Artista: Arturo MezaÁlbum: Sin Título
Año: 1987
Género: Rock rupestre / Rock progresivo
Duración: 34:42
Nacionalidad: México
Vamos a contar un poco más ya que este artista es un ilustre desconocido en muchos lugares, incluso en México. Las influencias de la obra de Meza pueden dividirse en dos: las musicales y las literarias por la razón mencionada. La base musical de su obra es la popular -voz, diversos tipos de guitarras y sintetizadores- aunque ha incursionado en la composición de música sinfónica ejecutada con sintetizadores. Dada la extensa obra publicada por Meza y la variedad de influencias y ritmos en los que ha incursionado, podemos esbozar las líneas generales de influencia: la canción denominada de autor, con influencias de Charly García -al que ha reversionado dos ocasiones-, Spìnetta, Bob Dylan, Leonard Cohen, Jaime López, Rafael Catana, Gerardo Enciso -contemporáneo de estos tres últimos-; una fuerte influencia del progresivo por la inclusión permanente de sintetizadores y arreglos de tipo sinfónico en gran número de sus canciones.
Sin Título, fue grabado por Arturo Meza en 1987 y nunca se hizo una edición en CD o al menos yo nunca he sabido de alguna, para no variar Meza fue el productor, compositor, intérprete y casi el único músico, además de que en esos tiempos se lanzaba al "Chopo" a vender él mismo los discos.Ariel Martínez
Aquí está la muestra del talento de este músico michoacano para hacer canciones, todas las que componen el álbum son de excelente calidad, fue grabado en Cd. de México entre 1986 y 1987, los textos y la música son de Meza y él toca todos los instrumentos, exeptuando a las percusiones.
En el rock mexicano, diversos grupos han ocupado un lugar consagrado en la música, siendo baluartes por su calidad artística en discos o escenarios. Decenas de agrupaciones y solistas vienen a la memoria para ser puestos sobre el pedestal, principalmente aquellos que han tenido mayor valor mediático en televisoras o radiodifusoras y que han sabido ganarse al público que, expectante, mantiene los oídos atentos.David Álvarez
Dentro del campo musical existen, también, artistas que han logrado posicionarse lejos de los reflectores de los medios de comunicación para ser, como mitos o leyendas, reconocidos sólo de voz en voz y de escenarios en escenarios. Agrupaciones que han grabado en oro su nombre y que han colocado al rock mexicano -lo que eso signifique-, más allá de las fronteras que la dividen.
Arturo Meza es uno de ellos; músico, poeta y compositor independiente, originario de Tocumbo, Michoacán, lugar de pescadores, nacido en 1956. Cuenta con 33 discos y 23 libros, sobresaliendo por la musicalización de poemas de Rubén Darío, Jorge Luis Borges, Mario Santiago Papasquiaro, Julian Herbert, Nezahualcóyotl, Denise Levertov, entre otros, y enmarcado en lo que Rockdrigo González popularizó como el Rock rupestre, donde la guitarra, la armónica y la voz, bastan para atrapar los sentidos. Sin embargo, limitar la categoría musical de Arturo Meza es complicado, dada su experimentación con sonidos e instrumentos que le dan una tonada única a cada uno de los discos que ha producido, cuya diversidad va del folk al blues, de la música tradicional mexicana a la sinfónica y un largo etcétera, de la que destacan No vayamos a irnos sin el mar (1984), Sin título (1987), La Balada de Galaver (1993), Descalzos al Paraíso (1996), Criando Cuervos (1996), Borges: Homenaje en el centenario de su natalicio (1999), El 33 de este mes (2001) y La música escarlata (2007).
En el ámbito musical también hay tropelías, dicen, cometidas contra aquellos que, sin tanto barullo, se lanzan a la aventura musical independiente de la que sólo un pequeño sector logra apreciar en bares, cantinas, museos o eventos culturales de aquí o de allá. Y es cierto que estos artistas, refugiados entre callejones y cloacas, tampoco buscan algo más que hacer música, alejados por cuenta propia de la industria totalizante.
Arturo Meza es, y será, un referente de la música mexicana, el poeta de ningún lugar que estalla en vinilos, cassettes, CDs y Ipods, dejando en claro que, más allá del tiempo y las generaciones que fluyen, sigue dejando huella en los rincones, esquinas y avenidas donde se le escuche.
Ha musicalizado textos de François_Villon, Rubén Darío, Jorge Luis Borges, Denise Levertov, Nezahualcoyotl, Boanergés de Magdaló, Luis G. Franco, William Blake, Mario Santiago Papasquiaro, Margarito Cuéllar, José Eugenio Sánchez y Arnulfo Vigil.
