Sin duda, y para todo aquel que vieja a Cuba, puedo decirle que la música, la de ayer y la de hoy, la que se da a conocer en este artículo periodístico a través de sus intérpretes, “empapa” la vida de los cubanos y de los que pisan aquella tierra, y que al bailar, las caderas adquieren un contoneo especial, deslizándose de lado a lado a contracorriente de las costillas, en suaves o enérgicos latigazos que envuelven el alma de son, guajira, guaguancó… una marmita músico-bailable riquísima en variantes rítmicas y coreográficas, donde se fusionan las influencias de las diferentes culturas que habitaron y que conviven en la isla.
Soy consciente de la evolución de que ha sufrido el “universo de la salsa” en estas dos últimas décadas, y por tanto, de las limitaciones de este artículo, pero su lectura debe entenderse como un ejercicio de aprendizaje para conocer de primera mano a “los grandes de la salsa” y ciertas evoluciones que se dieron en la segunda mitad del siglo XX. De esa forma, cuando nos desplacemos hasta los epicentros de la música cubana, ya sea La Habana, ya sea Santiago de Cuba, seremos capaces de retomar nombres, títulos de canciones específicas y disfrutar al máximo de todas ellas: y sino, ¡¡¡que se lo pregunten a la segunda hornada de ociobailarines que recorrieron el país de sur a norte en agosto de 2011!!!.
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