vanal e irrelevante a nuestras vidas, que solo cumplen con el papel de entretener y desviar la atención; más bien de pastorear visiones a callejones sin salida. Nos insultan cada día con el material distribuido y por alguna razón u otra, el pueblo no cuestiona, no pregunta, no investiga; solo acepta, digiere e internaliza.
El intelectualismo y la cátedra han sido totalmente excluidos del propósito de las imprentas, se han vuelto más interesante y relevante los bochinches, lo que hace y dejan de hacer las figuras públicas, como si estuviera de algún modo intrínsecamente atados a nuestro porvenires, y tal afectase nuestros destinos. Pero no dejemos atrás el apabullamiento que se apodera de la portada con el número de asesinatos y muertes no naturales que siempre preponderan para aterrorizarnos, dañar nuestra sensibilidad gráfica, que no brindan más que un momento desagradable. ¡No necesitamos saber como la ineficiencia del sistema económico ha desembocado en tan alarmante crecimiento exponencial de la criminalidad, y menos aún, la ineptitud de la institución de la Policiaca y su falta de compromiso con un mal que se le sale de las manos!; ¿Por qué recordarnos cada momento que el sistema judicial no es justo? No es necesario.
El sesgo cognitivo es el eje y la finalidad. Se responde más a la politiquería, a la preferencia politico-partidista por encima de la objetividad que debiera ostentar poseer una noticia. Y de ahí el gran desagrado que se tiene por la política, en donde muchos han renunciado a ejercer sus derechos y deberes como ciudadanos, por los que tanto se ha luchado y que tanta importancia tienen sobre el futuro de nuestra nación. Se ha creado esta idea, que la política es el circo —el tira y jala— que cada partido siempre presenta en los medios de comunicación. ¡Eso no es política! la política es un menester hacia el bien común. La política es la administración del poder. La política el ordenamiento de nuestra sociedad. La política es nuestra sociedad. La política somos todos y nada tiene que ver con los partidos políticos.
Los diarios del país, han dejado de ser fuentes confiables de información. No hay la más leve gota de neutralidad, pues son guiados a favorecer el provecho que está muy lejos de ser de interés público. El bien social, no tiene prioridad ante la oligarquía, la elite socioeconómica que domina estos medios y sus negocios, y para a los que nosotros concierne, se tendrá siempre mejor manejo de la indagación la vida personal de unos cuantos al estado actual y desarrollo del país.
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