Su prosa se influencia principalmente del realismo mágico y de la novela mexicana de principios del siglo XX. En la mayor parte de sus textos utiliza un modo discursivo proveniente de las clases bajas, escrito con la pronunciación literal. Ha colaborado con los músicos José Luis Fernández Ledezma, Germán Bringas, Julio Sandoval, Octavio Patiño "Blu", Carmen Leñero, Eblén Macari, José Luís Almeida, Emiliano Marentes, Alberto Herr, Juan Wolfgang Cruz, Armando Nava-Loya, Jaime Moreno Villarreal, Maja Rustige, Marisa de Lille, Germán Bringas, Pedro Tello, Jorge Reyes, Félix Betanzos, Adriana Calleja, Víctor Manuel Corral, entre otros. "Sín título" es el primer gran disco de Arturo Meza, en el que exhibe de lleno su talento como músico, compositor y letrista destacado de rock. Sus trabajos anteriores, también sobresalientes, habían estado orientados a la fusión de música folclórica con poemas musicalizados (en "No vayamos a irnos sin el mar") y a la música experimental, vanguardista plenamente instrumental (en "Suite Koradí"). Álbum, como todos los de su obra, editado de manera independiente, debido principalmente a que sólo así podría gozar de plena libertad creativa con su música, sin someterse a lineamientos ni estándares de aquellos ejecutivos, que empezaban a ver al rock en español como buen negocio y que buscaban en él un producto rentable y comercial. Aquí Arturo, se reinventa nuevamente y nos entrega ocho temas, plagados de desolación, soledad, crítica a la sociedad y a nuestro sistema, con una búsqueda por ampliar los límites de la música hasta ese entonces gestada en la escena subterránea; algo distintivo de gran parte la obra del artista.
Dentro de esta crítica al sistema no se salva ni la religión católica, como nos canta en "Pandilla de carniceros". Bajo estos sintetizadores que emulan coros eclesiásticos, acompañado de su guitarra acústica, denuncia los crímenes cometidos por la iglesia a lo largo de la historia, con sus recursos altamente poéticos y metafóricos: "Los vi arrancar en pedazos / Las carnes del sueño / Degollar a los niños / Llorar a carcajadas / Buscando a Dios en la locura". Cuestiones que tristemente siguen aún vigentes en estos días, ante todos estos casos de encubrimiento de tanto sacerdotes pederastas. "El águila y la serpiente": La primera devorando a la segunda, son el símbolo distintivo de nuestro lábaro patrio, inspirado en la leyenda de la fundación de Tenochtitlán, que representa el triunfo del sol (el dios Huitzilopochtli) sobre la luna, es decir, del día sobre la noche, de la luz sobre la oscuridad. Entonces el águila para nosotros vendría a representar el pueblo mexicano, que vencerá a los enemigos representados por la serpiente. Sin embargo, en esta canción su autor nos habla de que el enemigo prevalece entre nosotros, manteniendo el entorno de nuestro país plagado de inseguridad. Por lo tanto: "El águila voló y vive la serpiente". Músicalmente el tema lo lleva la guitarra acústica que abre con un ágil fraseo de introducción y es acompañada de la batería y el bajo que le dan esa fuerza roquera. Una canción en un modo más 'dylaniano', tanto por el estilo, solo con su guitarra acústica y armónica, como por su letra muy poética y un tanto enigmática, "La sentencia": "Vendrá la siembra y la cosecha / A rasgar los velos de los vientres maternales / Vendremos con la muerte convertida en luz / A llevarnos la tristeza a la región de los consuelos / Vendremos con la muerte convertida en luz". Siguen los enigmas y la poesía de Arturo en "Sin título"; de igual manera también prevalece ese sentimiento de gran aflicción. La música inicia con unos coros que acompañan la base rítmica y regresan al final de cada estrofa. La letra parece cuestionar un poco la idea de si el hombre es malo por naturaleza, ya que debido a sus actos pareciera que así fuera. Hay un poco de esperanza en "Debe haber un lugar", sin embargo el dolor parece inevitable. Así nos narra las desventuras de una mujer en la urbe, bajo este ritmo de blues shuffle bien marcado por la batería. Sin necesidad de guitarra eléctrica, sólo la guitarra de palo basta para el requinto que adorne un poco la pieza. "Las flores del mal", en clara alusión a la obra del poeta francés Charles Baudelaire, otro blues más suave en el que nos canta su padecer con esta letra que precisamente parece estar inspirada en la poesía