Arucas: una cita ineludible con las tradiciones canarias

Por Vagabond
Arucas es un pequeño pueblo canario muy peculiar situado al norte de la isla. Sus calles, estrechas y empinadas, guardan tradiciones ancestrales mientras los más jóvenes o los turistas nos recuerdan que estamos en pleno siglo XXI.
La principal atracción de la ciudad es la Iglesia de San Juan Bautista, una imponente construcción de estilo neogótico que resale al 1909. En su interior atesora piezas escultóricas de procedencia italiana, pinturas flamencas y andaluzas. Vale aclarar a los interesados que la catedral abre a partir de las 4.30 de la tarde y en ocasiones es necesario empujar un poco la puerta pues normalmente permanece entrecerrada, quizás con el objetivo de preservar el ambiente de su interior, mitad sacro mitad misterioso. Una vez dentro, independientemente de los arcos y las consabidas enormes cúpulas tan clásicas del estilo neogótico sobresalen sus vitrales, único espacio por donde entra la luz al recinto.
Iglesia San Juan Bautista
Continuando el camino podemos hallar pequeños restaurantes y cafeterías donde se podrá degustar la comida local en un ambiente muy acogedor. Si se deciden por la cafetería-bocata "Siroco" no se dejen seducir por el ambiente del primer piso y suban hasta el segundo donde de seguro la explosión de luz y colores resultará totalmente encantadora.
A pocos metros se encuentra el Parque Municipal. El sitio es verdaderamente relajante y de inmediato se podrá percibir el cambio de temperatura entre éste y los pocos metros de calles que apenas hemos caminado. Un poco más allá del parque se halla la fábrica de ron Arehucas, fundada en 1884, produce una de las bebidas más emblemáticas de la isla que sin lugar a dudas amerita un sorbo. Y si continuamos el camino podremos encontrarnos con el Museo La Cantera, un sitio donde, a la par de atesorar la cultura histórica relacionada con el trabajo de las piedras, actualmente se continúa con este tipo de labor.
Parque Municipal
Cuando terminamos de visitar estos sitios aún nos quedamos con ganas de Arucas, pero quizás su encanto radica precisamente en ser un pueblo tan pequeño donde parece que las manecillas del reloj se han detenido. Sentarse en la plaza o en uno de los bancos de sus callejuelas nos muestra una vida relajada, sin las prisas a las cuales estamos tan habituados.