maldita del mencionado autor. Cuenta también con un solo de saxofón, que por su sonido parece ser de sintetizador, sencillo pero bastante efectivo a mitad de la canción. Nuevamente llega la denuncia a esta sociedad y a este sistema que trata de someternos a su conveniencia como nos canta Meza en "Sin rostro". Por ello nos recuerda que de nosotros depende el conservar esa libertad de la que suponemos gozar. El acompañamiento vuelve a ser mínimo con guitarras acústicas y bajo. Para finalizar me gustaría puntualizar la importancia del orden de las canciones y cómo una buena sucesión entre ellas favorece la fluidez en la escucha del álbum completo. Lo comento ya que es algo común que en otras ediciones de los discos de Arturo, no sólo las posteriores sino también entre formato y formato (de LP a CD o a caset), cambien el orden de las canciones afectando la conexión de los temas, que también favorece una asimilación más amena. Y esto viene al caso ya que el LP cierra con el clímax, el punto cumbre la obra, el tema "Exiliado celeste". Considerado por el ranking de "Las 100 mejores canciones del rock mexicano" como la mejor canción del artista y la novena posición del listado completo. Sin más que agregar, disfruten pues del análisis de la canción, del mayor experto en la materia en estos medios virtuales: EXILIADO CELESTE Puedo recorrer mil caminos sin cansarme, hasta encontrar el mar, no mi mar. Puedo navegar los mares de las huestes, sin perder la fe en mi sed. Puedo contar historias a los locos, y hacerlos sonreír y llorar. Puedo construirles un barco con pergamino, e irnos a viajar al infierno. Solamente en las noches de invierno resiento en mi pecho la soledad de este exilio de muertos inquietos y ebrios. Ni una mujer podría calentar mi lecho, ni hacerme cantar la esperanza, la esperanza de volver a mi hogar. Puedo cortar mil cabezas de Medusa, o al Trimedrón ahorcar en su red, pero no encuentro la ruta de regreso que me lleve al sol, nuestro sol. Busco el silencio en la noche para hablar con él, pero su voz no está en mis sueños. Mi Pegaso está herido, y sus alas no podrían soportar mi abandono. Solamente en las noches de invierno resiento en mi pecho la soledad de este exilio de muertos inquietos y ebrios. Ni una mujer podría calentar mi lecho, ni hacerme cantar la esperanza, la esperanza de volver a mi hogar. Los sótanos del averno están vacíos; el guardián dejó su puesto. Las criaturas del Leteo se han marchado a poblar la falsa luz de la Tierra. La barca de Caronte está perdida, en el fondo del Estigio, calcinada. Puedo decirme dueño de estas tierras… ¿Acaso construiré aquí mi pueblo? ¿Acaso construiré aquí mi pueblo? ¿Acaso construiré aquí mi pueblo? El arte moderno es, sin duda alguna, un arte de fusiones. A partir de las vanguardias, se han creado diferentes maneras de combinar estilos, técnicas, materiales, texturas, sonidos, etc. El collage, la instalación, el performance, el happening, la polifonía, la toma fija, etc., son búsquedas en ese sentido, no sólo para renovar e innovar estilísticamente, sino para crear efectos, sensaciones y emociones diferentes. Y también se han dado fusiones entre estilos o épocas, y aun entre ramas del arte. Y si bien esto se ha hecho desde hace mucho tiempo (¿qué es la ópera, sino la fusión de música, teatro y a veces hasta danza, por ejemplo?), el arte moderno lo ha hecho en formas más ambiciosas, complejas, incluso límites, como lo muestra el Dadaísmo o la obra de Marcel Duchamp. En literatura, sobresalen la fusión entre las referencias de la mitología y el análisis del hombre moderno en el Ulises de Joyce, o la del terror y la filosofía y antropología en Frankenstein de Mary Shelley, o la extraordinaria mezcla de novela policiaca y medieval en El nombre de la rosa de Umberto Eco, o la de novela ontológica y también medieval en El caballero inexistente de Ítalo Calvino, o la novela filosófico-antropológica con la de ciencia-ficción en El planeta de los simios de Pierre Boulle, e incluso en La naranja mecánica de Anthony Burguess. Pero el rock no ha sido muy dado a las fusiones en sus letras (pese a que, de hecho, musicalmente el rock’n’roll es justo eso, una fusión, entre el blues, el rockabilly y country, el jazz, la música folklórica, etc.). La única excepción sería el heavy metal, con su mitología de ángeles, calaveras, infiernos y demonios, pero de manera burda, ingenua, y en el fondo, profundamente inofensiva, por limitada y torpe, justo al contrario de lo que se cree. El progresivo lo ha hecho sobre todo con la música futurista, pero casi siempre es a nivel del arreglo, la melodía y los recursos de estudio. Por todo esto, Exiliado celeste de Arturo Meza es una pieza tan excepcional. De una manera muy inteligente e ingeniosa, Meza logra fundir la mitología griega con la futurista, en un relato épico, sin par en el rock mexicano. El protagonista, una especie de Odiseo estelar buscando su planeta Ítaca, recorre el espacio y los diferentes mundos, mientras se topa con seres mitológicos, en la búsqueda desesperada de su hogar perdido, o como sugiere el final, para fundar uno nuevo, al fin propio. Esta auténtica odisea, que recuerda ciertas canciones de David Bowie, como Space oddity, Starman y todo el disco Ziggy Stardust, la relata Meza con una imaginación y una inteligencia agudísimas, además de un conocimiento realmente notable. La frustración, la impotencia, la inmensa soledad del protagonista, todas sus emociones están enmarcadas por esta forma enormemente novedosa, que juega no sólo con la epopeya, sino con el relato fantástico y la lírica más trabajada, que evoca también al Borges de cuentos como El inmortal o La casa de Asterión. De este modo, Arturo Meza une las figuras retóricas con las referencias clásicas y espaciales, en un amasijo emocional, triste, solitario y a la vez impactante, muy original, que simboliza mucho más allá de lo que tal preocupación formal sugiere: es el destino del ser humano moderno y tecnologizado, perdido, sin raíz; la inconexión con el prójimo, la gran soledad, tal como significan los dos Ulises, el de Homero de La Odisea, y el vanguardista de la obra de Joyce. De este modo, a través de un lenguaje único, de una precisión sin igual, Meza hace de Exiliado celeste un auténtico poema épico, el único del rock mexicano. Sin lugar a dudas una de las letras más extraordinarias del rock en México, culta, artística, pero a la vez muy sentida, conmovedora, por el gran conflicto existencial que su simbolismo guarda, connota. Para una letra de tal nivel, era necesaria una música a la misma altura, y Arturo Meza la consigue, en buena parte gracias a su pasado experimental, de etnorrock, música barroco-renacentista-medieval y progresivo, que le permitió crear y ejecutar una música y un arreglo muy poderosos, atmosféricos. Decide introducir la pieza con la guitarra electroacústica, para incorporar de inmediato los sintetizadores, campanas, además de los instrumentos inventados por el mismo, como el teclaedro y el mezáfono, que ha utilizado en toda su obra. Hay que escuchar atentamente el arreglo de Exiliado celeste para asimilar la conjunción de sonidos, de fondos, de timbres que crean ese ambiente espacial, pero no puro, sino con tintes del folk, la música celta, renacentista y del Medioevo, en una mezcla que se corresponde perfectamente con la de la letra. El estribillo emotivo, con la voz más grave y profunda de Meza, los sonidos un tanto fantasmales que lo matizan, la figura principal, que evoca las trompetas (o más bien cornetas) de castillo medieval, y la guitarra limpísima que sostiene todo, arman una estructura sonora fastuosa, melancólica y angustiante. Al final, todo se une con mayor énfasis, apuntalado por unos timbales de música clásica, enormemente poderosos, mientras los sintetizadores aumentan las notas, incluyendo un solo más notorio, libre. Así, el cierre de Exiliado celeste impacta, tiene algo majestuoso, al estilo de la Obertura 1812 de Tchaikovski, pero con ligeros toques futuristas. De esta manera, Exiliado celeste es el gran poema épico del rock mexicano, no sólo en su letra, sino también en su música, arreglo e interpretación; pero también una pieza futurista muy lograda, lo que suma una canción sui géneris, intensa, dramática. Realmente una obra maestra de la fantasía, el ingenio y la fusión musical y poética.
Carlos Mora
Lo podés escuchar en Spotify:https://open.spotify.com/intl-es/album/31X6ZDdlfiu4Ea0NDknrbxLista de Temas:
1. Pandilla De Carniceros
2. El Aguila Y La Serpiente
3. La Sentencia
4. Sin Título
5. Debe Haber Un Lugar
6. Las Flores Del Mal
7. Sin Rostro
8. Exiliado Celeste
- Alberto Herr / Batería
- Arturo Meza / Guitarras, teclados y voz
Invitado:
Antonio Giner / Electronic Drums (1 y 2)